Ganado en Soria

Los novillos sanjuaneros de Soria en Pascual Millán, 1892

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Novillos-de-Pascual-MillanRecuperamos en Elige Soria dos textos muy poco conocidos sobre la singular idiosincrasia de los rituales táuricos y taurinos de las Fiestas de San Juan, cuyas raíces medievales están documentadas suficientemente. El primer texto que transcribimos fue escrito por Pascual Millán al final de su libro Los novillos: estudio histórico (Madrid, 1892, 339 páginas), antes de los apéndices, uno de los cuales constituye el segundo texto que recuperamos en el siguiente post.

Pascual Milllán (1856-1906) escribió también La Escuela de Tauromaquia de Sevilla y el toreo moderno (1888), Los toros en Madrid: estudio histórico (1890), Tipos que fueron: consideraciones sobre la retirada de Guerrita (1894) y La Escuela de Tauromaquia de Sevilla y el toreo moderno.

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Todas las antiguas fiestas de novillos consideradas como diversión popular no retribuida han ido desapareciendo; sólo queda una original, característica, digna de estudio por todos conceptos; una que se conserva con su típico sello, que resiste la fiebre innovadora en sus tendencias a destruir costumbres arraigadas, a nivelarlo todo, a convertir la Europa entera en un inmenso París, dando a las casas, a las calles, a las tiendas, a los vestidos, a los espectáculos, una uniformidad que pugna con el arte y que rechaza el sentido estético.

La fiesta o fiestas en cuestión se verifican en Soria por los días de San Juan.

Han resistido los embates del tiempo, han desafiado los calificativos con que la llamada civilización moderna trata de herirlas, se han plantado en el camino y se defienden con una tenacidad, con una constancia, con una fe digna de numantinos. Establecieron los reales de sus fiestas, y allí están, sin que basten a destruirlas todos los esfuerzos del mundo.

botas-sanjuaneras-de-soriaSon un compendio de las de toros y novillos en España. Recuerdan las de la Edad Media, cuando los toros enmaromados eran corridos por las calles de la población, cuando los que llevaban la maroma atabanla a los balcones señoriales, cuando los despojos del animal eran repartidos entre el vecindario; recuerdan los tiempos en que las ciudades enviaban comisionados a buscar los toros, y los que tal comisión recibían marchaban al monte, escogían las reses entre las más bravas, burlaban su ferocidad con la ligereza de los caballos, apartaban los toros, los aislaban, y cuando tenían reunidos los que habían de lidiarse llevábanlos- a la población, en el centro del día, haciendo alarde de haber cumplido a conciencia la misión que les fue confiada; recuerdan la organización política y religiosa de aquellos tiempos, en que la fuerza constituía un poder social y las poblaciones contaban tantas parroquias como cuadrillas y tantos jurados como parroquias; recuerdan la época de los privilegios y de las mercedes, en que dentro de una misma ciudad había parroquias exentas de gravámenes y otras que los tenían exagerados; recuerdan la época de los dardos arrojadizos y las azconas, y recuerdan otros mil detalles de antiguas costumbres que hacen de las fiestas de San Juande las Calderas) un cuadro histórico lleno de vida, en que se resume lo más saliente del espectáculo de toros y de juegos de novillos.

Yo vi tales fiestas en los primeros años de mi juventud, pero entonces no podía comprender lo que eran y lo que significaban; preocupábame sólo en aquellos inovidables días el caballo que me había de llevar a la saca el palco desde donde había de presenciar la lidia, el momento propicio de burlar la vigilancia materna y bajar el sábado agés a la puerta de mi casa para clavar al toro que por allí pasase (bien enmaromado y medio muerto) una banderilla, adquirida Dios sabe cómo.

Al hacer hoy un estudio histórico de los novillos, las fiestas de Soria tenían que constar en él, y constar muy especialmente; y como desde que yo las vi pudieron modificarse, supliqué a mi buen amigo el distinguido escritor D. Mariano Granados, autor de los Bocetos a pluma que escribiese algo sobre las tales fiestas de su país, para poder extractar del escrito lo más saliente; pero Granados tomó el asunto con tal fe, que produjo trabajo brillante, el cual, después de agradecerlo en lo mucho que vale, reproduzco íntegro en los apéndices.

Sean también las últimas palabras de este libro un recuerdo a Soria, donde pasé los mejores años de mi vida; donde recibí mi primera educación; donde estudié la segunda enseñanza, y donde tantas pruebas de cariño me otorgaron.

¡Quiera Dios que las fiestas de las Calderas se conserven! ¡Quiera Dios que no desaparezcan nunca!; porque cada una de nuestras tradicionales costumbres que se borra es un girón que se quita a nuestro altivo carácter; es una piedra que se arranca al edificio nacional; es algo que nos doblega, que nos deprime, que nos lleva a confundimos con los países que no supieron defender sus tradiciones, y a los cuales se impone una vida que no da fuerza, unos hábitos que no dignifican y una manera de ser contraria en absoluto á sus sentimientos y á su naturaleza.

Algo que los hace esclavos, pudiendo ser libres.

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