Románico de Soria
San Juan de Duero rememora el Santo Sepulcro de Jerusalén
Javier Martínez de Aguirre, Doctor en Historia del Arte, es el autor del capítulo ‘San Juan de Duero y el Sepulcrum Domini de Jerusalén’ incluido en el libro Siete maravillas del románico español editado por Fundación Santa María la Real Centro de Estudios del Románico en el año 2009. Es uno de los investigadores que más han indagado respecto a las imitaciones arquitectónicas y esculturales del Santo Sepulcro de Jerusalén en el medievo hispánico.
En este ensayo teniendo en cuenta algunas peculiaridades formales e iconográficas de edículos y arquerías, propone la siguiente hipótesis: “En mi opinión los rasgos atípicos de San Juan podrían encontrar explicación si consideramos que, en un momento dado, el promotor de la segunda campaña constructiva, que afectó tanto a la iglesia como al claustro, introdujo una serie de modificaciones con la intención de conseguir que San Juan de Duero evocara el Santo Sepulcro de Jerusalén. Contó para ello con un arquitecto de notable inventiva, que supo plasmar sus deseos mediante formas poco habituales”.
La vinculación fundacional de los Hospitalarios de San Juan a Jerusalén, Orden a la que perteneció San Juan de Duero, explicaría para muchos el extraño exotismo oriental del claustro y de los dos ciborios de la iglesia, templetes sobre los que ya escribimos en un post anterior.
¿Por qué los Hospitalarios Sanjuanistas rememoraron aquí diversos elementos del conjunto arquitectónico del Santo Sepulcro jerusalamitano en su convento soriano junto al Duero? Esta es su respuesta: “La respuesta para entender las motivaciones de sus formas singulares, si es que están inspiradas –como propongo– en el Santo Sepulcro de Jerusalén, se encuentra en la mención documental más antigua de la iglesia soriana. El templo que hoy conocemos como San Juan de Duero en realidad no estuvo dedicado inicialmente al Bautista, sino que su titularidad correspondía al Santo Sepulcro, como acredita un documento de 1152″. Esta adscripción sepulcrista de la iglesia fue objeto, en Elige Soria de un artículo (clicad sobrfe imagen).
La Orden Sanjuanista de los Hospitalarios (hoy Orden de Malta) se fundó en Jerusalén muy cerca del Santo Sepulcro que era el enclave principal de peregrinación y devoción cristiana en Tierra Santa. En la web oficial de la Orden de Malta leemos: “El nacimiento de la Orden se remonta aproximadamente al año 1048. Mercaderes de la antigua república marinera de Amalfi obtuvieron del Califa de Egipto el permiso para construir en Jerusalén una iglesia, un convento y un hospital para asistir a los peregrinos de cualquier fe o raza. La Orden de San Juan de Jerusalén – la comunidad monástica que dirigía el hospital – se hizo independiente bajo la dirección de su fundador, el beato Gerardo. Con la bula del 15 de febrero de 1113, el Papa Pascual II aprobó la fundación del hospital y lo puso bajo la tutela de la Santa Sede”.
¿Cuándo se instalaron en Soria? Se ignora, quizás incluso durante el reinado de Alfonso I el Batallador o poco después de su muerte, una vez incorporada Soria por Alfonso VII al reino de Castilla, pues hasta entonces lo era de los reinos de Aragón-Pamplona regidos por El Batallador (quien fundó Soria en 1119 y le otorgó fuero en 1120).
Desde J.A. Gaya Nuño se ha venido considerando -hasta hace poco- que la iglesia era del primer tercio del s. XII y que poco después sería entregada a los Hospitalarios o Sanjuanistas, quienes posteriormente agregarían los dos templetes. Desde hace una años y por parte de algunos historiadores de arte se ha puesto en duda esta interpretación cronológica. Así, por ejemplo, tanto el catedrático de arte medieval Fernando de Olaguer (“El arte románico español“, Ed. Encuentro, 2007), como el ya citado Javier Martínez Aguirre, opinan que la iglesia fue también construcción propia de los Hospitalarios Sanjuanistas.
Pero volvamos a la vinculación simbólico-formal de San Juan de Duero con el Santo Sepulcro. Para Martínez Aguirre “los edículos sorianos responden al deseo de monumentalizar dos altares, monumentalización que se llevó a cabo tomando como referente ciborios y templetes de formas semejantes (cuadrados, con columnas y rematados en cúpulas) que abundaron en Tierra Santa y existieron muy concretamente en el Santo Sepulcro de Jerusalén”.
No sólo eso, añadimos nosotros, sino que los grandes liturgistas medievales equiparaban simbolicamente el altar donde se oficia la Eucaristía con la tumba de Cristo, y como en la iglesia del Santo Sepulcro hay un ciborio encima de la tumba, este elemento arquitectónico pasó a emularse en la Cristiandad, y con mayor justificación en aquellos templos vinculados nominal o figurativamente al Santo Sepulcro, como es el caso de San Juan de Duero.
Martínez Aguirre estima igualmente significativo que uno de los capiteles de la panda septentrional, la más próxima a la iglesia, tenga en bajorrelieve una escena neotestamentaria ligada directamente con el Santo Sepulcro cual es el tema iconológico de “La Visitación al Sepulcro”.
Y recalca: “respecto el tema de la Visitatio Sepulcri fue, además, muy frecuente en iglesias que evocaban el Santo Sepulcro de Jerusalén. Lo encontramos, por ejemplo, en uno de los dos capiteles historiados del ábside en Torres del Río (Navarra), en el relieve sobre la puerta de la Vera Cruz de Segovia y en el tímpano de la puerta de acceso a la capilla de dicha dedicación en San Justo de Segovia”.
Otro capitel soriano escenifica la parábola escatológica del ripo Epulón y el pobre Lázaro a lo que se añade la imagen del Seno de Abraham, temas que por tanto se vinculan con el imaginario judío de la vida en la Ultratumba tal como se concebía antes de la resurrección de Cristo.
Además, insiste Martínez Aguirre, el claustro de San Juan de Duero es atípico en su funcionalidad: “para unos autores estamos ante un atrio, mientras para otros se trata de un claustro… Ciertamente se trata de un patio en el que coinciden componentes de estos dos tipos edificatorios… Sin embargo, las formas sorianas no son las canónicas de la fórmula claustro ni de la fórmula atrio.. ” Martínez Aguirre estima que lo esencial es su gran uso funerario, de camposanto, que caracterizó a este espacio sanjuanista soriano, enterrados en terreno sacro esperando la resurrección escatológica como hacen referencia los dos capiteles reseñados.
Y Martínez Aguirre prosigue: “Para comprender el contenido significativo de las formas del claustro soriano y una vez establecido su uso funerario, entiendo necesario reflexionar sobre los cambios de diseño introducidos por el segundo maestro, ya que fueron estos cambios los que diferenciaron San Juan de Duero del tipo claustral típico. Empezaré por uno sobre el que creo no se ha reparado suficientemente: el carácter ochavado del patio, cuyo diseño `rectangular achaflanado´ ya fue señalado por Lampérez. En efecto, no sólo las tres esquinas de las arquerías que quedaban por edificar fueron sustituidas por puertas en chaflán, sino que también las esquinas del muro perimetral fueron diseñadas achaflanadas … Mi hipótesis reside en pensar que el ochavamiento tenía un sentido y comportaba un significado: convertir el patio soriano en una evocación del Santo Sepulcro de Jerusalén, en la misma medida en que ciertas iglesias románicas acudieron a la forma octogonal para conseguir un trasunto del modelo hierosolimitano, como el Santo Sepulcro de Torres del Río”
También considera que la existencia de tres puertas en los ángulos rememora queda explicada en “un posible nexo con el Santo Sepulcro. La rotonda de la Anástasis, tras la destrucción y posterior reconstrucción del siglo XI, quedó conformada por un espacio circular separado del deambulatorio por tramos de cuatro arcos sobre columnas; en el eje Norte-Sur y al Oeste se abrían tres arcos sobre pilares que comunicaban con los altares secundarios. Creo que en Soria los responsables de la segunda campaña del claustro buscaron reproducir de algún modo esa organización, haciendo alternar series de arcos sobre columnas (excepto el tipo D) con tres puertas sobre pilares, de tal forma que las galerías claustrales sorianas `funcionaban´ como el deambulatorio hierosolimitano y el interior del patio como el interior de la Anástasis”.
Como apoyo complementario destaca la extraña figura geométrica de las roscas en los arcos exteriores de herradura: “No hay nada parecido en todo el románico soriano (sí fueron empleados dientes de sierra dispuestos en zigzag paralelo al arco en Caltojar, Barcones, Torreandaluz, etc.), ni recuerdo motivos semejantes en el románico hispano. A mi juicio, resulta evidente que el diseño no está tomado del repertorio habitual, sino que fue buscado por el artista o por el promotor. Aunque no sea idéntico, creo adecuado llamar la atención sobre la semejanza conceptual con el motivo ornamental de los arcos que enmarcan las puertas y ventanas de la fachada meridional del Santo Sepulcro de Jerusalén, consistente en una sucesión de piezas a modo de dientes de sierra perpendiculares a los arcos, aunque no están dispuestas en serie zigzagueante longitudinal, como en Soria, sino una encima de otra en composición radial”.
Otro elemento complementario evocador del Santo Sepulcro son las columnas torsas: “Puertas y machones intermedios de las galerías se ven flanqueados en ocasiones por columnas torsas, otro elemento que con frecuencia era utilizado para las evocaciones del Santo Sepulcro en Occidente, como advirtió Carol Heitz: ´Sur la plupart des representations qui mettent en scène la visite des trois Maries, le tombeau du Christ est emboîté dans la rotonde de l’Anastasis, figurée comme un baldaquin au toit pyramidal reposant sur quatre colonnes torses´. La presencia de columnas torsas en el edículo interior de la rotonda hierosolimitana perduró más allá de las reformas del siglo XI, como demuestra el grabado del itinerario de Breydenbach”.
Por último, la utilización de arcos entrecruzados “abre una nueva vía en la relación con el Santo Sepulcro de Jerusalén, ya que varios edificios emuladores del Sepulcrum Domini incluyeron este género de arcos”, si bien reconoce no poder confirmar “si la inclusión de arcos entrecruzados obedecía a la imitación directa de una obra de Jerusalén actualmente desaparecida o bien se trataba simplemente del recurso a una fórmula utilizada en el arte hispanomusulmán que supusiera una evocación de Tierra Santa a ojos del promotor o del arquitecto”.
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