Antonio Machado y Soria
Antonio Machado, el árbol y Shakeaspeare, según Pepe Tudela
Valga este artículo de Pepe Tudela para celebrar, desde Elige Soria, el Día Internacional de la Madre Tierra en la jornada de hoy y, para mañana, la del Día del Libro (que lo es en memoria de Cervantes y de William Shakeaspeare). El artículo lo escribió José Tudela de la Orden en su domicilio madrileñ en 1945 y se publicó en Revista de Soria (1ª época, nº 27), siendo recuperado por Isabel Goig Soler en su monográfica obra recopilatoria sorianista (José Tudela. La persona y sus espacios), y su título original es “Antonio Machado y el árbol”.
Y precisamente el objetivo marcado este año en el Día Internacional de la Madre Tierra, bajo el lema «Los árboles para la Tierra, es concienciar a los gobernantes y ciudadanos para plantar 7,8 millones de árboles en los próximos cinco años. Al respecto, en Soria capital, en torno al inicio de la primavera, venimos celebrando desde hace años el “Día Internacional del Árbol” con plantación de árboles por escolares.
Antonio Machado y el árbol
José Tudela de la Orden
El interés y el amor de Antonio Machado por el paisaje y por el árbol especialmente, deriva de su educación en la Institución Libre de Enseñanza que, en ciertos aspectos pedagógicos, siguió las ideas de Juan Jacobo Rousseau, a quien generalmente se le atribuye la introducción en la literatura del sentimiento del paisaje. Dicha Institución fue la iniciadora de las excursiones a la Sierra de Guadarrama, tan cerca de Madrid, y cuando nadie pensaba en ella, imbuyendo en sus educandos el gusto por el paisaje y el sentido de la belleza del árbol.
Recuérdese que su poema “Las Encinas“, en el que no sólo canta a este árbol sino al roble, al pino, la palmera, el haya, a los chopos, a los olivos, al manzano, al eucalipto, naranjo, el ciprés…, está dedicado a los señores Masriera, profesores de dibujo de dicha Institución “en recuerdo de una expedición al Pardo” y recuérdese también que Joaquín Costa, el apóstol de lis riegos y de la repoblación forestal, que escribió tan bellas páginas sobre el árbol, fue profesor de Derecho en la misma Institución.
Esto explica la reacción de Antonio Machado ante el paisaje de los alrededores de Soria, que aunque salpicado de “oscuros encinares” y “grisientos breñales”, predominan en él los “ariscos pedregales”, “calvas sierras”…, “y otra vez roca y roca”, “cárdenas roquedas”, “desnudos pedregales”…, “pelados serrijones”, “tierras de las águilas caudales”…, “malezas jarales”, “hierbas monteses, zarzas y cambrones”.
Unamos a esto el que don Antonio conocía bien la literatura francesa y la inglesa, y no podemos dudar que gustara de la lectura de William Shakespeare, pues bien, en las obras de este gran escritor el paisaje aparece como telón de fondo en casi todas ellas, completando y circundando escenas trágicas, dramáticas o más o menos alegres. Pero hay una tragedia, quizás la más terrible, llena de ambición y venganza, crueldad y odios, con restos de creencias y vaticinios medievales: “Macbeth“.
Y aquí en la tragedia shakesperiana, aparece el árbol como personaje. El castillo de Macbeth sobre una colina circundada de hayedos y con un bosque, repito, que nos sirve para sostener una intriga: el vaticinio de las brujas al traidor, el regicida.
Don Antonio estaría impresionado por las tremendas frases que unas sombras en un conjuro dentro del antro de las brujas, en medio de una caldera hirviendo y en una noche de tempestad proclaman: “Sé fuerte como un león, no desmayes un punto tu audacia: no cedas ante los enemigos. Serás invencible, hasta que venga contra ti la selva de Birnam y cubra con sus ramas a Dunsidania”.
Pero Macbeth se ríe de este vaticinio: “¡Eso es imposible!” clama “¿Quién puede mover de su lugar los árboles y ponerlos en camino?”.
Efectivamente la tragedia transcurre, el ejército realista prepara la venganza, llega a la selva de Birnam, cada soldado corta una rama y enarbolándolas como estandartes, cubriéndose con ellas para que las largas y finas ramas de las hayas taparan la totalidad del monte avanzan hacia el castillo. La estratagema militar se logra: la punta de las ramas, de las ramas que en las hayas son casi paralelas alcanzan los muros de la fortaleza, se inclinaría cubriendo el foso y descubriendo a los guerreros, que rápidamente actuarían para asesinar a Lady y Lord Macbeth.
Logramos aquí quizás, la explicación de lo que para don Antonio en su poema a “Las Encinas“, dice de las hayas:
Las hayas son la leyenda
alguien en las viejas hayas
leía una historia horrenda
de crímenes y batallas.
El roble, otro querido árbol de nuestro poeta, es mimado en sus versos, como el álamo. Pero al roble le atribuye calidades y cualidades viriles:
El roble, es la guerra, EL ROBLE
dice el valor y el coraje…
y continúa, es: más altivo y más señor.
Pero fijémonos en lo referente y alusivo a la guerra. ¿Sería en recuerdo del famoso robledal de Corpes, donde taimadamente fueron azotadas las hijas del Cid por sus cobardes maridos y atadas al simbólico árbol viril que podía representar a nuestro gran héroe Rodrigo Díaz de Vivar?
Hoy non puedes fablar dona Elvira e dona Sol;
Por muertas las dexaron en el robredo de Corpes
Levaron les los mantos et las pieles armidas
…
Los ynfantes de Carrión en el robredo de Corpes
Por muertas las dexaron.
El título del poema “Las Encinas” podemos pensar que es debido a la predilección por este árbol, gris, triste, sumiso, dispuesto al sacrificio para que el campesino lo corte y se caliente con sus ramas, la ternura que el poeta siente por ellas nos recuerda también y viene a nuestra mente rápidamente la maravillosa poesía a “La Higuera” de Juana de lbarbourou, poetisa uruguaya.
“… porque todas sus ramas son grises…
Porque es áspera y fea.
Porque todas sus ramas son grises
Yo le tengo piedad a la higuera…
Y en “Las Encinas“:
¿Qué tienes tú, negra encina
campesina
con tus ramas sin color…
con tu tronco ceniciento
…
con tu vigor sin tormento
y tu humildad que es firmeza?
…
Brotas derecha o torcida
con esa humildad que cede
sólo a la ley de la vida
que es vivir como se puede.
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