Ecosistema soriano
El Más Allá en Soria: Cipreses, los menhires de la Naturaleza
Milenario es ya el simbolismo funerario del ciprés. Wikipedia nos dice que “de acuerdo con Teofrasto el ciprés común estaba consagrado a Hades, el dios de la muerte, ya que sus raíces nunca daban nuevos brotes una vez talado el árbol. Horacio indica que los antiguos enterraban a los muertos con una rama de ciprés y envolvían el cuerpo con sus hojas. Por su parte Plinio el Viejo comenta que una rama de ciprés colgada en la puerta de una casa era un signo fúnebre“.
En la capital soriana los encontramos por doquier en el cementerio municipal con preámbulo en el mismo atrio de la Virgen del Espino, muy cerca del homenaje al Olmo Seco machadiano que evoca, en sus últimos versos, esa esperanza en el rebrote de la vida como acontece en la primavera respecto a la naturaleza. También los vemos adosados a la fachada occidental de la parroquia del Espino.
Su nombre científico es “Cupressus sempervirens”, y como sabemos el ciprés común o ciprés mediterráneo tiene hoja perenne, es de gran longevidad puesto que algunos ejemplares conocidos han cumplido un milenio nada menos y, en cuanto a la altura, lo normal es que en su plenitud lleguen a alzarse entre 25 y 30 metros aunque algunos hasta llegan a los 35 metros de altura.
Por su longevidad, hojas perennes y resina y madera incorruptibles, ha sido considerado como Árbol de la Vida y símbolo de la inmortalidad y/o de la resurrección ( en un texto cretense del s. II a.C se aconsejaba beber de la fuente eterna que había junto a un ciprés).
El gran Orígenes – tan importante entre los Padres de la Iglesia- estaba encandilado de su buen olor, un olor “a santidad” según él. “Flecha de fe, saeta de esperanza”, escribe alegóricamente Gerardo Diego respecto al ciprés de Silos. Y para el escritor y naturalista Miguel Herrero Uceda (El alma de los árboles), el ciprés, “con su solitaria figura que busca el cielo, aporta la idea de recogimiento, de un pensamiento que se dirige, más que a la vida terrena, hacia la inmortalidad”.
DEL MENHIR A LA ESTELA Y EL CIPRÉS
Jesús Ukar Muruzabal en su amplio ensayo “Ayer y hoy de la estela discoidea en Navarra” relaciona el menhir con la estela funeraria y el ciprés: “Creemos que el origen de la estela en todo caso pudo estar en la vía del relieve plano o en las formas geometrizadas del menhir … En algunos casos hemos llegado a intuir que los viejos menhires pueden estar relacionados con los actuales cipreses. Sus formas similares y su función siempre cercana a los recintos funerarios, puede ser un indicio de ello“.
Ukar Muruzabal nos recuerda que uno de los más prestigiosos estudiosos de las estelas, Frankowski, “pone como antecedentes de las estelas algunos bustos humanos o menhires antropomorfos”, y tal vez esa fuese la función del llamano “menhir de Villar del Ala” que se exhibe en el Museo Numantino con esta cartela: “Hasta 1917 estuvo formando parte de un cercado de la dehesa de Villar del Ala, más tarde fue trasladada a un puente que se construyó sobre la acequia de las Pasturas en la misma finca y era utilizada como pasadera en dicho lugar. En 1923 ingresó en el Museo Numantino de Soria. Por su tipología y a pesar de que apareció sin contexto arqueológico, la cronología de esta estatua-menhir se situa próxima a los comienzos del periodo final de la Edad del Bronce, en torno al 850 ac.”
Señala así mismo que René Huygne, en su libro “El Arte y el Hombre” habla de los menhires “como los antepasados de los monumentos cuya función era la de fijar el alma del muerto”.
Así que concluye señalando que “es muy posible que uno de los antecedentes más firmes de la estela discoidea sea de alguna forma el menhir, y aunque algunos autores ponen en duda su función funeraria, es verdad que en algunos aspectos, con el de señalar un acontecimiento, tiene muchas características en común con la estela”.
ROSAS EN VEZ DE CIPRESES
Pese a esta raigambre funeraria del ciprés hubo un jefe político de Soria en 1822 que impuso sus gustos botánico-funerarios en el cementerio municipal de las Huertas de San Francisco al mandar poner rosas en vez de cipreses, según refiere Rufo Nafría Yagüe en “Los cementerios municipales de la ciudad de Soria“.
En el Acta Municipal del 22 de noviembre de 1822 se dice: “Por el Sr. Jefe Político se pasó oficio relativo a que, en lugar de los cipreses y árboles lúgubres con que suelen adornarse los cementerios, se haga con rosales y otras plantas agradables y odoriferas, manifestando que, al efecto, ha ofrecido dar alguna de ellas. Y el Caballero Diputado de provincia, D. Tomás López Linares, en cuya vista se acordó, se ejecutara al tiempo oportuno”.
La impaciencia del jefe político al respecto hizo que preguntase poco después si se habían hecho ya las diligencias oportunas y el Ayuntamiento, en su Acta del 6 de diciembre da la orden ejecutiva: “se dé orden al Guarda de las plantas para que lo ejecute”.
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