Bécquer y Soria

El Más Allá en Soria: La caza infernal de Beatriz en El Monte de las Ánimas de Bécquer

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Mitologema de la Cacería Salvaje – Caza Infernal

 

Como señalábamos en el post anterior (El Monte de las Ánimas, leyenda becqueriana) el leitmotiv o topoi esencial que subyace en esta leyenda soriana de Bécquer es, en nuestra opinión, el de la Caza Salvaje o Cacería Salvaje de origen indoeuropeo, que recibe diversos nombres en la mitología, leyendas y folklore de Europa y que llega incluso a ser un mitologema, o dicho en términos de la antropología cultural simbólica junguiana, un arquetipo del inconsciente colectivo que  está suficientemente plasmado por la etnología, especialmente en las zonas costeras europeas que dan al Atlántico, aunque si tenemos en cuenta las investigaciones de Claude Lecouteux tendríamos que ser más específicos e incluir El Monte de las Ánimas como modalidad de la Caza infernal propiamente dicha (1).

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En España se enmarcan los diferentes relatos de la Caza Salvaje Caza Infernal dentro del término global estantigua-huestia antigua (2), como bien sabía don Miguel de Unamuno (3): “…Y ven, sobre todo, en ciertas noches, pasar la estantigua, la huestia, la santa compaña, la fantasmática procesión de sus difuntos”.

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Por tanto, lo que inicialmente nos relata Bécquer como una leyenda local soriana (seguramente inventada, sin tradición alguna oral o escrita en Soria), se transforma a la luz del análisis comparativo en una leyenda con carácter arquetípico, universal, centrado en la Caza Salvaje/Caza Infernal.

Ánimas templarias en San Adrián del Madero

 

Esta leyenda becqueriana ha servido de modelo a otro relato fantasmagórico, “La leyenda de los templarios“, ubicada en las ruinas de la iglesia de San Adrián en la sierra del Madero (4), escrita por Santiago e Irene Lázaro  y que ha sido objeto de una investigación etnológica y topográfica por parte de Alberto Arribas (5).

“En Trébago se cuenta que durante la noche de difuntos los esqueletos de los antiguos templarios envueltos en los jirones de sus sudarios, y montados en fantasmagóricos corceles, bajan del monte en ruidoso tropel, clamando venganza por la injusticia que con ellos se cometió. Otros dicen que, debido a sus grandes crímenes, la Omnipotencia Divina los condenó a estar atados para siempre a los lugares donde cometieron sus fechorías.

En el pueblo se asegura que un cazador, olvidando la fecha de difuntos, se retrasó en el monte, sorprendiéndole la noche en las inmediaciones de las ruinas del convento. Cuentan que, paralizado de terror, a medianoche vio como se levantaban las losas de las tumbas y cómo los tétricos esqueletos de los monjes salían de sus encierros y, entre aullidos de dolor, gritos de venganza y entrechocar de espadas y escudos, se dirigían en macabra procesión hacia el pueblo. El cazador fue encontrado al día siguiente moribundo, teniendo apenas tiempo de contar en frases entrecortadas por el terror, las horas de angustia vividas durante la noche.

Para la noche de Difuntos, muchos años, ya han caído las primeras nieves y dicen los vecinos que, a la mañana siguiente, se pueden ver claramente en la nieve las huellas de los esqueletos marcadas en el suelo, y seguir su rastro hasta las sepulturas abiertas en el atrio del convento”.

Creemos que esta leyenda, publicada en la segunda mitad del s. XX, es totalmente inventada, casi como un “remake” del Monte de las Ánimas becqueriano dado que el canónigo Pedro Lucas Delso no daba cuenta de ella al referirse al “Quinto de los Templarios” en sus “Memorias de un ochentón” (1949), y por tanto se enmarca en leitmotiv de la “Caza Salvaje-Caza Infernal” , añadiendo al relato de Bécquer el tema de la “procesión de ánimas”.

Títeres templarios y Beatriz en Festival de las Ánimas de Soria

Títeres templarios y Beatriz en Festival de las Ánimas de Soria

 

Beatriz y la CAZA INFERNAL EN BOCACCIO

 

Incluso el castigo final que sufre Beatriz por haber provocado la muerte de su primo Alonso se incluye dentro de este mitologema, siendo quizás inspirado por el relato de Bocaccio «El infierno de los amantes crueles» que plasmó pictóricamente Boticceli  en 1483 (“Historia de Nastagio degli Onesti“).

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Cabalgada esqueletica dibujada por G.A. Bécquer

En Bocaccio el ánima “corporizada” de una mujer es  perseguida eternamente por el ánima de un jinete fantasma con su jauría que acaban con ella, y una vez muerta resucita, se levanta, huye, es perseguida otra vez y vuelve a ser asesinada en un bucle sin fin. Y así lo resume Bocaccio en Decamerón al inicio de su relato en la octava novela de la quinta jornada: “Nastagio de los Onesti, amando a una de los Traversari, gasta sus  riquezas sin ser amado, se va, importunado por los suyos, a Chiassi, allí  ve a un caballero perseguir a una joven y matarla, y ser devorada por dos perros, invita a sus parientes y a la mujer amada a almorzar donde está él, la cual ve despedazar a esta misma joven, y temiendo un caso semejante, toma por marido a Nastagio“.

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Comprobemos esta posible influencia leyendo el último párrafo becqueriano: “Dicen que después de acaecido este suceso, un cazador extraviado que pasó la noche de difuntos sin poder salir del Monte de las ánimas, y que al otro día, antes de morir, pudo contar lo que viera, refirió cosas horribles. Entre otras, asegura que vio a los esqueletos de los antiguos templarios y de los nobles de Soria enterrados en el atrio de la capilla levantarse al punto de la oración con un estrépito horrible, y, caballeros sobre osamentas de corceles, perseguir como a una fiera a una mujer hermosa, pálida y desmelenada, que con los pies desnudos y sangrientos, y arrojando gritos de horror, daba vueltas alrededor de la tumba de Alonso”.

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Beatriz huyendo de la estantigua del Monte de las Ánimas en recreación de la Casa de los Poetas (Soria)

 

En Bocaccio el jinete negro fantasmal explica su caza salvaje en estos términos:

caza-infernal-de-dama-en-bocaccio-1757 “Nastagio, yo fui de la ciudad que tú, y eras todavía un muchacho pequeño cuando yo, que fui llamado micer Guido de los Anastagi, estaba mucho Giovanni Boccaccio más enamorado de ésta que lo estás tú ahora de la de los Traversari; y por su fiereza y crueldad de tal manera anduvo mi desgracia que un día, con este estoque que me ves en la mano, desesperado me maté, y estoy condenado a las penas eternas. Y no había pasado mucho tiempo cuando ésta, que con mi muerte se había alegrado desmesuradamente, murió, y por el pecado de su crueldad y la alegría que sintió con mis tormentos no arrepintiéndose, como quien no creía con ello haber pecado sino hecho méritos, del mismo modo fue (y está) condenada a las penas del infierno; en el cual, al bajar ella, tal fue el castigo dado a ella y a mí: que ella huyera delante, y a mí, que la amé tanto, seguirla como a mortal enemiga, no como a mujer amada, y cuantas veces la alcanzo, tan tas con este estoque con el que me maté la mato a ella y le abro la espalda, y aquel corazón duro y frío en donde nunca el amor ni la piedad pudieron entrar, junto con las demás entrañas (como verás incontinenti) le arranco del cuerpo y se las doy a comer a estos perros. Y no pasa mucho tiempo hasta que ella, como la justicia y el poder de Dios ordena, como si no hubiera estado muerta, resurge y de nuevo empieza la dolorosa fuga, y los perros y yo a seguirla, y sucede que todos los viernes hacia esta hora la alcanzo aquí, y aquí hago el destrozo que verás; y los otros días no creas que reposamos sino que la alcanzo en otros lugares donde ella cruelmente contra mí pensó y obró; y habiéndome de amante convertido en su enemigo, como ves, tengo que seguirla de esta guisa cuantos meses fue ella cruel enemigo”.

Ahora bien… ¿se inventó del todo Bocaccio este relato que, pictóricamente, desarrollaría Boticelli más tarde?. Al parecer, no. En la web del Museo del Prado, donde se exponen tres de las cuatro tablas de Boticelli (que seguramente Bécquer conocía), leemos: “Boccaccio combinó el tema del castigo a la mujer recalcitrante, habitual en la literatura tardomedieval desde al menos el siglo XII (por ejemplo, en Andrea Capellanus y su De arte honesti amandi), con la caza infernal, conocida desde el siglo XIII gracias, entre otros, a Jacopo Passavanti y sobre todo a Vicente de Beauvais, quien en su Speculum­ historiae narraba una aparición semejante, con una mujer desnuda perseguida por un jinete”.

Por otra parte, según lo poco que hemos podido leer de las referencias dadas sobre la caza infernal del conde de Nevers, exemplum medieval que en la versión de Passavanti  (Specchio della vera penitenza, 1354) la dama perseguida se llama Beatriz, igual que la protagonista becqueriana, por lo que es probable que conociese Bécquer este relato. Esta caza infernal, según la resume Daniél Dehouve: “Todas las noches, en el bosque, un carbonero tiene la visión de una caza infernal, en el curso de la cual un hombre a caballo persigue a una mujer desnuda, la atraviesa de una estocada, y la arroja a la fosa de carbón” (6).

 

NOTAS BIBLIOGRÁFICAS

 

1.- Claude LECOUTEUX:  Fantasmas y aparecidos en la Edad Media, Ed. José J. de Olañeta, 1999.

2.- José Manuel GÓMEZ-TABANERA: “Estantigua, hostis, huestia, guestia y…hostia“, en Archivum, 1979-80, pp. 551-564

3.- Miguel de UNAMUNO: “Don Juan Tenorio“, en el periódico El Sol, Madrid, 1 de noviembre de 1931. En este mismo año estuvo Unamuno en Soria ciudad y provincia; de su recorrido soriano junto a José Tudela escribió en este periódico madrileño el artículo “Por tierras del Cid“.

4.- Ángel ALMAZÁN: Templarios, Sanjuanistas y Calatravos en Soria, 2005, Ed. Sotabur,  pp. 207-213.

5.- Alberto ARRIBAS HERNÁNDEZ:  “San Adrián: un lugar irrealmente posible” en Casos y Cosas de Soria II, Soriaedita, 2000,  pp. 197-203.

6.- Miguel FALOMIR: “Ficha de Boticelli: Historia de Nastasio degli Onesti“.

7.- Daniéle DEHOUVE: Rudingero el borracho y otros exempla medievales en el México virreinal, CIESAS/Universidad Iberoamericana, Mexico, 2000.

 

Beatris y fantasma templario en Festival de las Ánimas de Soria

Beatriz y fantasma templario en Festival de las Ánimas de Soria

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