Antonio Machado y Soria
El bisabuelo paterno de Antonio Machado, filósofo en Soria y gobernador civil
Fue el hispanista Oreste Macri (1) el primero en llamar la atención sobre la influencia de “La Unidad Simbólica, la obra filosófica de José Álvarez Guerra, en su biznieto, el poeta Antonio Machado Ruiz en su alter-ego, el filósofo apócrifo Abel Martín, como igualmente señala José María Valverde (2). Y fue Marcelino Menéndez Pelayo quien afirma que “una especie de armonismo krausista” subyace en “La Unidad Simbólica”, siendo el krausismo -difundido posteriormente en España por el soriano Julián Sanz del Río e incorporado por su discípulo, Giner de los Ríos, en la Institución Libre de Enseñanza- el sistema filosófico y pedagógico que primeramente conoció e impregnó a Antonio Machado. Asimismo ha sido José María Martínez Laseca (3) el primer contemporáneo en “sacar del ólvido” el largo texto con el que José Álvarez Guerra resumió “La Unidad Simbólica” el 15 de septiembre de 1836 en el Boletín Constitucional de la Provincia de Soria, poco antes de dejar su cargo como Gobernador Civil, faceta en la que también se centró Martínez Laseca en Campo Soriano durante el mes de agosto de 1983.
Extremeño era José Álvarez Guerra, nacido en Zafra en marzo de 1778 y fallecido en Sevilla en 1863. ¿Sería descendiente acaso de pastores trashumantes sorianos..? Todo es posible. Estudió Lógica, Física y Metafísica en el colegio franciscano de su ciudad natal y más tarde cursó Leyes y Filosofía Moral en Salamanca. Se casó en Sevilla con Cipriana Gato Durán, hermana del compilador del Romancero General, libro con el que aprendió a leer Antonio Machado según confiesa en el prólogo de Campos de Castilla.
Combatió en la Guerra de la Independencia, fue oficial del Estado Mayor y, gracias a las influencias de su hermano Juan (que fue dos veces ministro), ejerció la jefatura política en Salamanca (1820), Palencia (1821), Cáceres (1822), nuevamente Cáceres (18 de mayo de 1835 a 7 de septiembre de 1835) y Soria (1835-1836).
Sobre su vida y obra filosófica hay que destacar el libro póstumo de Fernando Tomás Pérez González, El pensamiento de José Álvarez Guerra (4). Igualmente recomendamos la lectura de los ensayos sobre el bisabuelo del poeta sevillano publicados en 1989 en Alcántara: revista del Seminario de Estudios Cacereños (5).
Gobernador Civil de Soria
Reistaurado el absolutismo con la intervención de los “Hijos de San Luis” se exilia con su familia en Francia donde permanecerá desde marzo de 1824 hasta julio de 1826: “Ya en estos años, los círculos de exiliados comenzaban a contagiarse del romanticismo europeo; salieron de España los liberales, siendo en su mayoría ilustrados y neoclásicos, y tornaron conversos al romanticismo”. José Álvarez “regresó impregnado de las doctrinas filosóficas en boga”, según Pérez González en la revista Alcántara. Su hermano Juan, ministro a la sazón del gabinete del conde de Toreno, le consiguiría en 1835 la jefatura política de Soria (su nombramiento se hace por Decreto de 5 de diciembre). Y como gobernador civil y, consecuentemente, presidente de la Diputación de Soria, ejerció el bisabuelo del poeta Antonio Machado desde febrero a septiembre de 1836.
Esta etapa nos la da a conocer Martínez Laseca en su ensayo periodístico, así como Luis Cabrejas en las primeras páginas de “La saga de los Machado“, María Concepción García Segura en el tomo primero de su Historia de la Diputación provincial de Soria, y en la columna siguiente que publicamos del libro Soria. Crónica contemporánea.
En el Boletín de la Provincia escribió abundantemente, siendo la primera intervención su presentación a la ciudadanía soriana el 12 de febrero y, la última, su despedida el 5 de septiembre citando su obra filosófica: “… que su conciencia se mantiene inmaculada en medio de los embates de la pasión: y que su corazón amante del hombre no puede menos de aspirar a una justa correspondencia, a esta unidad compleja, a la Unidad Simbólica en fin que ha tomado su primer desarrollo en vuestro suelo, y que acaso será apreciada también por vuestros nietos”.
LA UNIDAD SIMBÓLICA
Su obra principal, cuyo título completo es Unidad simbólica o destino del hombre en la tierra o filosofía de la razón, por un amigo del hombre apareció en volúmenes sucesivos que iba complementando: los dos primeros en Sevilla (1837), y el tercero también en Madrid, como Suplemento, en 1840; a su vez en 1855 apareció en Sevilla la tercera parte y dos años más tarde el tomo cuarto, titulado Complemento. Según cuenta, el momento epifánico en el que surgió la inspiración para escribirla fue así: “En pacífica posesión de ignorancia, me hallaba leyendo un discurso científico moral del doctor inglés Ferguson …”.
Según Elisa Ruiz García (6) “comenzó la elaboración de su mensaje cuando ya había superado el medio siglo, pero desde ese momento no cejó en su empeño. Redactó un primer texto, luego lo refundió, lo completó y volvió sobre el mismo tema una y mil veces. Se trata de un auténtico “work in progress”. Es como una obsesión que le persigue. El autor se considera depositario de una clave que será la salvación para el género humano y, por tanto, se siente en la obligación de comunicar su buena nueva por la vía de las letras de molde”.
“Las características del sistema filosófico de Álvarez Guerra son: Panteísmo, Monismo, Armonicismo y docta Ignorancia”, según resume la web del Ayuntamiento de Zafra. Por su parte, Elisa Ruiz García, escribe: “Resulta enternecedor que la vocación de escritor sea tardía, tras sus fracasos y experiencias negativas en el campo de la política. Ciertamente, Álvarez Guerra, en lugar de elaborar un discurso pesimista sobre la condición humana, en consonancia con los hechos vividos, creó todo un sistema filosófico cuyo objetivo final se reducía a hacer felices a los seres humanos. A su juicio, la consecución de ese estado supondría la instauración de un modelo de convivencia beatífico y en el que imperaría la igualdad más absoluta. Alcanzado ese punto, ni el concepto de propiedad ni el de Estado tendrían sentido. Evidentemente Álvarez Guerra fue un hombre de su tiempo. Ello se refleja en sus ideas y en su visión del mundo. Para mi resultan entrañables las expresiones que utiliza para verbalizar su pensamiento. Por ejemplo, oculta su nombre bajo el pseudónimo de “Un amigo del Hombre”. Asimismo, denomina “Hombre venidero” al tipo humano que en su día encarne el modelo por él concebido. La sociedad resultante es llamada “Sociedad amorosa”. En ella los individuos se alimentarán mediante un “gas alimenticio” y los seres racionales e irracionales vivirán sin necesidad de trabajar gracias a la aplicación de los inventos y logros técnicos alcanzados por las ciencias útiles. Sin duda alguna, Álvarez Guerra es el representante de una utopía social y de una filosofía idealista de raigambre autóctona. A través de sus páginas se adivinan cuáles eran los valores dominantes de la época. En cierta medida, es un epígono de la Ilustración y, paradójicamente, un precursor de algunas de las escuelas filosóficas decimonónicas.)”.
Es muy probable que José Álvarez Guerra tenía ya prácticamente acabados los dos tomos de lo que sería primera edición sevillana de 1837 cuando se decide a publicar, el 5 de septiembre de 1836 en lo que era entonces el Boletín Oficial de la Provincia de Soria, un prospecto a modo de prólogo introductorio de la “Unidad Simbólica” que Martínez Laseca publicó en Campo Soriano en agosto de 1983, y que nos parece que era totalmente desconocido para los estudiosos de esta obra filosófica. Con los avatares políticos -incluida la toma esporádica de la ciudad de Soria por los carlistas- que vivió el bisabuelo del poeta sevillano desempeñando sus funciones políticas en Soria, y los escasos meses en los que residió, es imposible que fuese escrita en Soria, tal vez algunas páginas lo fueran pero no el cuerpo mayor de “Unidad Simbólica“.
La crítica de Menéndez Pelayo
El polígrafo católico Marcelino Menéndez Pelayo, fiel a su papel de inquisidor intelectual de todas las heterodoxias hispánicas (7), calificó a “Unidad Simbólica” de libro “inaudito y semifilosófico”, muestra originalísima “del talento audaz e inventivo que tenemos los españoles abandonados, sin temor de Dios, a nuestra espontaneidad racional, para ponernos de un salto, sin libros, en propia conciencia, y como por adivinación y ciencia infusa, al nivel de los más adelantados desvaríos intelectuales de otras naciones y hasta de la docta Alemania”, publicado en 1837, “cuando apenas ningún español había oído el nombre de Kant, y menos el de Fichte, el de Schelling ni el de Hegel; cuando nadie sabía de filosofía alemana, ni de metafísica trascendental, ni de sistemas de la identidad, ni de racionalismos armónicos”.
Y prosigue: “No se busquen en su sistema reminiscencias francesas ni alemanas; confiesa que no sabe nada, que no ha leído nada, como no sean Rousseau y Benardino de Saint-Pierre: es filósofo autodidacto; todo lo va a sacar de su propio fondo, todo lo va a «elaborar con su sola razón; si es ignorante, tanto mejor, así estará menos apartado de la verdad». La educación es la que pierde y extravía al hombre, haciéndole olvidar la ciencia que trae grabada en el alma cuando viene al mundo. Esta ciencia es la verdad divino-universal, o séase la unidad simbólica. ¿Y qué es la unidad simbólica, pregunta Álvarez Guerra en una especie de catecismo que va al fin de la obra? «Es la materia unida a su orden de acción, es la unidad físico-moral, o la eternidad inconcebible, unida a su creación y formando el universo ordenado… Esta unidad es compleja y es el símbolo o el tipo que tomó la misma eternidad para toda su creación, así en grande, o colectivamente, como en pequeño, o en cada uno de los seres creados. Y llámase esta unidad físico-moral porque sus dos partes o factores son la materia y su orden de acción amorosa impreso en la materia… El hombre no puede concebir a su creador sino unido a su creación y formando la unidad simbólica de todo el universo.» El sistema es, pues, una especie de armonismo krausista, y eso que Álvarez Guerra no tenía el menor barrunto de la existencia de un hombre llamado Krause. «En cada globo celeste, y esto también es krausi-espiritismo de lo más fino, hay una inteligencia reguladora de todo el contenido del mismo. A esta inteligencia parte o emanación de la unidad simple se le dio su unidad compleja y simbólica, su dirección recta en los dos factores del impulso y moderador.» Este impulso y este moderador rigen y gradúan toda la moral práctica de Álvarez Guerra. «Aplica tu moderador a tu impulso, y serás feliz», he aquí su imperativo categórico. «Es un dislate creer que hay mal alguno -añade muy satisfecho-. En el Creador todo es bien, porque su obra es infinita en espacio, tiempo y número, con dos polos de ascenso y descenso, que llevan consigo la unidad simbólica, la unidad redonda que llamamos todo»; una especie de círculo semejante al que trazaba Salmerón en la pizarra allá cuando aprendíamos metafísica. Para difundir esta filosofía y restablecer el orden moral, el Ser Supremo, por uno de los atributos de su omnipotencia (voy copiando siempre al Sr. Álvarez Guerra), eligió al autor de la unidad simbólica, temerario hijo de la nada, la más imbécil de sus criaturas…”
El bisabuelo y Abel Martín
Antonio Machado, ya adulto y casado con la soriana Leonor Izquierdo, estudio Filosofía en París. Y no terminó sus estudios posteriormente por lo que, en cierto modo, pudo sentirse algo frustrado aunque pudo exponer sus pensamientos filosóficos en los apócrigos Juan de Mairena y Abel Martín, siendo este último inspirado en la figura y obra filosófica de su bisabuelo paterno según Macri y Valverde, a tenor de las transcripciones recopiladas por Fernando Tomás Pérez González (8). Hay en Abel Martín un halo de “tradición romántica, idealista y jacobina que arranca de Álvarez Guerra y que Machado evocará en los conocidos versos de su autorretrato: «hay en mis venas gotas / de sangre jacobina.. .»”.
José María Valverde indica (9): “Probablemente, el mayor estímulo dado a Antonio Machado por este bisabuelo suyo, para la creación de Abel Martín, no fue tanto algún concepto, como quizá el del Amor en sentido cósmico, cuanto el ‘genio y figura’ del hombre que, en un aislado rincón ibérico, se sacó de la manga toda una Weltanschauung, a modo de paralelo, aunque ingenuo, testimonio de ese sentir romántico que, en la tierra donde la filosofía tenía entonces su voz cantante, había producido los sistemas de Fichte, Schelling y Hegel”.
Por su parte, Oreste Macrí al escribir que el pensamiento de Álvarez Guerra “se trataba de un sistema extemporáneo de ‘krausi-espiritismo’ ante literam que, con seguridad, el bisnieto –no menos heterodoxo, extravagante y autodidacta- debió tener presente al concebir el apócrifo martiniano” (10).
Resumen filosófico de la Unidad Simbólica
NOTAS
(1) – Poesíe di A. Mahado a cura di Oreste Macrí. Milano, Lerici, 1963.
(2) – Antonio Machado (Madrid, Siglo XXI, 1975).
(3) – “El bisabuelo de Antonio Machado, José Alvarez Guerra, Gobernador Civil de Soria, en Campo Soriano, agosto de 1983, días 9, 11, 13 y 16.
(4) – El pensamiento de José Álvarez Guerra, Editora Regional de Extremadura, 2007.
(5) – Alcántara: revista del Seminario de Estudios Cacereños,1989, Número 18: “Vida y obra de José Alvarez Guerra” (Fernando Tomás Pérez González), “Panteísmo y liberalismo” (Diego Núñez Ruiz), “La Unidad Simbólica” (José Alvarez Guerra).
(6) – Conferencia en la presentación de libro “El pensamiento de José Álvarez Guerra”, en la Biblioteca Nacional, Madrid, 22 de marzo de 2007.
(7) – Historia de los Heterodoxos Españoles, Madrid, CSIC, 1963, tomo VI, pp. 358-60.
(8) – Tres filósofos en el cajón, Editora Regional de Extremadura, 1991.
(98)- “Una curiosidad familiar: Abel Martín, posible antepasado de Antonio Machado” en Nuevas Canciones y de un cancionero apócrifo (Madrid, Castalia, 1971), p. 52.
(10) – En “Introducción” a Antonio Machado. Poesía y Prosa. Ed. Oreste Martí (Madrid, Espasa Calpe, Fundación Antonio Machado, 1988), t. I, p. 211.
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