El Más Allá en Soria

El Más Allá en Soria: la carmelita visionaria de ánimas con las que hablaba

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Cada 2 de noviembre la liturgia católica tiene presente en rituales y rezos a los Fieles Difuntos, complementando así la festividad del día anterior dedicada a Todos los Santos. Y dado que Soria forma parte de la Ruta Teresiana, momento idóneo es esta jornada para referirnos en esta serie de “El Más Allá en Soria” a la carmelita descalza soriana Francisca del Santísimo Sacramento que fue novicia en la “primera hornada” que tuvo el Convento del Carmen de Soria y que ha sido una de las más grandes visionarias religiosas de España especialmente en lo referente a las ánimas del Purgatorio (no entramos a analizar o intentar explicar tales visiones-apariciones desde un punto de vista psicológico-psiquiátrico, sólo resumimos algunos datos biográficos y visionarios suyos).

Sobre su vida y visiones recomendamos ampliar datos especialmente en:

  • Vida de la sierva de Dios Francisca del Santísimo Sacramento“, 1659, Miguel Bautista Lanuza.
  • Luz a los vivos, y escarmiento en los muertos“, 1661, Juan de Palafox y Mendoza
  • Cinco palabras del apóstol san Pablo comentadas por el angélico doctor santo Tomás de Aquino”,  de Fray Francisco de la Cruz: con primera edición en 1680).
  • Luz de la fe  de la Ley en diálogo y estilo parabólico entre Desiderio y Electo, maestro y discípulo…”, del dominico Fray Jaime Barón y Arin.. Tuvo 17 ediciones esta obra entre 1717 y 1828.

Juana Vinuesa de Barnuevo y Beaumont nace el 12 de mayo de 1561 en la localidad de San Andrés de Soria y fallece el 27 de noviembre de 1629 en el convento de carmelitas descalzas de Pamplona 68 años  tras 46 años de religiosa.

La Venerable Madre Francisca -como así la llama Francisco de la Cruz (de quien transcribimos casi todo en este post)- fue hija  tercera de Fernando Vinuesa y Teresa de Barnuevo, “ilustres Familias de los doze linajes que dizen de Soria”. Don Fernando fue muy caritativo, gran limosnero, muy devoto de nuestra Señora, y singular bienhechor de las Santas Animas del Purgatorio”.

Nos dice igualmente que “nació desfavorecida de la naturaleza en las prendas de hermosura, pero muy asistida de la gracia y de su padre heredó la devoción de las Ánimas del Santo Purgatorio..”

A los 20 años visualiza el infierno en la casa paterna, y así lo cuenta Lanuza: “Un día, estando retirada en una bóveda muy lóbrega, dispuso la Divina Providencia que se le abriese al tierra y viese por aquel horrible boquerón el Infierno y los tormentos que padecían los miserables condenados” y después se le apareció el demonio “en forma de un hombrecillo feo” (en Pamplona tomaría la forma de un gato negro y de un gigante en sendas visiones, y además tuvo muchas apariciones de diablos diversos a lo largo de su vida).

 

En el convento soriano

A los 22 años, en 1583, durante el Corpus Domini, se le apareció Cristo en la Hostia Sagrada y Consagrada, lo que la determinó a hacerse monja descalza en el convento de la Santísima Trinidad en la ciudad de Soria fundado poco antes por Santa Teresa de Jesús y cuya priora era la madre Catalina de Cristo, que le dio el noviciado en miércoles de la octava del Corpus. Poco después marcharon a fundar el convento de Pamplona donde profesó el 11 de noviembre de 1584.

Armas de Juan de Vinuesa y su esposa Beatriz de Beaumont

Como se sabe, Santa Teresa de Jesús estuvo en Soria ciudad dos meses y 14 días y durante este  tiempo, además del trabajo de adaptación de un caserón en la Plaza de la Fuente Cabreras donado por Beatriz de Beaumont para convento y de organizar la comunidad carmelitana, escribió diez cartas, una poesía y buena parte del capítulo 30 de su Libro de las Fundaciones en donde describe lo referente a la fundación soriana. Es posible que nuestra monja visionaria tuviera vinculos familiares tanto con Beatriz de Beaumont como con su marido, Juan de Vinuesa.

En Soria, durante noviciado se le apareció San Francisco mientras subía por la escalera al coro alto. Poco después se le aparece la Virgen María y, nuevamente, San Francisco tras una confesión general con el confesor que le pusieron, un jesuita. Además fue consolada por un ángel.

Su temperamento era “vivo, colérico y poco limado… duro, aspero, brioso” que superó mediante la oración llegando, 20 años después, a la sexta morada teresiana, “donde todos son regalos, favores, caricias y agrados los que Dios comunica al alma como ya unida por perfecta caridad, y encendidísimo amor con su Majestad Divina”.

Pocos meses después de entrar de novicia en Soria se traslada a Pamplona. Tras estar más de veinte días en el castillo navarro de Guendoláin, el 8 de diciembre de 1583, las carmelitas descalzas llegadas desde Soria se instalan en la casa palacio del padre de Beatriz de Beamont que pasa a ser la sede del primer convento de  su orden tras la muerte de Santa Teresa de Jesús. El palacio lo cede a las monjas Beatriz de Beamont mientras se buscaba una nueva sede ya que su padre, Frances de Belmonte y Navarra se lo había cedido mientras ella viviera. Y allí estarían hasta que se trasladaron la religiosas en 1603 a la Casa del Castillo Viejo. Beatriz de Beamont fallecería a los 77 años, trece años después de ingresar como carmelita en dicho convento (falleció el 7 de mayo de 1603 y se había hecho monja a los 60 años de edad). La sede definitiva del convento de religiosas se fija en 1603 en la Casa del Castillo Viejo.

Ascétismo penitencial y vida visionaria

“Sus penitencias, que fueron tales, tantas, tan rígidas y rigurosas, que sólo leerlas pone grima”. Ayunaba mucho y “las disciplinas que tomaba eran frecuentes; retirabase a unos desvanes oscuros y allí, horas enteras, era tal la carnicería que hacía de su cuerpo virgen que siempre dejaba lagos y arroyos de su sangre. De cilicios, rallos, cardos y cadenas de hierro andaba siempre cargada. Tres años enteros trujo un cilicio muy grande de rallo, sin quitársele un instante, de que le resultaron unas llagas muy penosas de curar…” comenta Fray Francisco de la Cruz.

Pocos días antes de morir tuvo la visión de Cristo que la llamaba desde el Cielo. “Causó esto en su alma un tan encendido deseo de subir a los brazos de su Esposo, que como si pudiera, se probó a volar: tal fue la violencia del espíritu que se llevó tras sí el pesado cuerpo, y estuvo elevado de tierra en el aire más de media vara por mucho rato”.

En un día de la Ascensión la visitó el señor dos veces y en visión imaginaria la mostró el Monte de los Olivos con todos los que en él asistían y el despedimiento que el Señor hizo de sus discípulos”. En otras ocasiones, durante la Semana Santa, visualizaba la Pasión de Cristo con un realismo total.

Mediadora de las ánimas del Purgatorio

Su percepción paranormal visionaria de las ánimas del Purgatorio fue una constante en su devenir como monja, y la primera que vió fue la de su padre, a la que seguirían las de su madre y otros familiares. Y a ella acudían por centenares para que las ayudase a reducir las penas y salir del Purgatorio. A este respecto escribe fray Francisco que permitió Dios “el dar licencia a aquellos Santos encarcelados, para que la viesen, la hablasen, las viese, hablase, la mostrasen sus penas, dijesen qué padecían, pidiendo socorro, ayuda y consuelo, como a su amiga y singular bienhechora”.

También Santa Teresa de Jesús se le apareció en diversas ocasiones según su biografía.

 

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