Antonio Machado y Soria

Hill y Salvia presentan en Soria su novela gráfica “Antonio Machado. Los días azules”

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Ayer, Día Internacional de la Poesía 2019 , en el salón Gerardo Diego del Centro Cultural Amistad-Numancia de Soria Cecília Hill y Josep Salvia, en compañía del concejal de Cultura del Ayuntamiento de Soria, Jesús Bárez, presentaron su novela gráfica “Antonio Machado. Los días azules” , recién publicada por Diábolo Ediciones, y de la que son guionista y dibujante respectivamente. Para Jesús Bárez, esta novela gráfica merece todos los elogios, tanto en el dibujo como en la narrativa,  que ha sido fiel a los tres años últimos del gran poeta sevillano.

Soria, en la que se encuentra la sede permanente de la Red de Ciudades Machadianas, fundada en Collioure hace diez años, es la primera de la ciudades de esta Red que ha acogido a ambos autores que, según manifestaron, presentarán también el libro a lo largo de este año en las otras cinco ciudades machadianas.

Transcribimos a continuación la presentación de esta obra, la primera en su género realizada en torno a Antonio Machado (en letra gris oscuro la intervención de Cecília Hill y en azul la de Josep Salvia).

 

Presentación en Soria de

“Antonio Machado. Los días azules”

 

Muy buenas tardes a todas y todos. Es para nosotros, tanto para Josep como para mí, un gran honor estar hoy aquí reunidos en Soria para presentar esta obra ‘Antonio Machado. Los días azules’. Queríamos dar las gracias, en nombre de los dos, a Jesús Bárez, por el gran interés que mostró desde el principio, cuando ni tan siquiera el libro se había editado.

Luego nos encontramos en un lugar muy especial para todos nosotros, que es Collioure, en el que suelen enmarañarse las sensaciones, los sentimientos y el azul de aquellos días, que representa siempre estar ahí donde descansa el poeta. Allí conocimos a la expedición soriana que este año también le rindió homenaje a Don Antonio y que, permítanme que lo diga, a nosotros que venimos de Lleida, nos emociona que tantos pueblos hagan kilómetros y kilómetros para honrar al poeta desde todos los lugares de España y evidentemente, desde su amada Soria.

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El proyecto que hoy venimos a presentarles y que afortunadamente, después de un largo tiempo de trabajo, ya está en nuestras manos, se titula ‘Antonio Machado. Los días azules’ y es un recorrido por los tres últimos años de la vida del poeta, desde su salida de Madrid y hasta su llegada y muerte en Collioure.

Es cierto que se ha escrito mucho y además de una manera muy pormenorizada sobre los avatares del poeta en sus últimos tres años de vida. Pensábamos, sin embargo, que el 80 aniversario de la muerte de Don Antonio era un motivo más que importante para tratar de contarla de un modo en el que hasta ahora no se había hecho: a través del lenguaje del cómic o la novela gráfica.

Nos encontramos en un momento de oro para la novela gráfica. Los cómics, a los que antes solo accedía un público muy determinado y que trataban asuntos que podíamos considerar ‘menores’, han dado paso a la novela gráfica, que hoy nos trae una producción nacional riquísima, a través de la cual se abordan temas que no solo interesan a las personas tradicionamente abonadas al cómic, sino todo lo contrario. Todo es susceptible de ser contado a través de este lenguaje, así que nos propusimos dar cuenta a través de las viñetas de una de las historias más tristes de nuestra historia como pueblo. La de la guerra civil, la de la barbarie fascista y evidentemente, la del exilio.

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Cuando Cecília me propuso abordar los últimos tres años del poeta en cómic, no lo dudé ni un momento. Antonio Machado siempre ha sido su poeta favorito y dudo que hubiese encontrado nadie mejor que ella para embarcarme en un proyecto tan delicado y sabía, que lo trataría con el respeto que merece. Yo había trabajado en solitario en mi primer cómic Cisco y después con Una Caja de Galletas, historias biográficas y muy personales, en que dejé volar por completo la imaginación para tratar de redondear la historia y rellenar esos espacios en blanco que deja la memoria. Yo solo no me hubiese atrevido a introducirme en un cómic como este, sobretodo por respeto. No queríamos un cómic con una visión comercial. El resultado, seguro que no sería el mismo. Así, empezamos a elaborar un guión acompañado del Story Board – los dibujos secuenciales dónde se organiza la narrativa entre viñetas y el diseño de página- con el que también podemos ver de qué manera funcionan las páginas, una detrás de otra. A medida que íbamos avanzando, salieron a flote las primeras páginas acabadas para llevar a los editories durante el Salón del Cómic de Barcelona, el sitio ideal para recibir las primeras impresiones por parte de los editores, y estos se mostraron muy receptivos con la obra.

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El color de la historia

Creo que en este punto es importante hacer una mención especial al color. Josep Salvia, que ya es autor de dos novelas gráficas en torno a nuestra guerra civil, había trabajado siempre en blanco y negro. Sin embargo, consideramos que ‘Los días azules’ tenía que ser una historia contada a color.

Me siento siempre muy cómodo con el blanco y negro, me da mucha libertad creativa y siempre que puedo, es mi primera opción. En este caso, después de hacer unas cuantas pruebas de color digital, acordamos realizar el cómic en color. En un primer momento no estaba muy agusto con la técnica y los colores, pero al ir avanzando, por primera vez, me olvidé de la estética y me dejé llevar por las emociones del contenido. Pinté con color digital, por ordenador, en un principio con colores demasiado brillantes por mi gusto y que después atenué gracias a la entonación de color, dándole un tono más pastel. La elección del papel fue vital para que el resultado final fuese el esperado. Aunque el editor y la imprenta nos insistieron en usar un papel satinado, durante las pruebas de color los dos tuvimos muy claro que queríamos el paper más mate, más rugoso, ya que al absorver el máximo posible de tinta, le daría la tonalidad final que deseábamos. Teníamos razón.

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La guerra civil

La historia, como veréis, empieza en noviembre de 1936, cuando en un Madrid asfixiado ya por la guerra, León Felipe y Rafael Alberti intentan convencer a Antonio Machado de que no puede permanecer en la ciudad y debe desplazarse, junto a su familia y con la ayuda del 5º Regimiento, a Valencia.

La narración de los acontecimientos sigue un orden cronológico, que avanza por las fechas más importantes, como la llegada de la familia a Villa Amparo, la casa de Rocafort, la huída a Barcelona o los días de exilio hacia Collioure, junto a otros cientos de miles de españoles que siguieron ese mismo camino de la Retirada.

Esto nos permitió viajar al mismo tiempo por los distintos acontecimientos de la guerra civil, aunque evidentemente no todos, pero sí algunos de los que marcaron la evolución de la contienda. De ahí que el cómic, bajo nuestro criterio, también sea una buena herramienta para contar algunos hechos históricos.

Nos parecía, porque esa era una preocupación del poeta y así lo reflejaba en algunas de las entrevistas que dio en esa época, que era vital contar algunos hechos que se dieron entonces y que reflejaban la maldad de los sublevados. Nos referimos, por ejemplo, a los bombardeos del Museo del Prado o una horripilante anécdota que se produjo en ese Madrid del 36 con un aviador que cayó en territorio enemigo.

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En cualquier caso, y aunque se dieran algunas anécdotas propias de la guerra civil, Los días azules no es una historia al uso. En el sentido de que no encierra una narrativa de acción, sino que hay mucho espacio reservado para la contemplación y la reflexión.

Esto se observa en la casa de Rocafort, desde la que el poeta llevó a cabo una importante labor literaria, pero sobre todo, ya en Collioure, un paisaje azul e imponente en el que Machado debió reflexionar sobre los avatares de su vida, las circunstancias del exilio y evidentemente, la guerra fratricida que en esos últimos tres años había masacrado al pueblo español.

Eso nos llevó a dar aire las páginas, momentos dedicados a la contemplación y espacio para la reflexión, a través, por ejemplo, de ese último paseo que las crónicas dicen que hizo Antonio Machado junto a su hermano José, a la orilla del mar.

Fue allí donde yo creo que el poeta pronunció, mirando a esas hermosas casas de pescadores de Collioure, una de las sentencias más conmovedoras de esta historia, ¿verdad?

“Quién pudiera vivir ahí, tras una de esas ventanas, libre ya de toda preocupación”.

Hay, sin embargo, otros episodios, tan hermosos como dolorosos, como el de la visita de su amigo Ilya Erhenburg, en una Barcelona sacudida por los bombardeos, en la que quisimos dejar constancia de esa preocupación del poeta por la muerte, a través de los versos de Jorge Manrique, al que tanto releyó en esos momentos decisivos:

Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando

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Las escenas de la guerra

La guerra civil es un período que nos apasiona a los dos. En mi caso, además, con ‘Antonio Machado. Los días azules’ he completado una trilogía de novelas gráficas que se ocupan de una cuestión, a mi juicio, importante: la de la guerra civil en los pueblos y las historias personales que inevitablemente fueron tejidas durante esos dolorosos años.

En la obra reconstruimos gráficamente algunas escenas de guerra. Empezando por el Madrid en guerra, una ciudad cuyos horrores han sido descritos no en pocas ocasiones por nuestra literatura y evidentemente, las crónicas de ese tiempo.

 

Se calcula que en Barcelona, una ciudad a la que Antonio Machado llegó junto a su familia en mayo de 1938, se levantaron más de mil refugios. En ese momento la ciudad tenía más de un millón de habitantes y entre ellos podía contarse el poeta. Así, pese al miedo, las bombas y la situación de extrema gravedad, nuestro poeta conservaba la entereza y, aunque reflexionara continuamente sobre la muerte, no era, en absoluto, de los que se asustaban con facilidad.

Esa misma actitud se hizo extensiva a los días de exilio. Aquellos en los que Machado se encontró de camino a la frontera francesa con otros intelectuales, como Carles Riba, Clementina Arderiu, Navarro Tomás o Corpus Barga. Fue en ese encuentro, el 20 de febrero de 1939 que un Antonio Machado cansado y abatido por las circunstancias, dijo:

“Yo no debería salir de España. Sería mejor quedarme a morir en una cuneta”.

Camino al exilio: otro paisaje de la guerra

Todos conocemos la dureza de las imágenes de las hileras de gente cruzando los pirineos a pie, en coche, autocar, con carros y que en muchas ocasiones debían seguir a pie por el embotellamiento formado en la carretera. Una de las últimas fotografías que se conserva de Antonio Machado en territorio español, lo veíamos dibujando en el suelo con el bastón, una pose que habíamos visto a nuestros abuelos y que nos parecía entrañable. Me pareció muy interesante, usar la línea dibujada en el suelo como metáfora y abstracción de estas grandes hileras de gente a través de los pirineos, escapando de la muerte.

En nuestro viaje hemos hecho ese camino y es profundamente impactante, la herida que todavía pesa, en ese camino serpenteante y triste hasta la muerte que fue la Retirada.

Con la llegada a la frontera francesa, el paso por la estación de Cerbère y los días en Collioure, llegan las escenas de reflexión, los paseos por la placeta del mercado y también la angustia. La angustia de no saber de las tres pequeñas de José y Matea, por el sencillo hecho de que la familia Machado ya no tenía dinero para escribirles carta a Rusia, donde habían sido evacuadas estando ya en Barcelona.

En Collioure se encontraron con la hospitalidad del pueblo francés. De la señora Juliette Figueres, la dueña de la mercería que les dio un primer café y que luego incluso les daría dinero para escribir a las niñas; la señora Quintana, que les entregaría unas camisas a los hermanos, para que juntos pudieran bajar a comer, en lugar de hacerlo uno por uno, cada vez que tenían que lavar la camisa. La hospitalidad de aquellas mujeres que, en el día de la muerte del poeta, tejieron una bandera republicana para que pudiera llevarla encima del féretro en ese último viaje.

Soria, en el corazón del poeta

Y ya por último, quería hacer mención a dos escenas del cómic que a los dos nos parecen fundamentales. Como les contábamos, el viaje en ‘Los días azules’ es cronológico, de modo que se narra la historia des de noviembre de 1936 hasta febrero de 1938.

Sin embargo, y como no podíamos contar toda la vida del poeta en este volumen, nos pareció importante regresar a dos hechos de su vida especialmente relevantes. El primero es una anécdota de la infancia, a la cual es evocado a través de los limoneros del jardín de Rocafort y que, bajo la propia opinión del poeta, marcó su carácter sencillo y humilde. Bueno, no quiero desvelársela por completo, así que pararé aquí.

La segunda tiene que ver justamente con Soria y con Leonor. Leímos en las Últimas Soledades del poeta Antonio Machado, de José Machado, que los dos grandes amores del poeta fueron, su madre, Ana Ruiz y evidentemente, Leonor.

La página dedicada a la muerte de Leonor, es de las que más me gustan: la pareja pasea por la orilla del Duero y en una misma viñeta, partida en tres, como si de un frame de una película se tratara, ella desaparece, soltándose de la mano de Antonio y solo queda un remolino de hojas suspendidas en el aire. Además, creimos que era la mejor manera de escenificar la muerte de Leonor, respetando su figura y la importancia vital de este triste suceso para el poeta.

En nuestra obra y así nos lo han hecho saber algunas de las personas que la han leído, la presencia de Leonor se hace sentir entrañable y vívida, como el inmenso cariño que el poeta sintió por estas tierras, por su amada, tristemente fallecida de manera prematura, y por los paisajes de esta Soria que es poesía, se la mire por donde se la mire.

De la primera vez que visitamos Soria hace ya unos cuantos años. Fue en 2011 y puedo asegurarles, aunque ustedes lo sabrán más que nadie, que se trata de uno de los lugares más hermosos que hemos visto nunca.

Otra de las gratas sorpresas que el viajero se lleva al visitar Soria es, sin duda alguna, el enorme cariño con el que la ciudad guarda el recuerdo del paso del poeta. Sepan que los admiradores de la poesía y la figura de Antonio Machado les estamos profundamente agradecidos por ello. Y que, muy a pesar de que el poeta descanse en Collioure, su presencia se nota, de corazón, aquí.

Muchas gracias

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