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La Octava Real de las Ánimas, rehabilitada y en su nueva ubicación

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La concejala de Servicios Locales, Ana Alegre, ha explicado que se sigue mejorando la Ruta de los Personajes Ilustres del Cementerio Municipal y se ha incorporado a la misma un poema escrito en octava real sobre una madera de olmo que se ha rehabilitado en una iniciativa de Ángel Lorenzo, en colaboración con Maribel Zapatero y Silvano Andrés de la Morena, en la que ha participado también el almacén municipal. Esta Octava de las Ánimas se encontraba en la pared del ábside parroquial y actualmente se ha recuperado para su lectura, colocándose en el Patio Antiguo junto al rincón del muro cementerial oeste con la fachada sur de la parroquia Virgen del Espino. Se trata de una pieza literaria de gran perfección formal y tono clásico, cuyo contenido pide un ruego por el alma de las dos mujeres, madre e hija, que aparecen en la parte descriptiva del pirograbado.

Así mismo, junto a esa fachada sur de la iglesia, y cerca de la tumba de Leonor, se ha resituado un conjunto escultórico funerario realizado por Emiliano Molina Payés y correspondienrte a una sepultura clausurada, como se hará igualmente con otros casos similares.

Historia de la Octava de las Ánimas

El marido y padre, Felipe Ortiz de Zurbarán, regidor de Soria, fue heredero del mayorazgo del mismo apellido, con casa solariega en la calle Fuentes, contigua al edificio del Ayuntamiento, y habiendo muerto en 1782… “mandó que se le enterrase en la bóveda que está debajo del camarín de Nuestra Señora Del Espino”. María Rafaela Goñi fue enterrada en el cementerio de Soria en 1834, mientras que la hija, María del Carmen Ortiz, esposa de D. José María Cejudo y Almonaster, falleció en 1837 aunque se desconoce el lugar del óbito ya que a su marido, que había ejercido la Cátedra de Prima de Leyes en la Universidad de Santa Catalina en El Burgo de Osma, sido secretario de la Sociedad Económica Numantina de Amigos del País e incluso magistrado de la Real Chancillería de Valladolid con José I (Bonaparte), se le pierde la pista tras la invasión francesa.

En 1845, los restos de la madre y de la hija fueron trasladados de sus respectivos enterramientos a la bóveda panteón donde yacía el padre, instalándose en ella la placa de madera que ahora se ha recuperado. El epitafio permaneció allí hasta mediados del S. XX cuando, a causa de unas obras realizadas en la entrada de la cripta, que quedó cegada por una escalera de acceso al camarín, se trasladó a la pared exterior del mismo, justo encima de donde habría estado la tumba de María Rafaela, la madre. En ese lugar permaneció la octava hasta 2019 en que, por cuestiones de conservación y puesta en valor de tan interesante pieza, fue trasladada al lugar en el que se encuentra ahora.

 

No se sabe con certeza el nombre del autor de la octava pero hay indicios de que pudiera ser Antonio Pérez Rioja, Cronista Honorario del Muy Ilustrísimo Ayuntamiento de Soria, tercera generación de la familia Rioja instalada en nuestra ciudad desde finales del S. XVIII. En cualquier caso, los versos de la octava presentan una delicada calidad dentro de su simplicidad, merecedora del aprecio del visitante de esta definitiva y “fúnebre morada” que constituye nuestro cementerio soriano.

 

 

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