Bécquer y Soria
San Saturio, dibujado y descrito por los Bécquer
El 31 de agosto de 1867 se publica en la página 3 de El Museo Universal este grabado de la ermita de San Saturio y su entorno inmediato, basado en un dibujo de Valeriano, hermano de Gustavo Adolfo Bécquer, a quien se le supone la autoría del texto descriptivo que transcribimos a continuación. Se volvió a publicar el grabado en La Ilustración de Madrid y La Ilustración Española y Americana el 21 de noviembre de 1880 reutilizando seguramente la misma matriz.
La ermita de San Saturio. Patrón de Soria
Desde la cabeza del puente que facilita la entrada de la ciudad de Soria por la parte del Duero, arranca una hermosa alameda que bañando en sombra la orilla izquierda del río, conduce hasta la ermita de San Saturio, cuya vista damos hoy, atravesando antes las deliciosas huertas de San Polo. En el punto que termina esta alameda, comienzan a elevarse los ásperos estribos de ls Sierra de Peñalba.
Asegura una piadosa tradición que al pie de esta sierra, y en una cueva socavada junto al formidable peñasco sobre el que se asienta hoy la ermita, vivió y murió en época muy remota el santo que le da nombre, y bajo cuya protección se ha colocado la antitua ciudad de Soria.
La ermita tiene dos entradas: una, abierta en la peña viva, que conduce a las habitaciones del santero por una escalera subterránea labrada a pico y que se remonta hasta la cima del peñasco en que se encuentra el templo, y otra que se dirige al pórtico de éste, dando vueltas por entre las sinuosidades de la sierra, y que se compone de muchos tramos de escalones de berroqueña, con descansados rellanos que sombrean árboles, adornan balaustradas y desde los cuales se gozan manfíficos puntos de vista.
La ermita de San Saturio, que goza de grande celebridad en toda la provincia, es más notable por su pintoresca situación que por el mérito artístico de su fábrica. Colocada entre rocas a la falda de una escarptada sierra, mirándose en las aguas del Duero que corre a sus pies, y dominango por largo espacio el curso del río, parte de la antigua ciudad y las frondosas huertas que por el lado de San Polo adornan la margen del Duero, las líneas sencillas de su fábrica exterior armonizan con el accidentado fondo sobre el que se destaca. El interior de la iglesia, en el cual predomina el mal gusto churrigueresco que comenzaba a invadir el arte en la época a la que se debe, está profusamente decorado. Tiene la forma de un paralelogramo octógono, y ni los retablos, ni los frescos en que se representan pasajes de la vida del Santo, ofrecen particular estudio bajo el punto de vista artístico.
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