San Saturio de Soria
San Saturio, ermita y culto según Nicolás Rabal
Nicolás Rabal y Díez ha sido uno de los historiadores sorianos más leído por su obra Historia de Soria (1889) en donde recoge leyendas y curiosidades a destacar. Fue presidente del Casino Numancia (1880-1881) y también dirigió el Instituto de Soria. Hay que reseñar su doctorado en Filosofía y Letras en la Universidad de Madrid en una época en la que el krausismo imperaba, y de hecho fue discípulo de los krausistas y masones Sanz del Río, Salmerón, Castelar y de Francisco Canalejas. Es autor igualmente de la pequeña obra dramática, manuscrita, La ermita de san Saturio que se estrenaría en el Coliseo de Soria, en 1893. Era bachiller en Teología, mas abandonaría los estudios eclesiásticos. En su Historia de Soria dedica las páginas 305-315 a San Saturio, que transcribimos a continuación (para facilitar la lectura hemos creado secciones y realizado varios puntos y apartes en los párrafos largos originales).
La emita de San Saturio
Pero la ermita de más extraña construcción y de más devoción también en Soria, es la de San Saturio, que se encuentra al O de la ciudad, en la margen izquierda del Duero, como se va hacia al mediodía por el camino de San Polo. Su situación no puede ser más pintoresca; á media altura de la falda de la sierra de Santa Ana (en otro tiempo sierra de Peñalba), sobre un risco saliente, que, bañado en su pie y profundamente descarnado, amenaza desplomarse y caer en el río, están como en el aire, la iglesia, la vivienda del santero, la de los antiguos capellanes, hoy sala reservada para los canónigos de la Colegiata ó los capitulares del ayuntamiento, y los salones de descanso, franqueados al público.
LA IGLESIA Y SUS PINTURAS
La iglesia es un octógono de regulares dimensiones, con su bóveda elíptica á manera de cúpula, coronada al exterior por un pequeño cimborio de ladrillo, que, destacándose en el azul del cielo, por encima del risco, completa la belleza del conjunto.
Los muros son sencillos, de mampostería en los macizos y de piedra sillar en las esquinas y ventanas, sin adorno ninguno al exterior; mas en el interior, bóveda y muros hasta el zócalo mismo están ricamente adornados con preciosísimos frescos, obra del célebre pintor Zapata, discípulo de Jordán é hijo de la población. Aparte de la delicadeza del dibujo y la viveza del colorido, llama extraordinariamente la atención en estos frescos el genio del pintor en la elección de los asuntos.
Sobre el retablo del altar mayor, en que está colocado el santo, aparecen las tres virtudes teologales con sus correspondientes atributos, y á derecha é izquierda los pasajes principales de la vida del Santo, como son : 1.°, el Santo repartiendo á la puerta de su casa su hacienda entre los pobres; 2.°, en la cueva, haciendo oración ante el Arcángel San Miguel; 3.°, el paso de San Prudencio por el Duero sobre su capa; 4.°, la sepultura del Santo por San Prudencio, y 5.°, la canonización del Santo por San Prudencio.
En la cúpula, aparecen los principales anacoretas del desierto, empezando por Jesucristo, a quien se representa con el diablo, cuando éste le presenta las piedras para que las convierta en pan; siguen á Jesucristo, San Juan Evangelista, desterrado en la isla de Patmos; el profeta Elías, recibiendo el pan que le lleva un cuervo ; San Onofre, el ermitaño, con la cabellera crecida que le llega hasta los pies y desnudo haciendo oración ante una cruz; San Antonio Abad con el diablo, en forma de una mujer hermosa y desenvuelta, provocándole á la lascivia; San Pablo, el primer ermitaño, sin acompañamiento ninguno, en oración; San Benito dando su regla á los monjes, y por último, San Saturio, coronándolo un guerrero romano, detrás del cual aparecen personificados los siete pecados capitales en forma de medusa, el macho cabrío y otras figuras.
CUEVAS
La cueva tiene varios antros ó concavidades, á diferentes alturas, puestas en comunicación unas con otras ó bien naturalmente por angostas subidas y bajadas, ensanchadas á pico, ó por medio de pasillos exteriores, que dan á la vez entrada á las diferentes bocas de la misma y á las habitaciones construidas en los salientes de la roca. En uno de estos huecos existe una capilla rústica con un altar sencillo, dedicado á San Miguel, donde se cree tuvo el santo el oratorio, y junto á él otro más pequeño, donde murió y recibió de san Prudencio sepultura.
En otra concavidad más espaciosa, hay unos escaños de piedra sillar, como para servir de asiento á unas veinte personas; es la sala capitular de la hermandad de los Heros, quienes, según costumbre, debían celebrar precisamente allí sus reuniones en ciertos días del año; y por último, las salas reservadas y los salones públicos, oportunamente adornados con algunos preciosos cuadros al óleo, que representan pasajes diferentes de la Sagrada Escritura, y amueblados también con mesas y con bancos, y aun sillas poltronas convidan á pasar allí un buen rato, contemplando desde los voladizos de los rasgados balcones, el abismo profundo que hay debajo hasta el río, en cuyo inmenso espacio se ven cruzar las águilas en busca de sus nidos, colocados en los entrantes inaccesibles de la roca.
BIBLIOGRAFÍA SATURIANA
Ahora bien, los antecedentes de esta ermita y del culto que hoy se tributa al santo, merecen ilustrarse, porque hasta hoy ha sido mucho lo que sobre este punto se ha escrito, pero con poca crítica. Ni el autor de la historia manuscrita de Soria y sus linajes, Martel, ni el cronista Mosquera, hablan sino muy poco de la vida de san Saturio, porque sin duda alguna, en sus tiempos no se tenía en tanta veneración como se le tuvo después, y el primero que lo hace extensamente es el doctor Tutor y Malo, quien, en su Historia de las dos Numancias, le dedica nada menos que cuatro capítulos extensos, dando por cierto cuanto encuentra escrito en los falsos cronicones, y añadiendo de su cosecha lo que le parece conveniente. Un monje carmelita, del hospicio agregado al convento de monjas de Nuestra Señora del Carmen, el padre fray Francisco de Marcos, escribió en 1690 una Vida de San Saturio, que debió valer más que la de Tutor y Malo, porque al contrario de la de éste, mereció la aprobación del Ayuntamiento de la ciudad, y aun se acordó subvencionar la publicación, pero ó no llegó el caso de publicarse ó se ha perdido la obra; otro autor, D. Juan Antonio Simón, cura de Pozuelo de Alarcón, en el arzobispado de Toledo é hijo de Soria, escribió dos tomos en folio con el título Del Anacoreta canonizado, sin decir nada de él, como no sea en el prólogo, por lo cual tenemos que atenernos á los originales antiguos que estos mismos consultaron, á fin de ver si logramos interpretarlos mejor.
Después de examinadas estas obras y otros varios documentos, sacamos en resolución que la vida de san Saturio está envuelta en la casi completa oscuridad, sin que de ella se sepa más que lo que incidentalmente se menciona en el breviario antiguo de la catedral de Tarazona, en una de las lecciones del rezo del obispo san Prudencio.
Los PP. Bolandistas en el voluminoso año cristiano en que procuraron insertar las actas de todos los santos, colocan á san Saturio entre los pretermitidos, y confiesan que no han podido hallar más datos que los que se citan en el Breviario de Tarazona, que no lo encuentran en ninuno de los santorales ni calendarios, y que dudan de su existencia, y hasta si en la ciudad de Numancia, Soria, ó sus cercanías, se le da siquiera culto. Culpa es ésta, á la verdad, de los de Soria, que cuando los PP. Bolandistas pidieron datos á la ciudad desde Bélgica, donde imprimían su santoral ó diccionario, no sabemos por qué no se los suministraron. Nada hubieran dicho los de Soria sobre su vida más de lo que constaba por las lecciones del breviario de Tarazona, pero sí hubieran podido certificar de la existencia de sus reliquias y de su sepulcro, y del culto que se le rendía hacía algunos años.
Como quiera que sea, las noticias que tenemos de la vida de san Saturio, se reducen todas á las que se encuentran en el mencionado breviario, con ligeras variaciones, reproducidas en una vida apócrifa de la Edad-media, atribuida á Pelagio, arcediano y sobrino del obispo san Prudencio. Los cronistas han ampliado esta historia extendiéndose en conjeturas, ó haciendo extensos comentarios, y la tradición ha recargado la vida del santo con algunos piadosos milagros.
NACIMIENTO DE SATURIO Y ORATORIO DE SAN MIGUEL
Más interesante hubiera sido averiguar la fecha del año de su nacimiento. El Sr. Tutor da por cierto que éste tuvo lugar á fines del siglo v, en el año 493; pero tampoco puede dársele crédito, pues el breviario no dice más sino que nació en aquel tiempo en que la luz del cristianismo iluminaba el orbe entero.
El continuador de la España Sagrada de Flórez, Sr. D. Vicente de Lafuente, confiesa no poder fijar la época de la existencia del obispo de Tarazona, porque no se consigna en el breviario, y únicamente hubiera podido calcularse por la de san Saturio, si ésta se supiera. Lo mismo decimos los de Soria; tampoco podemos fijar la de nuestro santo, porque se ignora la de san Prudencio, por cuyo medio únicamente hubiéramos podido averiguarla. Sin embargo, todos convienen en que estos santos florecieron entre los últimos años del siglo v ó la segunda mitad del VI. Á juzgar por lo que, en el breviario de Tarazona y la relación del Arcediano Pelagio se dice, san Prudencio, luego que murió san Saturio, enterró su cadáver en la misma cueva y abandonó aquel sitio donde,sin que se sepa cuándo, se levantó más tarde por la devoción de los fieles, una ermita al arcángel San Miguel, que fué el título primitivo de la actual de San Saturio; mas Tutor y Malo añade, tomado de otro historiador, Tamayo, que san Prudencio volvió de Tarazona cuando ya era obispo de aquella ciudad, y lo canonizó por sí y ante sí, exponiéndolo al culto con el siguiente epitafio que colocó en su sepulcro
Hic requiescit famulus dei
Saturius qui postquam vitam
Perfere 36 amnos heremiticam
Trasegiset. Miraculis
Clarus abdormibit in Domino
Annorum 75 VI Nonas Octobris
AEra 606 de CVI
No hay más que examinar detenidamente el fondo y forma de este epitafio, para comprender que su autor no fué san Prudencio, sino cualquiera otra persona, cuando más tarde se descubrieron sus restos y se le dió culto público por los sorianos.
Asimismo quedó fundada y dedicada la ermita á San Miguel en el oratorio del santo, pero tampoco esto se deduce ni con mucho de las lecciones del Breviario ni de la relación de Pelagio.
No ha sido posible hasta ahora, ni es de esperar que lo sea en adelante, averiguar el origen primitivo de esta ermita, ni lo que fué del sepulcro del santo anacoreta durante el largo período de la dominación árabe hasta los tiempos de la reconquista.
Probablemente el oratorio y las reliquias del santo anacoreta permanecieron abandonados, hasta que en la época de la repoblación de Soria y la restauración y fundación de sus iglesias, verdaderamente primitivas del siglo XII, se construyó, por lo ameno del sitio ó por algún recuerdo tradicional, la ermita de San Miguel, y entonces se encontró allí el cuerpo del anacoreta por mucho tiempo ignorado.
Así se desprende del siguiente acuerdo del muy ilustre Ayuntamiento, que aparece en el libro de actas de sus sesiones correspondiente al año 1553 y 24 de Mayo, primera noticia auténtica que después encontramos, y transcribimos íntegra aquí por lo rara:
« Otro sí dijeron, que por cuanto la Iglesia Ermita de San Miguel de la Peña de esta ciudad, es una ermita devota de mucha antigüedad y hay en ella un cuerpo Santo que dicen de San Saturio, é allí la dicha ciudad va en sus procesiones y en ella se tiene gran devocion por ser como es cosa tan devota é agora se quiere caer é undir é seria en mucho daño, por tanto mandaban é mandaron que para el reparo de dicha Ermita é edificio, de la madera que hay en las casas que esta ciudad ha comprado para la salida de la puente de dicha ciudad, se dé y tome lo que fuere menester y en la costa de las obras que lo hiciere, esta dicha ciudad pague la mitad, é la otra mitad pague la Iglesia de San Pedro, que salía de la dicha ermita, por esto como está dicha Iglesia de San Pedro tan pobre, Miguel Mogica y Juan de (Secretarios).»
Por este acuerdo se ve que, á mediados del siglo XVI, casi se había olvidado la memoria de San Saturio, y no se conservaba más que una ligera reminiscencia de que, en la antigua ermita de San Miguel, á donde la ciudad iba en sus procesiones, se conservaban los restos de lo que se decía que era un cuerpo santo; no se hubieran expresado los regidores de Soria con esta vaguedad y aun manifiesta duda, si sobre su sepulcro se hubiera conservado el supuesto epitafio que atribuye á san Prudencio el cronista Tutor y Malo. Sin embargo, también es verdad, por lo que de este acuerdo se deduce, que la ermita de San Miguel era muy antigua y que si no había sido erigida poco después de la muerte de san Saturio, cuando menos llegaba á los primitivos tiempos de la reconquista.
DEVOCION Y FESTEJOS
Mantenida así por tradición la memoria del santo anacoreta, creció rápidamente la devoción desde este acuerdo. Al llevar á cabo la reedificación acordada por el Ayuntamiento, se le hizo ya una capilla dentro de la ermita, y se colocaron en una urna sus huesos; un rico portugués, arrendatario ó dueño de los lavaderos de enfrente, atribuyendo á protección del Santo el buen éxito de sus negocios en el comercio de lanas, que mandaba á Flandes y á Francia, arregló a su costa el camino que conducía á la ermita con una larga barbacana, y construyó, para la subida á una de las diferentes entradas de la cueva, una escalinata de piedra (1600), con lo cual los fieles dieron en hacer frecuentes visitas al Santo, convidando como convidaba á ello lo ameno del sitio y fácil acceso.
Los canónigos de San Pedro, encargados del cuidado de la ermita, fomentaron esta devoción prodigando á los piadosos fieles los pequeños fragmentos de sus reliquias, en términos que el Ayuntamiento al poco tiempo (1646) echándolo de ver, dispuso que en la urna en que se conservaban se pusieran dos llaves, una de las cuales debía guardar el cabildo y otra el Ayuntamiento, en poder de su canciller y archivero el señor Conde de Gómara, como alférez mayor.
Aun llegamos al año 1600 y encontramos, registrados anualmente, los festejos públicos con que se celebraban las fiestas del Corpus y las de Santiago y Santa Ana, sin que se mencionen las fiestas de San Saturio, lo que indica que aún no pasaba su culto más allá de la general pero privada devoción.
Mas en 1630, hallamos otro acuerdo por el que se dispone hacer una rogativa, por la falta de lluvia que se sentía para los campos, y se convino sacar a la Virgen del Mirón bajando la imagen de ésta á la Colegiata de San Pedro, llevando á la vez allí la del Santo, para llevar a las dos imágenes en procesión. El cielo debió acceder á los ruegos de los fieles, regando con la abundante lluvia los campos, porque al año siguiente de 1631, la ciudad acordaba por primera vez, que el día 1.º de Octubre, víspera del de San Saturio, se fuera en procesión á la ermita de San Miguel, donde estaba el cuerpo del Santo, y se trajera la imagen á la iglesia de San Pedro, y al día siguiente fuera la ciudad y se dijera en su honor misa solemne y sermón , así como también que por la noche hubiera grandes luminarias, y a la procesión fueran todas las cofradías, los pendones y las ceras, anunciándose esta nueva fiesta los vecinos por medio de un pregón.
Para tres años se le hizo con esto fiesta al Santo; mas al cuarto de 1634, volvióse á tomar acuerdo, por la ciudad, de celebrar otra vez lo mismo que se había celebrado el año pasado, añadiendo á los festejos públicos una corrida de toros de muerte, y en adelante ya se celebró fiesta sin interrupción, encargando á los comisionados de festejos que trajeran para ella todos los años los mismos toros que se traían para la de Santiago y Santa Ana y para Nuestra Señora de Agosto.
Á los pocos años de establecer la fiesta, (en 1646) se consignaba ya que el Ayuntamiento tenía por patrono de la ciudad al glorioso San Saturio, cuyo cuerpo estaba en la ermita de San Miguel de la Peña, donde había habitado y muerto hacía 1500 años, cuyas reliquias se conservaban con soberana fragancia.
SAN MIGUEL Y SANTA ANA
Por último, el año 1698, la ermita de San Miguel quiso hundirse como la vez primera, y la ciudad acordó reedificarla de nueva planta con el concierto de todos los vecinos, y así se hizo en efecto, demoliendo la primitiva ermita hasta los cimientos. Entonces se colocó con fiestas, en el altar mayor, la imagen del Santo de medio cuerpo, y el arcángel San Miguel fué arbitrariamente relegado al olvido, hasta que más tarde, por consejo de alguna persona imparcial y compasiva que reparó en este injusto despojo, se le hizo un altar, aunque humilde, en el hueco donde hasta entonces habían estado los huesos de san Saturio, ensanchado artificialmente á pico.
La misma suerte que San Miguel corrió Santa Ana. Su antigua ermita que se alzaba en la cima de la montaña, se abandonó no sabemos cuándo, dejando que se hundiera, y la imagen se trajo también á la de San Saturio, á quien cada día profesaron más devoción y rindieron culto los vecinos, enriqueciendo su fábrica con limosnas continuas, fundaciones y donativos.
Tal es la historia de la actual ermita de San Saturío y su culto, hasta el año 1700.
CANONIZACION
En tal estado, ya no faltaba más para el completo culto público del Santo que tener un rezo propio, pues que hasta ahora, éste se hacía por el oficio común de confesores, y al efecto, la ciudad y el cabildo elevaron sus súplicas á la Santidad del Pontífice Benedicto XIV, quien se digno aprobar el que al efecto se propuso, legitimando de este modo ó confirmando indirectamente su canonización.
Decisión era ésta del Sumo Pontífice, de gran interés para Soria, porque hacía ya tiempo que algunos excesivamente escrupulosos en la materia dudaban de la legitimidad y del acierto con que se había quitado del altar á San Miguel y se había puesto en su lugar a San Saturio, preguntando cuándo había sido canonizado un santo como éste, generalmente desconocido y que no figuraba en el martirologio romano. Esto sucedía á no dudar, aunque nadie se atrevía á consignarlo por escrito, cuando vemos aparecer, no bien terminadas las obras de la nueva ermita, la primera parte de la voluminosa obra en folio, titulada «El Anacoreta Canonizado », en la que su autor el doctor Juan Antonio Simón, cura párroco de Pozuelo de Alarcón, antes citado, hijo natural de Soria, demuestra en un prólogo lleno de erudición, que vale más que todo lo restante de la obra, cómo el anacoreta san Saturio quedaba canonizado, como lo fueran san Pedro y san Pablo, y todos los santos de los primeros siglos de la Iglesia, por la notoria fama de su santa vida y la aclamación de los fieles, á lo que, dando tácitamente asenso la Iglesia, venía á constituir una verdadera canonización, fundada en el legítimo derecho de la tradición y de las costumbres.
Esto sin contar con que no faltaba historiador (Tamayo Salazar) que aseguraba haber sido canonizado por su mismo discípulo san Prudencio, que vuelto a Soria cuando ya era obispo, lo había expuesto al culto público, y este era el rito ó forma de canonización establecida por la Iglesia, hasta que el papa Alejandro III limitó á su dignidad la facultad de autorizar los cultos.
Reunía, pues, san Saturio, todos los requisitos de un verdadero santo, y por tal era tenido con razón y con derecho canónico, pero ni aun con las numerosas pruebas del erudito cura de Pozuelo se quedaron los que de ello dudaban convencidos.
Por todos estos motivos, la aprobación del rezo en cuestión se celebró con grandes fiestas, considerándola como un verdadero acontecimiento. Un aficionado poeta de la villa de Almazán, el presbítero D. Manuel Gutiérrez Caravantes, cura párroco de Nuestra Señora de Campanario, nos dejó la descripción de estas fiestas en un poema que dedicó a la ciudad y apareció impreso en Catalayud, en la imprenta de Gabriel Aguirre, con los tres sermones que se predicaron puestos por apéndice (el poema no puede ser más vulgar, ni los sermones más indigestos; unos y otro son el tipo de mal gusto general y decadencia de la literatura del siglo XVIII en prosa y en verso; pero ellos sirven para conocer con todos los detalles estas fiestas, que es lo que interesa para la historia y hace al objeto).
SOLDADESCA DE LOS HEROS
Desde entonces quedó establecida como fiesta de precepto para la ciudad, la función religiosa de San Saturio, como patrono, el dos de Octubre de todos los años, la cual se reducía á una función religiosa de misa y sermón, con una solemne aunque sencilla procesión, sin ofrecer más particularidad que la asistencia de la célebre soldadesca de los Heros.
Esta hermandad tenía sus reuniones ó cabildos, para tratar de sus asuntos, en el estrado de piedra sillar (de que se habló al principio), construido, sin duda por ellos, en una de las concavidades de la cueva, y el día del santo, todos los cofrades vestidos de ceremonia, con casacas, calzón y tricornio de color negros, empuñando cada uno un bastón en forma de yugo, esteva y otros instrumentos de labranza, y precedidos de dos alabarderos con uniforme entre militar y labrador, salían al compás de una caja, que sonaba con un redoble especial, de la casa de ayuntamiento.
Desde allí se dirigían con la ciudad á la Colegiata, donde asistían á la función de iglesia, y tanto en la entrada del templo como en la de la casa de ayuntamiento, uno de los cofrades revoloteaba una gran bandera de damasco, haciendo varias evoluciones que llamaban la atención de todos los espectadores por su habilidad y destreza. Desde el ayuntamiento se dirigían á la Soledad, en cuyo atrio se repetía el revoloteo de la bandera, y desde allí se dirigían á la casa del preboste, terminando hasta el otro año la fiesta.
Esta costumbre ha durado hasta hace pocos años, en que los cofrades de los Heros, considerando que era ridículo vestir aquellos antiguos trajes, se limitaron á asistir sencillamente, sin uniforme, como otra corporación cualquiera.
Tal es la historia de las fiestas de San Saturio
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