Soria en la Historia

Sobre el Pendón de la Ciudad de Soria (Parte 1ª)

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Temas históricos. El pendón de la Ciudad de Soria

BLAS TARACENA AGUIRRE

 La Voz de Soria,  6 de octubre de 1925

 

La simpática ceremonia de la entrega del pendón de la Ciudad de Soria que los sorianos han costeado en suscripción popular y la mujer soriana, dignamente representada por una Comisión de damas, tuvo el noble empeño de confeccionar, ha tenido la virtud de atraer la atención de la prensa sobre los olvidados temas históricos. Tan grato es para nosotros este remover los recuerdos más viejos que también nos vamos a permitir opinar acerca del color del pendón de la Ciudad de Soria.

Esta vez se debe la iniciativa de tal cotejo de opiniones a la docta pluma de nuestro querido amigo el Sr. Marqués de Saltillo, cuya gran competencia en materia histórica es conocida desde hace ya bastantes años. Aboga este culto escritor, en brillante artículo publicado recientemente, porque se restablezcan en el pendón soriano el color azul que cree fue el que nuestra gloriosa enseña dio al viento presenciando la muerte de soldados sorianos en las Navas, en Brihuega y en Rioseco y apoya su convencimiento de que este fue el verdadero color de nuestra vieja enseña en una nota que don Juan Loperráez pone en la página 106 del tomo II de su Descripción histórica del Obispado de Osma.

Lamentamos disentir de la opinión de nuestro amigo pero, testimonios anteriores al de Loperráez demuestran que no debió ser azul el color del pendón de Soria. La cita por su aspecto descriptivo y su mismo carácter de nota debe ser producto de una visión directa del pendón de la Ciudad y no obedecer a datos tomados de la que fue su fuente inmediata y más copiosa, el manuscrito de Argaiz que en Burgo de Osma se conserva y diligentes y muy eruditos investigadores estudian en estos momentos. La obra de Loperráez parece pues indicar (mientras el cotejo con Argaiz no demuestre lo contrario) que en la segunda mitad del siglo XVIII era azul el color del pendón de la ciudad pero en modo alguno autoriza a pensar que lo fuera el que ganó laureles en las Navas, el más viejo pendón soriano de que tenemos noticia. El manuscrito de Martel (Biblioteca Nacional m. 3132) titulado “De la fundación de Soria, del origen de los doce linajes y de las antigüedades de esta ciudad” publicado hace pocos años por don Manuel Hilario Ayuso, obra al parecer muy de comienzos del siglo XVII, dice con toda claridad: “El pendón es de damasco carmesí, bordadas en él, de hilo de oro, las armas de la ciudad”. Y la autoridad del manuscrito de Martel se valoriza plenamente por un sencillo cotejo con la fuente tan copiosa y utilizada por todos los que se han ocupado de la historia soriana, “La Numantina” de Mosquera de Barnuevo.

Esta cita de Martel, anterior en más de un siglo a Loperráez destruye plenamente la suposición de que sería azul el pendón soriano que ondeó en las Navas y también la de creer insustituible tal color al confeccionar hoy una bandera que simbolice a la Ciudad. Pero a mi ver se puede también interpretar de otro modo este cambio de color en tan corto espacio de tiempo y sin razones que lo abonen, y es en el sentido de que nuestra enseña no ha tenido en todo el correr de los siglos un color fijo, pues el color en el pendón no alcanza en modo alguno el valor simbólico de las armas que son en ella el verdadero emblema, y en todos los tiempos, hasta los muy modernos, han sido las mismas Todavía queda la posibilidad de un tercer color que quizá cuadrara a nuestro pendón y es el llamado morado de Castilla.

Partiendo pues de esta demostrada variación de colores veamos las razones que no hacen inadecuado el color blanco en nuestra enseña. Desde que el Rey Felipe V comenzó a regir los destinos de España, tanto él como sus sucesores borbónicos implantaron la moda del color blanco en las enseñas españolas y esta tendencia culminó en la disposición de Carlos III de 1768 que manda unificar en blanco todas las regimentales. A ello se debe sin duda el que la provincia de Soria ostente en la enseña de su Regimiento el color blanco durante la primera mitad del siglo XIX cuya bandera (del Regimiento Provincial de Soria), también gloriosa puesto que ha servido de guía a nuestros soldados en las batallas y ha visto morir a los hijos de Soria defendiendo un ideal tan sagrado como el de la integridad nacional, el de la integridad de la conciencia, es hoy desgraciadamente la única que se conserva, si bien en lugar donde difícilmente se contempla con comodidad.

Pero hay más, el color de esta enseña provincial pasó en pleno siglo XIX a ser adoptado por nuestro Concejo y usado durante más de cincuenta años en todas las ceremonias a que asistía como Corporación: todavía en viejos arcones de nuestro Ayuntamiento se guardan los restos de los trajes que usaron los maceros municipales durante toda la segunda mitad del pasado siglo y aun puede que en la primera, en época en que aún era general la preocupación de los pueblos por su propia historia, y estos trajes eran completamente blancos. Tan solo hace muy pocos años, al mismo tiempo que se hacían grandes inno­vaciones en las armas de la ciudad y se aumentaban con elementos que ninguna razón histórica abona, se volvió a tomar el color rojo como distintivo de la Corporación municipal.

Vea mi culto amigo el señor marqués del Saltillo por qué creo que nuestro pendón no debe ser azul, que no fue azul nuestra enseña durante los siglos XIII al XVII, ni debió serlo en el XIX y vea cómo estos mismos cambios del color usado por nuestro Concejo demuestran la accidentalidad del mismo en el transcurso de los siglos.

Unámonos con la tradición, sí, pero con cadena de prietos eslabones y sin dejar soluciones de continuidad difíciles de llenar, que la historia de los pueblos la escriben los pueblos mismos con sus hechos de cada día y al referirla, no se puede prescindir de lo que inmediatamente nos precede sin correr riesgo de desarticular su edificio.

Sirva esta mi modesta opinión, alejada de toda intención de controversia, de cordial saludo de bienvenida al campo común e inexplorado de la historia soriana a la pluma tan docta y acreditada del marqués del Saltillo que tantos obscuros pasajes ha de iluminar.

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