Antonio Machado y Soria

Soria añorada por Antonio Machado en “Iris de luna”

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En enero de 1923 la revista literaria “La Pluma”, nº 32, fundada por Manuel Azaña y Cipriano de Rivas Cherif, rinde homenaje monográfico a Valle-Inclán que va ilustrado con dibujos de Ángel Vivanco y José Moya del Pino (ilustrador de su Opera Omnia y, muy especialmente, en “La lámpara maravillosa“).

Con tal motivo, a finales de 1922 remite Machado una carta a Manuel Azaña en la que inserta un poema dedicado a Vallé-Inclán, que se publica con el título de “Iris de Luna” y la dedicatoria «Al maestro Valle-Inclán». Posteriormente se incluye en “Nuevas canciones” (Madrid, Mundo Latino, 1924), cambiándole el título a “Iris de noche”.

 

Al maestro Valle-Inclán

Antonio Machado conoce a  Ramón del Valle-Inclán, en 1896, en una de las tertulias presidida por Eduardo Benot, y desde entonces consta su admiración y amistad constante (el aprecio que Machado le tiene, manifestado en cartas, versos y en “Juan de Mairena”, se evidencia en la dedicatoria al calificarle de “maestro” en “Iris de Luna”). A finales de 1902 e inicios de 1903 acompaña a Valle-Inclán en su gira teatral por Granada y Sevilla, gira durante la cual se publica su primer libro, “Soledades”. Después coincidirán en tertulias madrileñas y en revistas literarias.

La sección “Salmodias de Abril” de “Soledades” se la dedica Machado  a Valle-Inclán y, en “Soledades. Galerías. Otros poemas” (1913), le dedica el soneto “Elogios” con el epígrafe “Flor de santidad. Novela milenaria, por don Ramón del Valle-Inclán”, que servirá de prólogo la segunda edición de “Flor de Santidad” (1913) pero que tal vez tuviera escrito ya en 1904 pero le llegó tarde a Valle-Inclán para incorporarlo en la primera edición de “Flor de Santidad”. Por otra parte,  desde Barcelona, con fecha 1 de agosto de 1938, escribe Machado el prólogo a  la nueva edición de “La corte de los milagros” (Madrid-Barcelona, Editorial Nuestro Pueblo, 1938), donde rememora algunas anécdotas del escritor gallego, fallecido el 5 de enero de 1936.

 

Arco iris misterioso

Hacia Madrid, una noche,
va el tren por el Guadarrama.
En el cielo, el arco-iris
que hacen la luna y el agua.
¡Oh luna de abril, serena,
que empuja las nubes blancas!

La primera estrofa, de cinco versos, nos ubica espacio-temporalmente: el poeta evoca un viaje en tren desde Segovia –donde ejerce de profesor en su instituto- hasta Madrid, en una noche de abril. La luna ilumina el cielo, con sus nubes blancas, y su atención destaca un fenómeno óptico, “el arco iris que hacen la luna y el agua”, que nos parece irreal ya que el arco iris se produce con las partículas de lluvia reflejando la luz solar diurna. ¿A qué arco iris se estará refiriendo entonces..?

Los dos primeros versos aportan una descripción realista, los dos siguientes son enigmáticos, en el quinto “anima” a la luna al otorgarle el don humano de ser “serena” y en el siguiente le atribuye el poder de “empujar” a las nubes.

Ensoñación infantil

La madre lleva a su niño,
dormido, sobre la falda.
Duerme el niño y, todavía,
ve el campo verde que pasa,
y arbolillos soleados,
y mariposas doradas.

  Los ojos del poeta dejan de mirar fuera del tren y se concentran en el interior del vagón y en dos pasajeros: una madre con su niño dormido. Y ahora, Machado pasa a ser el narrador omnisciente que se adentra en la psique infantil para revelarnos que, adormecido, todavía contempla lo que ha visto poco antes: el campo verde, los arbolillos soleados y las mariposas doradas.

Preocupación materna

La madre, ceño sombrío
entre un ayer y un mañana,
ve unas ascuas mortecinas
y una hornilla con arañas.

Omnisciente sigue en la tercera estrofa. Y se muestra realista, no ensoñador, puesto que nos muestra a una madre preocupada ante el giro que su vida ha dado ya que ha dejado su anterior residencia rural para vivir en la ciudad, donde ya no encenderá fuego del hogar y la hornilla de su cocina, abandonada, se va a cubrir de arañas.

Extravío psíquico

Hay un trágico viajero,
que debe ver cosas raras,
y habla solo y, cuando mira,
nos borra con la mirada.

Otro pasajero llama la atención del poeta. Y nuevamente se adentra en la psique de otra persona. Ni duerme, como sucede con el niño, ni es plenamente consciente como es el caso de la madre. Está como “ido”, absorto en una “visión interior”, habla para sí mismo y no ve los objetos ni personas que hay en el vagón.

Soria recreada

Yo pienso en campos de nieve
y en pinos de otras montañas.

El poeta deja de ser narrador omnisciente y se vuelca en un subjetivismo pleno. El viaje en tren, la luna, las nubes, ese arco iris misterioso, la madre con su niño y el visionario han provocado asociaciones anímicas surgidas de su inconsciente personal, y rememora otra tierra, la soriana, con sus campos de nieve, pinares y montañas, vistos “in situ” durante su etapa soriana como profesor de francés y su breve matrimonio con Leonor.

Se había casado con la adolescente Leonor Izquierdo el 30 de junio de 1909 y ella fallece debido a la tuberculosis el 1 de agosto de 1912. Pocos días después el poeta abandona Soria, tierra evocada después en poemas escritos en Baeza, como lo será igualmente Leonor, y así sucederá igualmente durante su etapa segoviana.

Estos dos versos, sin duda, se refieren a la tierra soriana. Y así lo sugiere el hecho de que, al incluir el poema en “Nuevas Canciones”, el que le precede es el titulado “Canciones de Tierras Altas”, las de Soria, que comienza así:

Por la sierra blanca…
La nieve menuda
y el viento de cara.
por entre los pinos…
con la blanca nieve
se borra el camino.
Recio viento sopla
de Urbión a Moncayo.
¡Páramos de Soria!

 La faz de Dios

Y tú, Señor, por quien todos
vemos y que ves las almas,
dinos si todos, un día,
hemos de verte la cara.

El intimismo machadiano en este poema tiene su culmen en la última estrofa. El final del camino humano es la muerte, todos lo sabemos… Pero ¿y el espíritu que la conciencia colectiva humana estima que perdura post-mortem..? ¿Qué sucede con él..?

Machado, tras morir Leonor, confiaba en volverla a ver en el “más allá”. Y en su poemario “Campos de Castilla” poetiza algunas de sus meditaciones sobre Dios. Luz de luces es Dios (Conciencia Absoluta que ilumina a las conciencias humanas), y omnividente, nos dice en esta estrofa… Pero lo que más le preocupa es si todos los seres humanos podremos ver “la faz de Dios” , todos, esto es “las personas buenas” y las que no lo son…

Muchas cosas más podrían decirse de este poema, y otros más capacitados lo harán sin duda. Todo un peregrinaje subyace en él: desde lo físico a lo psíquico, para concluir en lo metafísico.

Autor: Ángel Almazán de Gracia

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