Libros de Soria

“Virgilio Soria. Ráfagas sorianas”, una antología periodística tutelada por J.A. Gómez Barrera

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El Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, el Ayuntamiento de Soria y José Antonio Gómez Barrera han presentado hoy, martes 2 de marzo, el libro Virgilio Soria Ráfagas sorianas (Libros singulares, 28 Fundación Instituto Castellano y Leonés de la Lengua), coedición que se corresponde con una antología de textos periodísticos del escritor y periodista Virgilio Soria Montenegro (Monóvar 1895-Soria, 1964).

Esta edición, cuya introducción, selección, notas y epílogo ha asumido el arqueólogo e historiador Juan Antonio. Gómez-Barrera -catedrático de Instituto y Académico correspondiente por Soria de la Real Academia de las Buenas Letras de Barcelona-, recopila la extensa obra periodística de Virgilio Soria Montenegro, integrada por artículos, crónicas, reportajes, entrevistas y comentarios en los que se fija en el “pasado brillante y no necesariamente perdido” de Soria.

El director del Instituto Castellano y Leonés de la Lengua, Gonzalo Santonja, acompañado de Jesús Bárez, concejal de Cultura de Soria y de Juan Antonio Gómez-Barrera, responsable de la edición, han presentado estas obra de forma telemática.; acto al que también  ha asistido el periodista Ángel Almazán, secretario de la Red de Ciudades Machadianas.

 

El autor de la edición ha destacado cómo llegó hasta la figura de Virgilio Soria mientras estaba través de la biografía que estaba preparando del arqueólogo Blas Taracena, consciente de que su intención inicial era realizar una antología poética y una segunda de textos en prosas de la obra de Virgilio Soria, quien nunca tuvo la intención de escribir un libro. Por su parte, Santonja ha subrayado igualmente la capacidad de Virgilio Soria de aunar en su persona dos virtudes: ser un hombre muy metódico y al mismo tiempo muy sensible”, ha señalado después de elogiar su escritura envolvente. “Estoy orgulloso de haber contribuido a la difusión de este libro”, ha añadido.


´Ráfagas sorianas´ es un libro que su autor, Virgilio Soria, nunca llegó a escribir pero cuyas páginas fue entregando, una tras otra, a los periódicos sorianos desde el jueves 12 de junio de 1913 al lunes 13 de junio de 1932. Se trata de 163 piezas [entre estampas breves, ráfagas columnarias, artículos editorialistas y de opinión, crónicas de sucesos y curiosidades, cuentos, entrevistas, series periodísticas, investigaciones biográficas, crítica literaria, reseñas bibliográficas, análisis históricos, guías turísticas, informes técnicos y reportajes carismáticos, tradicionales y singulares, que forman parte de un conjunto más amplio, que Gómez-Barrera seleccionó, recopiló y transcribió directamente de aquellos viejos papeles -‘El Porvenir Castellano’, ‘La Voz de Soria’, ‘Noticiero de Soria’ y ‘El Avisador Numantino’- pensando en la construcción de una antología que fuera cronológica en la forma y exhaustiva en su intención.

Curioso en extremo, Virgilio Soria apareció como un articulista lúcido, de prosa limpia y sencilla, clara y natural, escueto cuando era preciso y argumentativo e historicista cuando se hacía necesario. Su trabajo sirvió de ilustración y referencia en trabajos biográficos e historiográficos, e hizo ver igualmente que fue mucho más que un simple poeta local y no una «afluencia súbita y momentánea», o un «haz de rayos de luz que aparece y desaparece procedente de un faro que gira, él mismo, igual que sus ‘ráfagas’», término que nunca explicó pero con el que llegó a encabezar una buena parte de sus prosas.

PERSONALIDAD PIOLIÉDRICA

Paloma Soria, nieta de Virgilio Soria, explica también en estas páginas algunos de los rasgos que permiten definir la personalidad `poliédrica’ de su abuelo: “hombre del siglo XXI, moderno, atrevido, independiente, certero a la vez que tolerante y flexible, severo a la vez que divertido y burlón; estudioso incansable y muy amigo de sus amigos». El mismo Virgilio Soria aseguraba días antes del 4 de agosto de 1964 en que murió, en el lecho hospitalario en que transcurrieron sus últimos instantes, no haber matado una mosca, no haber faltado a un amigo, pero sí que tuvo un hijo, que plantó un árbol y escribió un libro, por más que no pensara en este, que ahora, sesenta años después, le ofrecemos con preclara devoción.
Virgilio Soria Montenegro, nacido el 26 de junio de 1895, llegó a Soria en 1907, apenas cumplidos los doce años, y lo primero que hizo, casi a la par que Antonio Machado, fue entrar en el caserón del antiguo colegio jesuítico y solicitar «la gracia de ser admitido a examen de ingreso en el Instituto». Cumplimentó su matrícula oficial en los estudios de bachillerato nueve días después; y es muy posible que el uno de octubre, junto a su padre -don Rafael, jefe de Telégrafos de la capital- y su hermano Francisco, -al que muy pronto se le conocería como ‘el Sorianillo’- estuviera presente en el acto inaugural del curso.

Con el tiempo, casi media vida después, Juan Antonio Gaya insertaría su nombre entre los poetas de su ‘Santero’; y en 1982, dieciocho años más tarde de su muerte y veintiuno desde que lo escribiera, Gregorio Herrero y Antonio Hernández reprodujeron en ´La represión en Soria durante la Guerra Civil´ su poema ‘Tumbas’, mientras rememoraban la detención de su hijo (con no más de quince años), su suegra, sus cuñadas y su esposa. Esta, Esperanza Pérez Moreno, según documentan los padrones municipales de la época, aún permanecía detenida en 1939, sin cargo alguno, en el campo de concentración del ‘fielato’ de la calle de Valladolid.

La vida de Virgilio Soria fue tan poliédrica que difícil resulta en tan escaso espacio atenerse a una lógica ordenada, más conviene decir que se revistió siempre de una aureola de libertad y progreso, y de una visión tecnológica sin igual. En su temprana adolescencia ejerció de presidente de las Juventudes Republicanas, a la vez que su ansia inextinguible de saber le llevaba todas las tardes a la Biblioteca Provincial; y una cosa y otra desarrolló su concienciación social y su adecuada preparación para emprender su ingreso en el Cuerpo de Telégrafos, para ampliar con posterioridad estudios superiores de Física en la Escuela de Telegrafía de Madrid, y para escribir en su madurez las primeras obras de divulgación de la telecomunicación española [‘Historia de la Radiodifusión en España’ y ‘Orientaciones radiofónicas’.

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