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Cervantes y El Quijote en Soria
En un post anterior referenciábamos la nueva puesta en escena de la tragedia cervantina El Cerco de Numancia en el Teatro Español de Madrid durante esta primavera y seleccionábamos algunos de los elogios escritos sobre esta obra dramática que para algunos es la mejor tragedia escrita en España. Hoy toca hablar de las dos placas que el Ayuntamiento de Soria tiene colocadas en la ciudad honrando la memoria de Miguel de Cervantes, cuyo 400 Aniversario de su muerte se celebra el próximo 23 de abril.
En el dintel del arco central del Consistorio Municipal de Soria podemos ver una placa de mármol blanco conmemorativa del III Centenario de la publicación de la primera parte de El Quijote (mayo de 1905) que, inicialmente, se iba a colocar en el Parque de la Dehesa, que a su vez, pasó a denominarse ese mismo año Alameda de Cervantes. Sobre las circunstancias que concurrieron en este hecho ha escrito José Ignacio Esteban Jauregui lo siguiente: “Para dicha conmemoración, el 15 de Marzo, se acordaba en el Ayuntamiento que las propuestas hechas por los concejales podían armonizarse haciendo la citada lápida y dando el nombre de Alameda de Cervantes al paseo de la Dehesa; sin embargo el día 23, en vista de las dificultades que existen para colocar una lápida en los jardines de la Dehesa conmemorativa del tercer Centenario del Quijote, a causa de la mala calidad de los materiales de la puerta del jardín sobre que había de descansar, y en su consecuencia la Corporación a propuesta del señor Arjona acuerda que se coloque en la fachada de la Casa Consistorial y sobre el arco central de la misma.
Por donde vemos también que el nombre de Alameda de Cervantes no es ‘justo pago a la tragedia La Numancia, escrita por el manco de Lepanto’, como sugería Moreno Moreno, sino que es en homenaje al Quijote”.
EPISODIO DE LOS YANGUESES E IMPRESOR DEL QUIJOTE
Fue la imprenta de Juan de La Cuesta la que publicó la primera edición de El Quijote en 1505, la segunda parte se editaría en 1515 (el año pasado fue su IV Centenario, por tanto). En internet leemos que “la primera parte apareció con el título El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha a comienzos de 1605, es una de las obras más destacadas de la literatura española y universal, además de ser una de las más traducidas. La segunda parte se publicó en 1615, con el título El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha. Impresa en Madrid, en casa de Juan de la Cuesta, a finales de 1604, salió a la venta en enero de 1605 con numerosas erratas, por culpa de la celeridad que imponía el contrato de edición. Esta edición se reimprimió en el mismo año y en el mismo taller, de forma que hay en realidad dos ediciones de 1605 ligeramente distintas. Se sospecha, sin embargo, que existió una novela más corta, que tal vez circulaba manuscrita e, incluso, podría ser una primera parte de 1604″.
Pues bien, algunos investigadores suponen que el citado impresor de El Quijote había nacido en el pueblo de La Cuesta que hay entre San Pedro Manrique y Yanguas. Así mismo, en la primera parte de El Quijote se puede leer el célebre apaleamiento que reciben -Quijote y Sancho- a manos de los arrieros yangüeses, que deben ser arrieros de la villa de Yanguas o su Tierra, destacada tanto en la trashumancia como en la arriería transportanto mercancías, siendo el primer documento histórico que se conoce “un privilegio que les concedió Alfonso XI en 1347, por el cual les declaró exentos de la obligación de pagar portazgo en todo el reino de Castilla, con la excepción de Toledo”, según indica Máximo Diago Hernando. La arriería yangüesa abarcaba muchos tipos de mercancía, según dicho investigador: “Además de redistribuir hierro, lienzos, sayales, márraga y estopa por el interior de la Península Ibérica, los yangüeses también negociaron entonces intensamente con otros productos..”
“… Apeáronse Don Quijote y Sancho, y dejando al jumento y a Rocinante a sus anchuras pacer de la mucha yerba que allí había, dieron saco a las alforjas, y sin ceremonia alguna, en buena paz y compañía, amo y mozo comieron lo que en ellas hallaron. No se había curado Sancho de echar sueltas a Rocinante, seguro de que le conocía por tan manso y tan poco rijoso que todas las yeguas de la dehesa de Córdoba no le hicieran tomar mal siniestro. Ordenó, pues, la suerte y el diablo, que no todas veces duerme, que andaban por aquel valle paciendo una manada de jacas galicianas de unos arrieros yangüeses, de los cuales es costumbre sestear con su recua en lugares y sitios de yerba y agua; y aquel donde acertó a hallarse Don Quijote era muy a propósito de los yangüeses…
… Ya en esto Don Quijote y Sancho, que la paliza de Rocinante habían visto, llegaban hijadeando, y dijo Don Quijote a Sancho: A lo que veo, amigo Sancho, estos no son caballeros, sino gente soez y de baja ralea; dígolo, porque bien me puedes ayudar a tomar la debida venganza del agravio que delante de nuestros ojos se le ha hecho a Rocinante. ¿Qué diablos de venganza hemos de tomar, respondió Sancho, si estos son más de veinte, y nosotros no más de dos, y aun quizá no somos sino uno y medio? Yo valgo por ciento, respondió Don Quijote. Y sin hacer más discursos, echó mano a su espada y arremetió a los yangüeses, y lo mismo hizo Sancho Panza, incitado y movido del ejemplo de su amo; y a las primeras dio Don Quijote una cuchillada a uno que le abrió un sayo de cuero de que venía vestido con gran parte de la espalda. Los yangüeses que se vieron maltratar de aquellos dos hombres solos, siendo ellos tantos, acudieron a sus estacas; y cogiendo a los dos en medio, comenzaron a menudear sobre ellos con grande ahínco y vehemencia; verdad es que el segundo toque dieron con Sancho en el suelo, y lo mismo le avino a Don Quijote, sin que le valiese su destreza y buen ánimo; quiso su ventura que viniese a caer a los pies de Rocinante, que aún no se había levantado: donde se echa de ver la furia con que machacan estacas puestas en manos rústicas y enojadas…”
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