Gerardo Diego y Soria
Dos poemas de Gerardo Diego recordando a Bécquer y Machado en Soria
El poeta Gerardo Diego fue profesor en el hoy Instituto Antonio Machado de Soria entre 1920 y 1922. Soria ciudad y provincia le inspiró para diversos poemas, así como la estancia sorianista de Gustavo Adolfo Bécquer y Antonio Machado, a los que homenajeó en dos poesías.
El primero, “Si yo fuera poeta” fue incluido en Galería de estampas y efusiones, y el segundo, “Bécquer en Soria” (poema que retoma el anterior, lo modifica y amplía) lo escribió para un homenaje becqueriano previsto en la revista sevillana Mediodía, en 1928, que apareció en el periódico ABC el 10 de mayo de 1931 acompañado de dos fotografías de la ciudad realizadas por Casado, así como en el poemario Soria en 1948 (donde ya no aparece “Si yo fuera poeta”, que quedó excluido en posteriores libros de poemas sorianistas de Gerardo Diego). La parte final de este segundo poema es el recogido en la mesa escultórica, junto a la estatua del poeta, cabe el Casino Amistad-Numancia en cuyo antiguo desván se ubica la Casa de los Poetas.
Si yo fuera poeta…
Si yo fuera poeta, verdadero poeta,
os daría en mis cánticos
no a la ciudad heroica, eremita y asceta,
sino a la de los sueños errantes y románticos
de Bécquer, el celeste dueño
de las inaccesibles órbitas del ensueño.
Pobre Gustavo Adolfo, héroe de tus leyendas,
enamorado de un rayo de luna verde
-¿mujer, esencia, sueño?-, que te esquiva y se pierde
entre los troncos crédulos, por las cándidas sendas.
Tu Soria pura, Bécquer, contigo en el camino
musical del caballo que te lleva a Veruela.
Si la cabeza vuelves, ves la amarilla muela
del castillo -tan lejos- vespertino.
Tu fantasma hecho forma -mujer de piedra- vela
“en la imponente nave del templo bizantino”.
Ya el monte de las Ánimas te sepulta su loma.
Ya ni el castillo emerge del lindero.
¿Por qué cierras los ojos? ¿Ves mejor así el Duero?
Calla. ¿Le oyes? Por huertas de Templarios asoma,
la presa airosa salta, tuerce su cauce huidero;
con voluntad sonora
limita, impulsa, espeja y ríe y llora..
Bécquer en Soria
Desde el cántabro mar que mi niñez limita
en elásticos círculos norteños,
subí, no a la alta Soria, heroica y eremita,
sino a la de los líricos, errantes, libres sueños
de Bécquer, el celeste paria
burlado de una clara fantasma estrafalaria.
Pobre Gustavo Adolfo, héroe de tus leyendas,
enamorado de un rayo de luna verde
-¿mujer, esencia, sueño?-, que te esquiva y se pierde
entre los troncos crédulos, por las cándidas sendas.
Tu Soria pura, Bécquer, contigo en el camino
musical del caballo que te lleva a Veruela.
Si la cabeza vuelves, ves la amarilla muela
del castillo -tan lejos- vespertino.
Tu fantasma hecho forma -mujer de piedra- vela
“en la imponente nave del templo bizantino”.
Ya el monte de las Ánimas te sepulta su loma.
Ya ni el castillo emerge del lindero.
¿Por qué cierras los ojos? ¿Ves mejor así el Duero?
Calla. ¿Le oyes? Por huertas de Templarios asoma,
la presa airosa salta, tuerce su cauce huidero;
con voluntad sonora
limita, impulsa, espeja y ríe y llora.
Poetas andaluces
que soñasteis en Soria un sueño dilatado:
tú Bécquer, y tú, Antonio, Buen Antonio Machado,
que aquí al amor naciste y estrenaste las cruces
del dolor, de la muerte. Desde el cántabro mar,
también, como vosotros, subí a Soria a soñar.
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