Trashumancia y ovejas
El escudo solariego primigenio de los Río de Soria está en el castillo de Almenar
La Casa de los Río, que adquirió su riqueza por cabaña ganadera trashumante y pasó a formar parte de la oligarquía de Soria a partir de 1520, fueron mecenas de la iglesia gótica de Santa Clara (y su altar mayor, sito en la concatedral) y de la ermita de la Soledad. De sus palacios renacentistas están en pie el de la Plaza San Clemente-calle Aduana Vieja que acoge al Archivo Histórico Provincial, así como el mal llamado Palacio de los Condes de Gómara que es hoy Palacio de Justicia (véase: Los Río, trashumancia y arte, según Máximo Diago Hernando).
El patriarca de los Río sorianos es Juan de Río, “modesto hidalgo originario del obispado de Mondoñedo, en Galicia, quien, tras abandonar su patria de origen en busca de mejores condiciones de vida, entró a mediados del siglo XV al servicio del señor de Cameros, Juan Ramírez de Arellano, quien le designó para que se hiciese cargo de la tenencia de la fortaleza de su villa de Yanguas”, indica Máximo Diago. Enlaza con una familia ganadera mesteña y su primogénito, Pedro González de Río I, como su padre, se casa con la hija de otro gran ganadero yangüés con la que tiene una progenie de al menos seis hijos. El primogénito se instala en Soria hacia 1520 y casa con Catalina de Salcedo, con quien tendrá a Antón de Río el Mozo, Pedro González de Río II y Francisco López de Río I, todos ellos prósperos ganaderos trashumantes que pasan a formar parte de la oligarquía soriana.
Antón de Río el Mozo se casa con Ana Bravo de Saravia, señora de Almena, hija de Hernando Bravo de Saravia, señor de Almenar -que enajenó- y de Juan de Sepúlveda (y nieta de Juan Bravo de Saravia, señor de Almenar, y de Beatriz de Laguna), cuyas capitulaciones se otorgaron en Soria el 22 de enero de 1522.
A su vez, Antón de Río el Mozo compra en 1536, perpetuamente, las alcabalas y tercias percibidas por sus antecesores del Almenar. A su primogénita, Juana, la casa con su tío Francisco López de Río (hermano de Antón de Río el Mozo) cuyo blasón, como se ha representado en el Palacio construido por su tío y esposo, es éste (observemos que bajo la torre no hay ondas de agua).
Y a la hija de estos, Juana de Río y Bravo, la casan con su primo carnal, Antonio López de Río I, hijo de Pedro González de Río II. Su escudo se talla y policroma en el retablo mayor de Almenar, como hemos referido en el post titulado El escudo estelar de Santa Clara de Soria vinculado a Almenar) y en el que, en el cuartel de la casa Bravo se ven ondas de agua.
Así que Antonio López de Río I aúna en su persona el mayorazgo de Antón de Río el Mozo (fallecido en 1560) y de su hermano Francisco López de Río (que fallece en 1598 siendo el mayor ganadero trashumante de la Cabaña merinera trashumante de Soria. Se sabe que, según el censo del diezmo de la ciudad de Soria de 1592, Antonio López de Río abona lo correspondiente a siete mil cabezas de ganado. Pero en 1599 “abonó el impuesto del servicio y montazgo por 23.410 cabezas. Y en 1602 logró poner en el mercado la asombrosa cifra de 6.000 arrobas de lana, procedentes del esquileo de sus rebaños de aquel ejercicio, la más elevada de cuantas hemos documentado en el ámbito soriano en los siglos XVI y XVII, y que permite presumir que la cabaña superaría en aquel ejercicio las 30.000 cabezas”, según Máximo Diago. Sus merinas trashumantes son las que se encontraría doña Ana de Austria cerca de Segovia cuando viaja en 1579 para casarse en el Alcázar con Felipe II, su tío ( “… en las cercanías de Segovia le salen al encuentro una multitud de ovejas y carneros con sus pastores pintorescamente ataviados, que eran propiedad de Antonio del Río”, reseña F. Ruiz Martín).
Antonio López de Río I hereda de su suegro y tío el alferazgo mayor de Soria. Era también uno de los regidores de Soria. Y a su señorío de Almenar -que le servía de agostadero y donde tenía un lavadero de lanas-, agrega el de Gómara al comprarlo en 1601. La comercialización de lanas exportándolas incrementó su valor añadido. A este respecto, refiere Máximo Diago que Antonio López de Río I “tomó algunas iniciativas en relación a la comercialización de sus lanas poco habituales entre los señores de ganados sorianos, que le permitieron sortear las dificultades que se precipitaron sobre las explotaciones ganaderas trashumantes sorianas a finales del siglo XVI y primeros del siglo XVII, como consecuencia del embargo decretado contra Flandes por la monarquía en noviembre de 1598. En 1599, 1600 y 1601 organizó por su cuenta el lavado de sus lanas en su lavadero de Almenar, las hizo transportar por Fuentidueña de Tajo hacia los puertos mediterráneos, y desde allí hasta Florencia, en donde, gracias a los mercaderes madrileños Alonso y Fernando Díaz de Aguilar, que tenían representantes en la capital toscana, hizo que se vendiesen por su cuenta, y que el producto se le transfiriese por medio de letras a Castilla”.
Bien podríamos, por tanto, añadirle el apelativo de “el Rico” a este Antonio López de Río I. Y además de tener vasallos en las tierras sorianas (señoríos de Almenar y Gómara), los tuvo en el “terruño” solariego de sus antepasados, en lugares de la feligresía de San Martín de Mondoñedo, como muy bien describe José Ignacio Esteban Jauregui en su artículo Los Río de Soria y el señorío de Río. La casa solar y torre de Río en San Martín de Mondoñedo. Comenzó con la compra, en 1581, del señorío de la casa y solar y torre de Río, y prosiguió en 1595 con Santiago de Foz y, en 1606 con las feligresías de San Martín y San Juan de Villorente.
Pues bien, merced a unos litigios iniciados en julio de 1576 estudiados por J.I. Esteban Jauregui, más concretamente gracias a los testimonios de los testigos de ese litigio “podemos saber que la dicha casa y solar de Río tenía una torre grande de cuatro esquinas con almenas, una casa de piedra, y otras casas en las que vivían siete u ocho moradores que pagaban el derecho de las lutuosas a los señores de la casa solariega, mientras que los otros vecinos y moradores pagaban los pechos y derechos al obispo de Mondoñedo. Los mismos testigos dejan constancia de las armas que ostentaba el escudo de la torre de Río, y si bien hay alguna variante, o tal vez olvido, en sus declaraciones, la mención de las tres flor de lis, peces y río, es constante. A estas figuras heráldicas añaden algunos declarantes una cabeza de lobo; figura que no debe extrañar y que simbolizaría el apellido López. Y también se manifiesta que en el escudo de la torre de Río había una doncella que estaba mirando al río
…”
La doncella mirando al río, como manifiesta J.I. Esteban Jauregui, ha quedado plasmada en la parte superior de la iconografía armera del Palacio de los Condes de Gómara.
Por tanto, a partir de estos testimonios creemos no equivocarnos al considerar que uno de los dos escudos del escudo de Almenar divulgados por Edward Cooper (“Nuevos datos sobre el castillo de Almenar”, Celtiberia, nº 90, 1996) se corresponde precisamente a estas primitivas armas de la casa y solar de Río (el otro escudo es el tradicional de los Río en la provincia de Soria), con añadido de tres lises (típicas de los Río sorianos) y tres cruces. El poderío inmenso, económico y político, de Antonio López de Río I, fue tal que no dudó en plasmar sus dos escudos -el de los Río sorianos y el suyo como titular del señorío de Río- en “su castillo” de Almenar, aunque ciertamente -como me advierte J.I. Esteban Jauregui- la torre con aguas debajo es común entre los Bravo de Laguna, linaje del que desciende su esposa Juana de Río y Bravo de Lagunas. Mas curiosamente, aquí se da una simbiosis con las armas primitivas de la casa y solar de Río como fácilmente se desprende de la iconología reproducida por Cooper. La confluencia de los elementos torre-agua es común, como se apercibe en el dibujo de Cooper y el relato de los testigos de las primitivas armas de los Río en la feligresía de Mondoñedo.
Estos dos blasones se encuentran sobre la entrada del recinto interior y, por ello, son muy poco conocidos dado que este restaurado y rehabilitado castillo es de propiedad privada.
Así mismo, en el muro de poniente, bajo el matacán, vemos estos dos escudos, que vienen a representar prácticamente lo mismo excepto los peces y con una ligera variante en la parte inferior de las cruces.
Y en una calle podemos ver éste, de los Bravo (sin agua bajo la torre).
A su vez, el de Melchor Bravo de Saravia (1512-1577) era al parecer el siguiente (con ondas de agua bajo la torre).
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