Románico de Soria

Románico soriano y Maestro de San Juan de la Peña -1-

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La escultura románica del Maestro de San Juan de la Peña” de José Luis García Lloret (Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2005), es un resumen de su tesis doctoral que le ocupó durante diez años y es el libro que vamos a tomar como fuente exclusiva de este primer artículo sobre las relaciones del Maestro de San Juan de la Peña y Soria.

María del Carmen Lacarra Ducay –prologuista del libro- indica que con el nombre de Maestro de San Juan de la Peña o Maestro de Agüero se identifica “la obra de un gran taller escultórico románico dirigido por un artista anónimo, dotado de notable personalidad, que trabaja en tierras aragonesas en la segunda mitad del siglo XII”, y también en Navarra.

José Luis García Lloret  estima que el maestro de este taller debió ser aragonés, originario de las Cinco Villas, “perteneciente a una de las primeras generaciones de artistas autóctonos que interpretan el estilo de la escultura románica francesa; si bien su estilo pronto se vería enriquecido con influencias del llamado arte silense, originario de Castilla, que este autor supo asimilar y transformar dando lugar a un estilo inconfundible”.

Claustro de San Juan de la Peña (Huesca)

Los inicios profesionales de este maestro los localiza García Llorente en Uncastillo y estas primeras obras “remiten al marco cultural y artístico del sur de Francia debido a que su formación se sitúa en el seno del gran taller de Biérn cuyos efectivos prolongan su actividad en Uncastillo”. Una de sus rasgos escultóricas captadas por el Maestro de San Juan de la Peña serían los “pliegues de muesca”.

La segunda de las influencias es la del arte silense que le llega al Maestro de San Juan de la Peña a través de Soria. En lo que respecta a la zona occidental de Aragón, la influencia del estilo soriano-silense, según García Lloret, viene fundamentada por el intercambio cultural surgido con el pacto de amistad firmado en 1170 entre Alfonso II de Aragón y Alfonso VIII de Castilla, consolidada en 1174 al casarse el rey aragonés con la infanta Sancha de Castilla, tía de Alfonso VIII al ser hija de Alfonso VII y de una princesa polaca, Doña Rica (casados en Soria en 1152).

García Lloret considera que donde mayor homogeneidad se advierte en las obras de este taller es en Ejea, Tauste, San Juan de la Peña, Luesia, Sangüesa, Agüero y El Frago: “el autor principal debe de haber colaborado con un taller estable de colaboradores, donde sin duda se practicaba la división del trabajo; posiblemente, el maestro delegaba en aprendices las labores constructivas asociadas a la escultura y, en un segundo escalón, los trabajos escultóricos `de relleno´, como formas geométricas, vegetales y animalísticas, en impostas, en ábacos o en los capiteles más lejanos al espectador, donde se encuentran las formas más sencillas.- El maestro debe haber sido responsable de tallar las figuras más destacadas, lo que no impide que también algunas de éstas pudieran deberse a sus compañeros”.

García Llorente considera que el Maestro de San Juan de la Peña, desde que trabaja en el claustro de San Pedro el Viejo de Huesca, hacia 1170-1175, “aparece surcada por intercambios continuos con los artistas de la escuela castellana, especialmente la rama soriana y sus derivaciones en Tudela y en el norte de la provincia de Segovia; intercambios que culminan con la decoración de la iglesia de San Miguel de Biota, hacia 1200, donde podría haber colaborado un maestro de la escuela castellana, adoptando los patrones estilísticos del maestro aragonés”.

Estima igualmente que esta influencia soriano-silense “dará lugar al estilo clásico del artista aragonés, con la incorporación de un nuevo rasgo formal, los ojos abultados en los rostros humanos, y de nuevos modelos iconográficos de contenido evangélico que carecían de precedentes en Aragón”.

En lo que respecta a la iconografía escatológica de muerte-renacimiento escenificada por el Maestro de San Juan de la Peña en diversos templos, García Llorente deduce que tal programa “aporta datos insospechados sobre la pervivencia de una religión mistérica en la geografía del Alto Aragón durante el último tercio del siglo XII”. Y añade: “Estas representaciones enlazan con una tradición esotérica ancestral, que se mantuvo viva durante la Edad Media en las sociedades gremiales de canteros, germen de la francmasonería, que tiene en el taller del Maestro de San Juan de la Peña uno de sus precedentes más antiguos. Además, al desarrollar el tema con distintas variaciones iconográficas, las esculturas del maestro aragonés se anticipan a las versiones más elaboradas del mito en la Alquimia bajomedieval”.

Así mismo, y a tenor del uso iconográfico que realiza del bestiario, especialmente cuando labra escenas con la bailarina contorsionada y la lucha de guerrero con el dragón, García Llorente concluye el último párrafo de su libro afirmando que “ambos temas son otro síntoma de que el taller del maestro aragonés estaba estructurado al modo de las logias masónicas que comienzan a documentarse en el período gótico, en las que el maestro masón era a la vez artista, filósofo y centro motor de su taller”.

 

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