San Saturio de Soria
Historia y arte de la ermita de San Saturio
Existía un oratorio o pequeña ermita llamada San Miguel de la Peña desde al menos 1148, esto es, dedicada al arcángel San Miguel en Peñalba (Peña Alba o Peña Blanca) a media ladera del monte de la sierra de Santa Ana. Pocos datos hay sobre esta humilde ermita, cuya puerta fue reparada por el cabildo de San Pedro en 1519, y que fue reconstruida por dicho cabildo en 1553 porque se había hundido, según indica Santiago Gómez Santa Cruz en su “Novenario a San Saturio” (1937). Otras reparaciones se realizaron en 1575 y 1596.
Tal oratorio, según la tradición, sirvió de refugio al ermitaño Saturio, del que se dice que falleció un dos de octubre en torno a los años 568-570, siendo enterrado por su discípulo Prudencio que sería después obispo de Tarazona hacia el año 572. Tal relación de maestro-discípulo, se encuentra reflejada artísticamente con la claraboya del túnel rupestre de entrada, cerca del acceso a la sala del Cabildo de los Heros. En cuanto a los restos óseos del santo anacoreta, la primera referencia documental conocida, según José Ignacio Esteban Jauregui, parece ser la reflejada en un acta del Concejo de Soria correspondiente al 5 de Mayo de 1542.
El acta dice: “se haga una procesión mañana, dende San Pedro a señor San Miguel de la Peña para sacar el cuerpo santo y traerlo a San Pedro y hacerse una muy solemne procesión, y que vayan a la iglesia de San Pedro todos los vecinos de esta ciudad a las seis horas de la mañana so pena de cada doscientos maravedís, para el que ejecutare la mitad y la otra para los pobres envergonzantes, y que se ejecuten, por que rueguen a Dios, y a su bendita madre que sea su intercesora para que haya misericordia de los pecadores, para que dé agua para los temporales.
Y que el domingo se haga otra procesión a Nuestra Señora del Espino. Y que para mañana vayan las cofradías con la cera en la procesión para traer el cuerpo santo de San turio so pena de cada mil maravedís a cada cofradía, y que se pregone y notifique a los pibostres“.
Ambrosio de Morales, en su Crónica General de España (1577), relata: “Allí en medio del gran recuesto de la peña se ve agora la cueva del Santo Ermitaño Saturio harto grande. Está cerrada con puerta, y es tenida en mucha veneración, por haber sido morada de los dos Santos. En la cumbre está la Ermita de San Miguel, llamada de la peña, y súbese allá desde la cueva quasi por escalones. Allí está el cuerpo de San Saturio en capilla particular, cavada en la peña, y cerrada con reja de hierro, y los benditos huesos estan en luzillo de piedra. Fueron subidos allí de la cueva, y son muy venerados en toda la tierra”.
El retablo mayor estaba concluido en 1703, pero sin dorar. Allí estaba un busto relicario en plata realizado en 1645 realizado por el platero madrileño Onofre de Espinoza que expoliaron los franceses, y el actual es de 1813. Así que muy seguramente fue Onofre de Espinoza quien estableció la iconología saturiana más típica: busto con cabeza barbada, cabello escaso debido a su edad otoñal, nimbo dorado con rayos rectilíneos y ondulados y oquedad en el pecho (con una falange de un dedo como reliquia antaño, pues hoy no contiene nada). En otra capilla hay un retablo sin dorar, en madera de nogal, sobre una cajonería que acoge a un Cristo crucificado.
Cabildo, Concejo y obispo determinan en 1694 la demolición de la ermita y la edificación de la actual, la cual se hizo en tres fases y no se acabó hasta el año 1704. Los encargados principales de esta obra fueron Julián y Domingo de Izaguirre que firmaron el contrato correspondiente el 19 de enero de 1695 por 17.000 reales “en lo tocante a cantería y mampostería”. La traza la realizó Pedro de Aguirre y Loreaga vecino de Corella. Y se emplearon piedras de la iglesia de Santa María de Calatañazor (ocho carretas, concretamente).
Javier Herrero Gómez aporta otros datos. Durante estos años hizo el “rompimiento de la peña por donde se a de azer la escalera”, que es por donde se baja desde la capilla octogonal y que era el único acceso entonces; escalera que fue cambiada por la actual según contrato de obra adjudicado al maestro de cantería Pedro de Arce en 1703 con traza de Francisco de Hermosa. Así mismo se rompió “un peñasco en el qual se a de azer una cozina y un aposento“. Y en marzo de 1697 se ejecutaron obras para “dar paso a la cueba donde el santo vivió y murió” por lo que “estubo rompiendo la peña un peón”. La linterna y bóveda actual la diseñó un desconocido “Maestro de Tudela” cuya traza aprobó el cabildo el 9 de junio de 1702 y, el 6 de octubre de 1702, se dio el visto bueno a la ejecución de la veleta y remate.
Para octubre de 1703 “la obra principal del edificio estaba terminada”, afirma Javier Herrero: nueva escalera, portada de acceso al templo, la capilla octogonal con cúpula de ocho plementos y linterna… “Otra puerta adintelada, cercana a la anterior, daba paso a lo que fue posiblemente la primera habitación del santero y que hoy es un pasillo que, dejando al lado derecho la capilla del Santo Crito, desemboca en una escalera“. Además “es posible que ya estuviera construido también el pequeño cuarto que hoy llamamos del santero, las dependencias cercanas y también las salas del cabildo y de la ciudad, a falta de algunas mejoras”. Por otra parte, “bajando la escalera se accedía a un recinto irregular excavado en piedra, iluminado por una oquedad, donde se conservaba -según la tradición- la tumba del santo”. Pero no concluyeron aquí las obras, ni mucho menos, destacando, por ejemplo, la realización del pretil.
La aprobación papal del culto, o “canonización” tuvo lugar el 31 de agosto de 1743 por el papa Benedicto XIV, siendo conocida en la ciudad el 28 de septiembre de 1743. Este papa conceció el rezo propio con octaba y doble de primera clase (y para todo el obispado, doble), a la vez que le declaraba patrono de todo el obispado. Y las fiestas se celebraron desde el 2 de octubre hasta el domingo 10, con funciones religiosas y procesiones por las calles, juegos de cañas, luminarias, fuentes de vino, tres corridas de diez toros cada una, etc., que fueron descritas por Manuel Gutiérrez Caravantes, y donde, por cierto, creemos que se encuentra descrita la primera crónica taurina de la ciudad de Soria (pdf Cronica taurina de San Saturio en siglo XVIII).
El 4 de mayo de 1748 se da el visto bueno para “hazer una escalera para la subida a la cueba de San Saturio donse de ha descubierto paso bajo la peña y hazer una pared maestra para mantener el terreno del descubierto referido”, o sea, para ejecutar la escalera que va desde el acceso rupestre actual pasando por la actual sala del Cabildo de los Heros hasta el oratorio rupestre donde se encuentra el altar de San Miguel. “Es decir, en un momento dado, se descubre que la edificación comunica con una cueva que tiene salida al exterior y que por ese lugar se podría hacer una entrada a la ermita mucho más accesible y cómoda”, aclara Javier Herrero. Y para tal obra se utilizaron, de nuevo, la sillería de la iglesia de Santa María de Calatañazor. Asimismo “aunque la documentación no es muy explícita, es posible que en esta intervención se realizase también la llamada sala del cabildo de los Heros, habitáculo que uniría la ‘cueva de abajo’ y la nueva escalera”. Por último, la espadaña se alzó en 1786.
“Además, y como era habitual en la época -prosigue Javier Herrero-, fieles e instituciones se encargaron de dotar al edificio de retablos, imágenes, pintura y objetos de devoción que configuran su peculiar estética barroca, donde la acumulación decorativa contribuye a crear el ambiente adecuado para fomentar el fervor popular… En 1724 el conde de Gómara [alférez mayor de la ciudad] donó una imagen de San Saturio para la ermita, pero la que hoy preside el retablo mayor es una obra de 1813″. Los frescos de la iglesia, apologéticos de la vida eremítica, son de Juan Antonio Zapata y de otros ayudantes (en molduras y elementos decorativos), según Carmelo Jiménez. Se pintaron a partir de junio de 1703 y costaron 4.500 reales.
Por otra parte cabe reseñar que Dionisio Badiola fue el encargado de las obras de restauracion de la ermita ante el peligro de hundimiento, el cual “hizo apuntamiento de la techumbre y la reparación de los daños graves en la cúpula y en los paramentos verticales de la ermita, así como en los suelos pues se había utilizado como polvorín y el deterioro de los mismos era muy severo, acometiéndose las obras en distintos momentos, y todavía pasadas casi tres décadas del final de la Guerra de la Independencia, se hacían obras de reparación serias en la ermita”, según explica Argimiro Calama Rosellón.
Las reparaciones, restauraciones y rehabilitaciones prosiguieron en el siglo XIX, XX y en el actual. Dos de ellas vamos a reseñar, ya citadas en sendos artículos. En el post “Las cuevas de San Saturio“, referíamos que hacia finales de la década de 1950 o quizas comienzos de la siguiente, el ayuntamiento actuó en la cueva que nos sirve de acceso eliminando muros y puertas que separaban cuadras y leñeras que obstruían el túnel y se rebajó su pavimento medio metro. Además se colocó la cristalera del encuentro de Saturio y Prudencio y se proveyó a este pasaje de iluminación indirecta. Por otro lado, como señalábamos en el post “Una visita a la ermita de San Saturio” indicábamos la puesta en marcha de dos salas museísticas nuevas (inauguradas el 31-feb-2010) merced al Plan de Dinamización Turística de Soria.
Otros datos históricos y artísticos sobre la ermita y San Saturio pueden leerse, aquí en Elige Soria, en el artículo San Saturio, ermita y culto según Nicolás Rabal. Además disponemos del siguiente vídeo sobre la ermita con entrevista a su su vigilante-mantenedor, Alberto Arribas.
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