Soria en la Historia
Julián Sanz del Río, un soriano universal
Un 10 de marzo de 1814 nacía en la localidad soriana de Torrearévalo el introductor del krausismo en España, Julián Sanz del Río, que fallecería en Madrid el 12 de octubre de 1869. Y hoy, 10 de marzo de 2016, han partido a sus destinos (Irlanda, Reino Unido, Italia y Austria) los primeros 15 alumnos de las nuevas Becas Julián Sanz del Río. Estos alumnos de Grado Medio de Formación Profesional se suman a los más de 82 que en los años precedentes han podido acogerse a programas de movilidad europea promovidos por el Consistorio como las Becas Leonardo. Esta primera promoción, que ayer mantuvo una reunión técnica para conocer todos los detalles de su inminente estancia en el extranjero, parte el 10 de marzo y retorna el 9 de junio y los jóvenes realizarán sus prácticas en Reino Unido, Austria, Irlanda e Italia. En septiembre partirán los cinco restantes que completan la promoción. El Ayuntamiento ha solicitado un segundo programa para otros 25 jóvenes con los mismos destinos y la participación de los siete centros de la capital que imparten Formación Profesional de Grado Medio.
Mucho se ha escrito sobre Julián Sanz del Río por dos motivos principalmente: por traer el Krausismo a España (con interpretación vivencial subjetiva) y por tener como discípulos a librepensadores que modificaron el sistema pedagógico, sobresaliendo Francisco Giner de los Ríos que es uno de los fundadores de la célebre Institución Libre de Enseñanza (1876), en la que se formaron Joaquín Costa, Leopoldo Alas Clarín, Julián Besteiro, Manuel y Antonio Machado Ruiz, Juan Ramón Jiménez, José Ortega y Gasset y Américo Castro, entre otras celebridades.
Y por cierto que Federico de Castro fue discípulo de Sanz del Río, del que llegaría a ser uno de sus colaboradores más cercanos. Fue, Federico de Castro, un gran difusor de la filosofía krausista en Andalucía y Extremadura y tuvo al abuelo paterno del poeta Antonio Machado Ruiz como uno de sus discípulos predilectos, participando ambos en empresas comunes. En 1883, el abuelo de Antonio Machado , con 68 años y el apoyo de Giner de los Ríos y otros colegas krausistas, ganaría una oposición a la cátedra de Zoografía de Articulaciones Vivientes y Fósiles en la Universidad Central de Madrid.
En la Revista soriana Celtiberia hay diversos artículos sobre Julián Sanz del Río, al que nombró Hijo Predilecto el
Ayuntamiento de Torrearévalo el 11 de febrero de 1906. Así mismo su apellido fue asumido por la la Cooperativa Del Río en su proyecto de Pueblo-Escuela de Abioncillo con un lema del filosófofo y pedagogo soriano como fuente inspiradora: “Trabajar con el libro en una mano y con la azada en la otra.”
De la bibliografía destacaremos el libro monográfico que le dedicó Gervasio Manrique, donde afirma: ” A D. Julián Sanz del Río debemos los españoles principalmente la renovación espiritual que se realizó en España entre los años 1860 y 1870, haciéndose eco nuestros intelectuales del pensamiento europeo de su tiempo, gracias a los nuevos postulados planteados por Sanz del Río, que hicieron salir de su pereza y cortedad de alcances a los que se creían en posesión de la verdad del porvenir español”.
Así mismo hay dos libros monotemáticos a destacar: Sanz del Río (1814-1869) / Apunte biográfico por F. Giner De Los Ríos ; Documentos, Diarios y Epistolario preparados … por Pablo De Azcárate. (1969), y Julián Sanz del Río (1814-1869) : el pensador de Illescas (Roberto Albares, 2012). Para Albares, (catedrático en la Universidad de Salamanca, es uno de los más importantes estudiosos del krausismo español) “en la vida de Julián Sanz del Río podemos señalar un total de cuatro momentos diferentes en su trayectoria intelectual, separados por lo que se considera punto central de su vida: el viaje a Alemania en 1843. Un primero momento de formación académica, un segundo momento de búsqueda y, ya a partir del viaje, un tercer momento o período de reflexión sobre su hallazgo, y finalmente un cuarto momento de difusión pública de la filosofía krausista, tanto desde la cátedra como a través de la imprenta”.
HETERODOXO POR NECESIDAD
Don Marcelin Menéndez Pelayo escribió, con cierta acritud, varias páginas sobre nuestro filósofo y pedagogo soriano. Y terminando con los ensayos bibliográficos hay que resaltar el libro “Julián Sanz del Río. Heterodoxo por necesidad” escrito por Antonio Machín Romero y publicado en 2007 por Soria Edita, de cuya Introducción hemos transcrito los párrafos siguientes.
“En 1825 partía de su aldea, Torrearévalo, con un pequeño zurrón colgado de su frágil espalda, un muchachito de poco más de diez años de edad, llamado Julián Sanz del Río, en dirección a Córdoba donde le esperaba el manto protector de su tío, Don Fermín A. del Río, a la sazón canónigo de la catedral de dicha ciudad.
El viaje, con ribetes épicos y románticos, podía haber sido un acontecimiento de no mayor resonancia que la destinada al ámbito familiar o, a lo sumo, local. Pero no fue así. Este viaje inicial y el que posteriormente haría nuestro protagonista a Alemania tuvieron una repercusión inmensa en el devenir cultural y político de nuestro país, como tal vez no lo haya tenido ningún otro acontecimiento de similares características.
Andando el tiempo, aquel joven, cobijado bajo la sombra protectora de su tío, se convertiría en un adolescente inquieto e insaciablemente ávido de cultura. Se ganó fama de experto en temas alemanes por diferentes artículos publicados en revistas de la época y su inquietud y saber cultural lo catapultaron a las alturas académicas que lo señalaron como la persona idónea para desplazarse a Alemania para asimilar los conocimientos filosóficos de allende Los Pirineos, para después ponerlos en circulación y a disposición de los alumnos a través de la cátedra universitaria.
Su estancia en Alemania fue relativamente breve, o al menos insuficiente, para profundizar en los estudios encomendados, y si no hubiera habido por su parte una actitud especialmente interesada y receptiva no habría alcanzado, a buen seguro, el éxito y aceptación que tuvo.
Se centró, como sabemos, en la filosofía de Karl Christian Friedrich Krause, un filósofo que, a fuerza de ser sinceros, hemos de calificar de menor, y que si no hubiera sido por la difusión que de él hizo Sanz del Río no ocuparía más que unas cuantas líneas en los manuales al uso. Pero lo importante es que a él le sirvió de pretexto, tras un proceso de lenta asimilación y maduración de su doctrina, para elaborar un pensamiento personal acorde con lo que él creía que el pueblo español necesitaba.
Pero con el tiempo, más incluso que la filosofía de Krause aunque estuviera adaptada por Sanz del Río, lo que impactó en nuestra sociedad fue la nueva manera de preocuparse por la vida, de vivirla, de pensarla y de interpretarla haciendo uso de la razón, tanto para dar sentido a esta vida como para interpretar el mundo.
Él y sus seguidores, los krausistas, creyeron en la perfectibilidad humana, en el progreso de la sociedad y en la belleza de la vida. Acabó convirtiéndose en un hombre muy preocupado por el futuro de España, atrasada con respecto a Europa, y asumió que la mejor vía para enderezar el rumbo de nuestro país para aproximarlo a Europa era educar y formar bien al hombre de carne y hueso. Por eso su proyección social es más pedagógica que filosófica, y él nos interesa más como educador que como filósofo. Incluso creo que no es arriesgado afirmar que su auténtica vocación era la de educador, como ocurrió con sus más destacados seguidores.
Su sistema filosófíco se conoce como racionalismo armónico. En él busca la belleza y armonía en el ser humano, cuyo ideal sería el de un ser equilibrado, respetuoso y tolerante.
Pero además, a su sistema racional le añadía un profundo sentido ético que era fácil de arraigar en un país como el nuestro, de espíritu ascético y de honda tradición moral, pero que, paradójicamente, estaba siendo gobernado por quienes podían ser ejemplo de cualquier cosa menos de moralidad. Si a todo lo anteriormente dicho añadimos que su sistema ofrecía a un sector liberal de la sociedad, insatisfecho con el mundo que le rodeaba (el neo-catolicismo imperante), una forma nueva de vida, de pensamiento liberal y de contenido ético, se puede comprender el arraigo inmediato que tuvo en ella.
Su pensamiento comenzó a divulgarse en 1854, cuando él se reintegró al trabajo académico en la Universidad de Madrid. Sus primeros frutos fueron ya visibles en la revolución de septiembre de 1868, en la que mucho tuvo que ver, y su influencia como ideología liberal dominante llegó hasta la Restauración. Desde entonces, su pensamiento, modulado por sus continuadores en la Institución Libre de Enseñanza, continuó alimentando ideológicamente a las sucesivas generaciones al final del siglo XIX y en las primeras décadas del XX hasta pasada la contienda civil, momento en el que los vencedores decidieron anular todo rastro del movimiento, anatemizando con tendenciosos libros sus ideas y a sus defensores, y confiscando sus bienes. Pero la voluntad de los triunfadores de la guerra civil no podía acabar con las ideas, y éstas se han dejado sentir durante todo el pasado siglo en los ambientes liberales.
Resulta difícil explicar la historia de la cultura en España durante estos últimos siglos prescindiendo de la aportación cultural y ética de los krausistas. Nadie hubiese podido imaginar, ni el mismo Sanz del Río, que su aventura vital estuviese vinculada al más bello movimiento cultural y pedagógico de toda nuestra historia.
En ocasiones los seres humanos son importantes y dignos de memoria por lo que han hecho; en otras, lo son porque han sentado las bases para que quienes les sucedieran lo hicieran; y, por último, pueden serlo por lo que han hecho y por la semilla que han dejado en quienes serán sus continuadores. Creo que a Sanz del Río habría que incluirlo en este último grupo. Fue hombre amante de la razón y de la ciencia, y fue ejemplo vivo y modelo de virtudes para sus alumnos. Su obra transcendió con mucho a su persona, caló hondo en determinados sectores de la sociedad y se prolongó largamente en el tiempo dejando sentir su benefactora influencia
Y, sin embargo, su figura y la influencia que ejerció están como teñidas de misterio, como si tal cosa no hubiera sido posible en las circunstancias en que se produjo, y casi resulta increíble que se pudiera transmitir su mensaje a las nuevas generaciones. Sus textos son tan herméticos y su sintaxis tan farragosa que sólo permite adentrase en ellos a quienes estén especializados, que siempre resultan ser una minoría. Su lectura y comprensión exigen paciencia sin límites, son “labor de buenos”. Esto puede explicar la carencia de ediciones de sus obras, originales o traducidas, al alcance del lector, y también que Sanz del Río no sea tan conocido como debiera, no ya entre el pueblo medianamente culto, sino incluso entre los profesionales del saber y difusores de la cultura. Sin duda su influencia mayor fue la que ejerció a través de su persona, en vivo y en directo, por medio de su ejemplo, de su palabra y de su laboriosidad. Fue más un agitador intelectual que un creador de doctrina rigurosa…”
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