Alfonso I rey de Soria
La Primera Crónica Anónima de Sahagún sitúa el repudio de Urraca por el Batallador en Astorga y no en Soria
Alfonso I el Batallador, primer rey de Soria, se casa con Urraca -hija de Alfonso VI de León y Castilla- en 1109, pasando a ser los dos “co-soberanos” de sus reinos aunque, según las capitulaciones matrimoniales, con una mayor potestad territorial por parte del aragonés. En los nueve primeros meses parece ser que este matrimonio infértil fue normal y que las funciones de co-soberanía no tuvieron incidencias a destacar, pero después las desavenencias como matrimonio y como contrincantes políticos fueron en aumento, con sus fases de reconciliación y enfrentamientos. Finalmente, en el sínodo de León (octubre de 1114) se oficializó la separación matrimonial (que no la nulidad matrimonial), y los conflictos políticos y bélicos entre ambos persistieron hasta el fallecimiento de Urraca el 8 de marzo de 1126. Las confrontaciones políticas y bélicas prosiguieron entre el Batallador y su hijastro, Alfonso VII, y en lo que respecta a la práctica totalidad del actual territorio provincial de Soria, permaneció bajo la autoridad del Batallador hasta su muerte en septiembre de 1134.
El canonista, jurisconsulto e historiador español Vicente de la Fuente en la primera serie de sus Estudios críticos sobre la historia y el derecho de Aragón (1884) aborda en el capítulo tercero la polémica historiográfica en torno a si hubo anulación o simple separación en la resolución religiosa y política del matrimonio entre la reina Urraca y el Batallador. Y advierte, en primer lugar que “la cuestión acerca de la validez o nulidad del matrimonio de D. Alfonso el Batallador con Doña Urraca, es muy grave y no para tratarla de soslayo de ni corrida: merece discutirse aparte y despacio, pues las narraciones de los escritores castellanos y aragoneses son tan encontradas y discrepantes, que los unos destruyen lo que aseguran los otros. Preciso es buscar y estudiar más documentos y confrontarlos”. Y una vez realizada tal tarea en un centenar de páginas, su conclusión es que nunca hubo anulación papal del enlace matrimonial sino separación.
Ahora bien en la historiografía medieval leemos que el Batallador repudió a su esposa Urraca. El primero en indicarlo, y situarlo en Soria, fue el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada en su De rebus Hispaniae (conocido también como Cronicón de las cosas sucedidas en España, Historia gótica o Crónica del toledano) concluida en 1243, es decir, habiendo transcurrido más de un siglo de la muerte del Batallador. Y copiando al Toledano, se fue repitiendo su versión de tal repudio en diversas crónicas históricas (como indicaremos en el siguiente post de esta temática). Al respecto de esta cita del Toledano al repudio en Soria de Urraca ya el historiador Friedrich Wilhelm Schirrmacher (Geschichte Von Spanien IV, 1881) advierte que no hay hay darle ningún crédito a esta noticia.
Pero resulta que hay una crónica -posiblemente contemporánea de los hechos- que manifiesta que dicho repudio tuvo lugar en Astorga y no en Soria, dato que -si no nos equivocamos- no se ha señalado en la historiografía soriana, pese a su gran importancia para contrastar las referencias bibliográficas medievales que sirvan para elucidar con objetividad la génesis poblacional de Soria. El arzobispo asegura que el repudio estuvo motivado por el adulterio de Urraca y la consanguinidad matrimonial pues ambos compartían como bisabuelo a Sancho III Garcés de Pamplona.
Primera Crónica Anónima de Sahagún
La denominada Primera Crónica Anónima de Sahagún (PCAS) nos ha llegado en romance castellano, redactado posiblemente en la segunda mitad del XV. ¿Es una adaptación textual de un manuscrito en latín redactado hacia 1117 como defienden historiadores tan prestigiosos como Jean Gautier-Dalché y Antonio Ubieto? ¿Fue romanceado tal manuscrito en el siglo XIII, como sugieren otros, y de esta versión surgió después la PCAS que conocemos..?
Fue publicada en 1782 como Apéndice I por fray Romualdo Escalona en su “Historia del Real Monasterio de Sahagún” . En el Apéndice II inserta una Apología del honor de la reina Doña Urraca escrita por fray Joseph Pérez, catedrático de Lenguas de la Universidad de Salamanca, que es a su vez, el auténtico autor de la parte primera de esta Historia del Real Monasterio de Sahagún.
En este Apéndice II, Joseph Pérez, tras desechar la validez de Zurita en sus Anales de Aragón que «en poco más de una hoja de sus índices latinos repite más de cinco o seis veces las liviandades de Doña Urraca», añade que «también se deben recusar, como dije, los demás autores, como testigos solamente de oídas, y que deponen de lo que había sucedido mucho antes». A continuación arremete contra Rodrigo Jiménez de Rada: «El más antiguo, y abonado que produce, es D. Rodrigo a quien siguieron los demás. Este escribió más de cien años después de estos sucesos, y nadie puede ser testigo fidedigno de cosas tan distantes. No digo yo que este Prelado fingiría lo que escribió, más cogeríalo de los rumores del vulgo, y las hablillas populares, a que dio también en otras ocasiones más crédito del que debiera, como sería fácil mostrar». Por el contrario, añade Joseph Pérez, «más idóneo testigo es nuestro Anónimo, el cual no dice nada de las liviandades de Doña Urraca, y solo apunta las voces de la plebe, despreciándolas como disparates». (p.371). Y remata diciendo: «Lo que se alega del repudio solemne hecho en Soria, no hace más fuerza…porque no se produce el instrumento», es decir, no tuvo lugar (p. 272)
El repudio en Astorga
La PCAS ubica el repudio de Alfonso I Batallador hacia su esposa Urraca en Astorga, una vez convencido el aragonés por su cuñada Teresa Alfónsez, condesa de Portugal, de que Urraca quería envenenarle y, por otra parte, harto ya en demasía de las infidelidades conyugales de su esposa. Estos hechos de Astorga los historiadores lo fechan hacia 1111.
En la trascripción rigurosa publicada por Julio Puyol y Alonso en el Boletín de la Real Academia de la Historia del manuscrito por él utilizado (distinto a los tres que había en Sahagún consultados por Joseph Pérez), el anónimo cronista nos habla del repudio de Urraca por el Batallador en estos términos:
Y en la trascripción realizada por Joseph Pérez , quizás retocada por Escalona, la ortografía está modernizada, y el repudio en Astorga, que forma parte del capítulo XXIX de la PCAS, se recoge así en la página 315:
El incidente lo recoge, a su vez, José Ángel Lema Pueyo -quizás el historiador contemporáneo con mayor “autoridad” académica sobre el Batallador- en su libro Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona (1104-1134), pág. 279:
«En este ambiente cualquier incidente podía proporcionar un pretexto para nuevos conflictos. Según el anónimo de Sahagún, la ocasión vendría de la mano de un personaje femenino: la condesa de Portugal, Teresa, que a lo largo de mayo había enviudado de su esposo, Enrique. Sus intrigas —convenció al rey de que Urraca pretendía envenenarlo— dieron motivo para una nueva ruptura. El monarca reunió una curia formada por nobles aragoneses y castellanos, ante los cuales juzgó a su mujer. La reina propuso celebrar un duelo judicial para defender su inocencia. El rey no accedió y pasó a pronunciar sentencia: “ [.. .] que luego prestamente [la reina] se partiese d’él e se fuese a do quisiese, no entrando en ciudad nin en castillo”. Ante los consejos de sus magnates, que pretendían sosegarlo, respondió: “[… e si la mula de la reina es presta e ligera, mucho más presto e ligero será el mi cavallo desde este día”. Un eco lejano de esta historia de intriga se encuentra en la Historia eclesiástica del cronista normando Orderic Vital, quien atribuye a Urraca la intención de envenenar a su marido. Es evidente que en la comitiva de Alfonso I debieron de circular rumores de este tipo, que crearían un ambiente irrespirable y encizañarían las relaciones entre los esposos, generando motivos de agravio mutuo. Pero, más allá de estas consideraciones, nos resulta imposible contrastar en este punto la veracidad del relato de las Crónicas anónimas. Su función está clara, al menos: demostrar que Alfonso I tomó la iniciativa para romper con su mujer actuando de manera precipitada y desconsiderada. Quizá las cosas fueron más complejas».
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