Soria en la Historia
Sobre el rey niño Alfonso VIII y como se impidió su vasallaje ante Fernando II de León -2-
Ocho décadas después de acaecer los sucesos del rey niño en Soria que evitaron su vasallaje ante su tío Fernando II de León, el arzobispo de Toledo Rodrigo Jiménez de Rada los narra literariamente y contextualiza en su libro Historia de los hechos de España en los capítulos XV y XVI, que es la primera referencia histórica que se tiene al respecto dado que ni siquiera se había descrito en la Crónica Latina de los Reyes de Castilla que escribiera poco antes Juan de Soria entre 1223 y 1237.
Juan de Soria, también llamado Juan Díez, Domínguez o de Medina, parece ser soriano de nacimiento. Estuvo vinculado a la cancillería regia de Castilla desde al menos 1209 (año en el que figura como escriba) y fue Canciller Mayor de Fernando III entre 1217 y 1239. Así mismo fue sucesivamente abad de Santander, de Valladolid, obispo de Osma (1231-1240) y de Burgos (a partir de 1241). Costeó el inicio de las nuevas las catedrales góticas de Segovia y Burgo de Osma.
He aquí lo narrado por Juan de Soria:
“El rey Sancho [Sancho III de Castilla, el Deseado], su hijo, había tomado como esposa, antes de la muerte del padre [Alfonso VII el Emperador], a doña Blanca, hija de Ramiro Garcés, rey de Navarra, de la que, antes de la muerte del emperador, había tenido un hijo, Alfonso, glorioso y afamado rey nuestro. El rey Sancho emprendió al comienzo de su reinado ciertas empresas arduas y admirables, y, por ello, todos los que le conocían esperaban, por lo que antes había llevado a cabo y por lo que de nuevo emprendía, que sería un buen rey. Pero el Altísimo, que dispone todas las cosas, al año siguiente de la muerte de su padre, acabó con su vida y fue sepultado junto a su padre en la iglesia toledana.
Discordes entre sí los principales del reino, Fernando Rodríguez, hijo de Rodrigo Fernández, hermano de Gutierre Fernández de Castro, y sus hermanos y otros amigos y consanguíneos que lo seguían, formaron una facción, intentando huir de la persecución y opresión de los hijos del conde Pedro de Lara, es decir, del conde Manríquez y del conde Nuño y del conde Álvaro y de toda su parentela. Fernando Rodríguez y sus hermanos y consanguíneos poseían muchos castillos, fuertemente defendidos, por concesión como otros poderosos en el reino, la orden de no entregar las tierras y castillos a nadie sino a su hijo y cuando éste llegara a los quince años de edad.
A causa de esta discordia y del odio inexorable entre las distintas facciones de los poderosos, el conde Manríquez y su hermano el conde Nuño se apoderaron del rey Alfonso y gobernaron durante largo tiempo el reino, ya que intentaban someterlo todo entero en beneficio propio con pretexto del niño, para honor, según decían, y provecho del propio niño. Se procuró entonces, según se cree, por parte de los otros que el rey Fernando, hijo del emperador, entrara en el reino de Castilla, y, como era el más cercano familiar del niño, quiso tener la tutela del mismo y el gobierno del reino. Pero, al impedirlo los citados condes a veces con engaño, aunque laudable, a veces por la fuerza, no pudo conseguir lo que quería.
Por aquel tiempo, matanzas innumerables e infinitas rapiñas, desordenada e indiscriminadamente, se llevaron a cabo en todas las partes del reino. Por aquellos días, el conde Manríquez luchó contra Fernando Rodríguez, con quien estaba el pueblo de Huete. El conde tenía consigo al rey niño y sucumbió y murió en la batalla.
Cuando el rey glorioso llegó a los quince años, Fernando Rodríguez y sus hermanos y amigos, cumpliendo el mandato del padre, entregaron las tierras que tenían y los castillos al rey Alfonso. El rey, hecho un poco mayor, comenzó a actuar como un hombre y a confortarse en el Señor y a ejercitar la justicia, a la que siempre amó y sirvió con poder y sabiduría hasta el fin de su vida…”
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