Bécquer y Soria
Y junto al Duero soriano, escultura del desamor en la Rima XLI de Bécquer
Entre el 27 de julio y el 8 de agosto de 2009, durante el I Simposio Internacional de Escultura Ciudad de Soria, la artista española Carolina Martín labró en piedra “ojo de perdiz” su visualización abstracta de la Rima XLI de Gustavo Adolfo Bécquer, que se encuentra ubicada a pocos metros del Duero, cerca del Ecomuseo.
RIMA XLI
Tú eras el huracán, y yo la alta
torre que desafía su poder.
¡Tenías que estrellarte o que abatirme…!
¡No pudo ser!
Tú eras el océano; y yo la enhiesta
roca que firme aguarda su vaivén.
¡Tenías que romperte o que arrancarme…!
¡No pudo ser!
Hermosa tú, yo altivo; acostumbrados
uno a arrollar, el otro a no ceder;
la senda estrecha, inevitable el choque…
¡No pudo ser!
Señala Milagros Rodríguez Cáceres (Comentarios de texto literarios, Estella, Cénlit ediciones, 1992), que nos hallamos ante “un poema intimista cuyo autor rememora el proceso de ruptura con su amada, situado en un momento ya lejano. Verso a verso analiza las causas de ese desencuentro, que vienen a reducirse a una sola: el choque inevitable entre dos temperamentos demasiado fuertes, incapaces de ceder un ápice. No hay lamentos ni reproches, sólo la rotunda corroboración de una evidencia: ¡No pudo ser!.”
Su estructura es de “tres estrofas formadas por tres versos endecasílabos y un pentasílabo que se repite. El verso pentasílabo actúa como un pie quebrado y funciona como estribillo. En él se resume la idea esencial, la conclusión tajante de lo que se expresa en el resto del poema. El texto muestra el gusto de Bécquer por la asonancia, que amortigua la sonoridad y da al poema un tono más íntimo. En este caso, sin embargo, en la mayoría de los versos (salvo el 6º) se repite también la única consonante”, indica Milagros Rodríguez. “El poema entero es un apóstrofe, pues el autor habla de su amada y se dirige a ella como si estuviera presente. El texto es intensamente emotivo ya que el poeta recuerda las razones por las que fracasó su relación amorosa, por ello aparecen frecuentes exclamaciones que se concentran al final de cada estrofa”, afirma.
A su vez, Antonio Alonso ( “Examen de la Rima XLI de Bécquer”, en Revista de Filología de la Universidad de La Laguna, nº 4, 1985, págs. 9-18) llega a la conclusión de que este poema del desamor, “no es sólo el lamento por un sentimiento fenecido e irrecuperable. Mediante una serie de recursos el poeta añade otro matiz. Aquel sentir continúa vigente, posee reminiscencias actuales, aún perduran sus rescoldos (…) no es un canto fúnebre, o por lo menos no sólo eso. Todavía arden ascuas que devienen del pretérito. La forma mediante la que nos lo enseña es un enfrentameinto muy peculiar. Han en él muchas afinidades, se comparten demasiadas cosas, aunque sean negativas. Y cuando el poeta llega a la conclusión de la inviabilidad absoluta, profiere un quedido que acumula todo el dolor posible en un ser que ama”.
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