Alfonso I rey de Soria

Collación de Santa María del Poyo y El Batallador

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La iglesia de la collación del Poyo – llamada de Santa María del Poyo en 1352- se encontraba detrás del palacio de los Beteta, cuyo resto más importante es la popularmente (mal) llamada Torre de Doña Urraca, cerquita de la Plaza Mayor, y se mantuvo en pie hasta 1777, año en el que el obispo, ante el riesgo de ruina, la mandó cerrar y trasladar a San Juan de Rabanera sus ornamentos e imágenes.

En Wikipedia leemos: “En el plano de Dionisio Badiola, de 1813, está dibujada en medio de una plazuela triangular, con una planta compuesta por nave única y ábside semicircular, lo que parece mostrar su filiación románica. No obstante en el plano de Coello, elaborado hacia 1860, que también la figura como iglesia arruinada, se representa de manera distinta, también con una nave pero esta vez con una especie de crucero y sin ábside. Aún hoy una calle recuerda su nombre.  De esta iglesia se conserva una campana que se encuentra en la actualidad en el campanario de la iglesia de San Juan de Rabanera. Realizada en 1631 su epigrafía reza “SANCTA * MARIA * DEL POIO[* *] AÑO 163II *”.

En el censo diezmero de 1270 contaba esta parroquia con dos vecinos, cinco moradores y un atemplante. En la Tierra de Soria le pertenecían los lugares de Cuellar, Aldealafuente, Navalcaballo, Los Llamosos, Blasconunno, Garrahejo, Nodojo, La Reyna y Cabreruelas del Hoyo (1)

Rastreando la etimología

¿Por qué tiene esta parroquia-collación el apelativo de Poyo? Sabemos que existen una familia léxica de palabras derivadas del latín “podium” que viene a significar “una pequeña eminencia de terreno” (y de ahí el podio para los ganadores deportistas, por ejemplo). Es así que “los cerros o alturas se conocen con los nombres de Puigs, en Cataluña; de Pueyos, en Aragón; de Poyos, en Navarra, cuyas denominaciones no tienen más variedad que la de la diferente lengua y acento de estas tres provincias, pero que en el fondo no es más que un mismo nombre, formado del latino Podium, usado con frecuencia en la baja latinidad, para significar cualquiera altura o elevación”, según indica Sebastián de Miñano (2).

Y de esta raíz latina han surgido diversas topónimos derivados de tal orónimo: El Pueyo en Barbastro, Miranda de Ebro, Zaragoza, Pamplona… Sólo en Huesca tenemos Pueyo de Araguas, Pueyo de Fañana, Pueyo de Marguillem, Pueyo de Moros; así como tres localidades llamadas únicamente El Pueyo. Con el orónimo Pueyo, a secas, hay un coto redondo en las Cinco Villas zaragozanas y otro en Navarra, en el valle de Urraul. Y hasta un Poyales cerca del riojano Enciso (3).

Por su parte, A. Frago Gracia nos dice que en el dialecto aragonés “pueyo” viene a significar  “cerro  aislado”, un otero, y que en documentos medievales en el Aragón Medio el derivado “puyada” es “subida, cuesta”.  Y en una cuesta, desde luego, se encontraba nuestra parroquia soriana de Santa María de Pueyo en la actual calle Sorovega.

 

Puyos y Pueyos vinculados a Alfonso I El Batallador

 

El infante Alfonso Sánchez, futuro rey Batallador, se educó en San Pedro de Siresa y, después, en el priorato de San Salvador en Puyó, al noroeste de Jaca, cerca de Sinués, dependiente del monasterio de San Juan de la Peña desde que se lo otorgó Sancho el Mayor en 1030. “En San Salvador su preceptor –o uno de ellos- fue Galindo de Arbués. No debió de dejarle mal recuerdo: convertido en rey, Alfonso aún se acordaba de él en 1108, pues de declaraba su ‘discípulo’, expresión que podría indicar cierto grado de afecto…”, explica José Ángel Lema Pueyo (5). Allí aprendió letras y el arte de la gramática, indica el propio Batallador (“… quia ego ibi steti et didici litteras artis Gramaticae”).  En 1108 benefició a San Salvador de Puyó con “toda ingenuidad y franqueza”.

El Pueyo de Sancho es el cerro emblemático de la victoria aragonesa del 15 de noviembre de 1096 frente a la Taifa de Zaragoza, auxiliada por Alfonso VI de Castilla al que pagaba parias Al-Musta’in II, en la Batalla de Alcoraz, decisiva para poder conquistar Huesca una semana después (6). Esta batalla es una de las más emblemáticas del reino de Aragón puesto que dio origen a la leyenda de San Jorge, cual Santiago Matamoros, como patrono de Aragón y de su cruz roja incorporada al primer escudo regio aragonés conocido que portó su rey. Heráldica que para diversos investigadores corresponden no a Pedro I sino a su hermanastro, El Batallador, que situado en la vanguardia del ejército aragonés con sus lanceros, fue decisiva su intervención para la victoria (7).

Así mismo hay que mencionar otro Pueyo de Sancho [Puyo de Sancz, Podio de Sancii], cercano a Tudela, donde El Batallador firmaría los pactos o capitulaciones de la rendición de Tudela, en marzo de 1119 presumiblemente.

En cuanto a iglesias con la advocación mariana Santa María del Pueyo, además de la soriana,  la encontramos en Acumer (cerca de Panticosa, en el Alto Gállego oscense), el barrio zaragozano Villamayor, Barbastro (conquistado por Pedro I en 1100) y Belchite (conquistada por El Batallador en 1118, donde funda una Cofradía Militar en 1122).  Cabe destacar, al respecto, que justamente en el otorgamiento del fuero de Castellar a Belchite por Alfonso I desde la segoviana Pedraza de la Sierra el 13 de diciembre de 1119 aparece por vez primera –en documentos conocidos- la referencia a que Soria es del Batallador, pues dice que en ese año reina “in mea populatione quod dicitur Soria” (8). Además Soria queda instituida como enclave judicial de medianeto, para mediar en trifulcas que acaecieran entre los pobladores de Belchite y otros implicados (Et inter illos et Soria per illorum plectos ueniant ad medianeto”).

Por tanto, una vez expuesto todo lo anterior.. ¿no es factible que la advocación mariana soriana de Santa María del Pueyo y su parroquia-collación se deba a colonizadores aragoneses durante el reinado del Batallador?

 

NOTAS

1.- María Asenjo González: Espacio y sociedad en la Soria medieval. Siglos XIII-XV, Diputación de Soria, 1999, pp.118-119.

2.- Sebastián de Miñano: Diccionario geográfico-histórico de España y Portugal, Tomo VIII, Madrid, 1827, p. 38.

3.- Ibid., pp. 170-171. También,  Bernardo Espinalt y García, José Freire: Dirección general de cartas de forma de Diccionario, Tomo I, Madrid, 1838, p. 98.

4.- A. Frago Gracia: “Toponimia navarroaragonesa del Ebro (IV): Orónimos”, en Archivo de filología aragonesa, Vol. 30-31, 1982, págs. 23-62

5.- José Ángel Lema Pueyo: Alfonso I el Batallador, rey de Aragón y Pamplona (1104-1134), Ediciones Trea, Gijón, 2008, p.46. Asimismo Domingo de la Ripa: Corona Real del Pirineo establecida y disputada, Zaragoza, 1688, p. 144: “Don Alonso el Batallador tuvo por Maestro a Don Galindo de Arbós, Monge de la Real Casa de San Juan de la Peña, y Prior de San Salvador de Puyo; en aquel Priorato estuvo el Príncipe debajo del Magisterio de aquel Monge. Y parece, que teniendo Maestros Religiosos, y Eclesiásticos, que no tendrían otros Seglares para su educación, y crianza”.

6.-   “Ya hacía dos años que Huesca estaba cercada por los Navarros y Aragoneses, cuando los Reyes Moros y Cristianos se coligaron, para obligar al Rey D. Pedro á levantar el cero, en que permanecía constante, como había prometido a su padre [Sancho Ramírez], al tiempo de morir él. Mandaba los Moros el Rey de Zaragoza, y los Cristianos sus aliados, el Conde la Rioja [de Nájera].  En tan críticas circunstancias D. Pedro hizo llevar al campo el cuerpo de San Victoriano, para excitar la devoción de sus soldados, é infundirles valor y confianza: esperó á los enemigos, hasta que vinieran; y luego que se fueron arrimando, les salió al encuentro, con increíble intrepidez, hasta la llanura de Alcoraz, donde, aunque inferior en fuerzas, peleó con tan grande animo y fortuna, que perecieron del Egército enemigo al pie de 40.000 hombres [cifra sobrevalorada]: el rey de Zaragoza escapó á uña de caballo y el Conde de la Rioja quedó prisionero con otros muchos. A los cautivos cristianos de la batalla de Alcoraz les dio luego libertad; pero los trató de falsos cristianos. Ganada aquella batalla, se tomó Huesca”. Así lo relata José María de Zuaznavar en Ensayo histórico-crítico sobre la legislación de Navarra, Parte Segunda, San Sebastián, 1827, p. 40. Este conde de Nájera era García Ordóñez, el repoblador de Garray, sito a siete kilómetros escasos de Soria.

7.- Federico Balaguer: “El santuario y la cofradía oscense de San Jorge”, en Argensola: Revista de Ciencias Sociales del Instituto de Estudios Altoaragoneses, nº 47-48, 1961, págs. 223-248. Este autor aclara: “Es opinión común creer que Pedro I, en memoria de la victoria de Alcoraz, mandó edificar una iglesia bajo la advocación de San Jorge en el mismo lugar donde se apareció el santo, iglesia que, por hallarse junto a las Boqueras de Cuarte, se llamó de San Jorge de las Boqueras. Pero ni Aynsa ni el P. Huesca ni ninguno de nuestros historiadores presentan documento alguno en apoyo de esta opinión. Se trata, pues, de una hipótesis, sin base cierta y documentada” (p. 226). Recuerda Balaguer que tanto A. Ubieto Arteta como él mismo “hemos alegado varios documentos que demuestran que este cerro de San Jorge es el Pueyo Sancho de la Edad Media, en el que Pedro I estableció su campamento fortificado, base militar para las operaciones de asedio a Huesca” (p. 228).

8.- José Ángel Lema Pueyo: “Colección Diplomática de Alfonso I de Aragón y Pamplona (1104-1134)”. Fuentes Documentales Medievales del País Vasco. Eusko Ikaskuntza, 1990.

Autor: Ángel Almazán de Gracia

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