Alfonso I rey de Soria

De cuando el Batallador, rey de Soria, era Alfonso VII de Castilla

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Todos hemos estudiado que Alfonso el Emperador, hijo de la reina Urraca y del borgoñés Raimundo, es Alfonso VII de Castilla y León, pero épocas hubo entre los historiadores en los que el numeral séptimo se atribuyó a Alfonso I el Batallador, rey de Pamplona y Aragón por línea heredera, además de ejercer como rey de Castilla durante el tiempo en que rigió su matrimonio con Urraca,  y de ser el primer rey de Soria, a la que funda en 1119.

Efigie de Alfonso I el Batallador, fundador de Soria en 1119, en el Salón de los Reyes del Alcázar de Toledo, considerado como Alfonso VII de Castilla

¿Dónde aparece por vez primera el Batallador nominado como Alfonso VII? Desde la Estoria de España atribuida a Alfonso X el Sabio (onceno en dicha Crónica, por cierto) y cuya redacción original reeditó Menéndez Pidal bajo el título de Primera Crónica General de España que mandó componer Alfonso el Sabio y se continuaba bajo Sancho IV en 1289. Hasta entonces los reyes de Castilla y León se diferenciaban, cuando eran homónimos, con el sobrenombre.

Un ensayo esclarecedor es  “Sobre las numeraciones de los reyes de Castilla”, escrito por Joaquín Gimeno Casalduero en 1960. Nos aclara: “La numeración del Rey Sabio, como su método de trabajo y su proceder doctrinal, no trata de valorar ni de seleccionar, sino de incluir. Cada uno de sus antecesores es un eslabón en la ininterrumpida cadena que une a Castilla con el imperio visigótico. Y así como Castilla es la heredera de todos los reinos que la precedieron (León y Asturias), Fernando III, el último rey de la crónica, es el descendiente de todos los reyes anteriores (castellanos, leoneses y asturianos). De ahí que en cada serie de reyes homónimos la numeración comprenda por igual a todos los monarcas (asturianos, leoneses, castellanos y castellano-leoneses). La innovación diferenciadora es, pues, un elemento más de que se vale Alfonso para acentuar la antigüedad y la continuidad de Castilla. Sirve también para hacer resaltar el espíritu integrador del reino castellano y a la vez subraya la importancia de Castilla, su predominio entre los restantes reinos peninsulares. Por eso el Rey Sabio no duda en acoger en la serie de los Alfonsos castellanos al aragonés Alfonso el Batallador, que por su matrimonio con doña Urraca reinó en Castilla y León, y que gracias a León y a Castilla pudo denominarse emperador de España“.

Casalduero nos advierte seguidamente que el canciller Pero López de Ayala modifica esta numeración en su Crónica del rey don Pedro  “la cual, respondiendo al deseo de presentar sin confusión el discurrir histórico de Castilla, excluye a los reyes que entre 1157 y 1217 reinaron en León; excluye también, rechazando intervenciones extrañas, al aragonés Alfonso el Batallador. De esta manera la cadena de reyes castellanos se remonta, sin la interrupción leonesa, desde Enrique III, en cuyo tiempo se escribe la crónica, a través del reino astur-leonés y del imperio godo, hasta Atanarico, “el primero rey godo que vino en España”.

Igualmente queda fuera El Batallador en cuando, en 1434, Alfonso de Cartagena, obispo de Burgos, en su famoso discurso “Sobre la precedencia del Rey Católico sobre el Rey de Inglaterra” aporta una numeración regia “que incluye a los monarcas de todos los reinos que han producido esa variedad castellana: Asturias, León y Castilla. Pero a su vez rechaza a los que, al introducirse en la línea sucesoria castellano-leonesa, podían significar que la función de Castilla había quedado sin vigencia en una determinada época. Así no es de extrañar que se excluya a Alfonso el Batallador; no es Aragón el que dio monarcas a Castilla, sino Castilla a Aragón, y no hay que acudir, para probarlo, a testimonios lejanos; ahí está, treinta años antes, don Fernando de Antequera, que introduce en Aragón la dinastía castellana”. Juan de Mena, en su “Laberinto” también retira al Batallador.

A finales del XV resurge en la historiografía la numeración alfonsí: “El método del Rey Sabio, que acepta en la serie castellana a un rey aragonés (el Batallador), se acomoda a la nueva situación de Castilla… El más característico representante del segundo momento de la numeración alfonsí es Mosén Diego de Valera. La utiliza también el Comendador Griego en sus anotaciones al Laberinto. Camoes la lleva hasta los umbrales del XV”.

Esteban de Garibay y Gonzalo Argote de Molina, en los últimos decenios del XVI, mantienen la vigencia de la numeración alfonsí. “Pero ahora no se llega a ella a través de una tradición histórica, sino mediante una reconstrucción lógica. De ahí que aunque incluyan a los mismos monarcas que incluía Alfonso, los ordinales varíen”.

Así los numera Garibay: “El primero fue el rey don Alfonso el Católico. El segundo, el Casto. El tercero, el Magno. El quarto, el que murió ciego. El quinto, el que murió sobre Viseo. El sexto, el que ganó a Toledo. El séptimo, el marido de la reyna doña Urraca. El octavo, el emperador de las Españas. El noveno, el que venció la batalla de Úbeda. El décimo, padre del sancto rey don Fernando. El undécimo, el Sabio. El último, el presente rey”.

Y así lo indica en 1588 Argote de Molina en Nobleza del Andaluzia: “La Crónica suya que anda impresa le llama onceno deste nombre; mas según la verdadera cuenta de los reyes de Castilla y de León, fue el duodécimo de los Alfonsos, porque el primero fue el Católico; el segundo, el Casto; el tercero, el Magno; el cuarto, el que murió ciego, hermano del rey D. Ramiro el Segundo; el quinto, el que murió sobre Viseo, padre del rey don Bermudo el Tercero; el sexto, el que ganó a Toledo; el séptimo, marido de la reina doña Urraca; el octavo, emperador de las Españas; el noveno, el que venció la batalla de Úbeda, en las Navas de Tolosa; el décimo, marido de la reina doña Berenguella, padre del rey don Fernando el Sancto; el undécimo, el Sabio; el duodécimo, el autor deste libro, último de los reyes deste nombre en Castilla y en León”.

Pero coetaneamente es a finales del XVI cuando esta vieja numeración alfonsí comienza a ser rechazada, iniciándola Fray Prudencio de Sandoval quien desconocía que tenía una vieja raigambre ya que esta serie la inició historiográficamente el del Rey Sabio y por eso su argumentación es falsa. Al Batallador, asevera Sandoval, “Garibay quiere contarle en el número de los Alfonsos de Castilla y de León: importa poco, y creo que nos importa más quedarnos con la costumbre antigua, que Castilla nunca contó más de once reyes de este nombre que en ella y en León regnaron”.

Ahora bien, el “estocazo” historiográfico lo aporta casi dos siglos más tarde, el padre Flórez. quien “secunda con sus razonamientos la protesta de Sandoval; razonamientos que, si tienen sentido en el XV, pierden su validez al tratar de explicar la época de Alfonso”. Y esta es la numeración de Flórez en Memorias de las reinas católicas de España que ha sido determinante posteriormente: “Veiuntiún años tenía el rey don Alfonso cuando murió su madre doña Urraca. .. y aunque algunos le intitulan octavo, haciendo séptimo al aragonés por haber casado con la reina, no adoptamos el método ni admitimos en la serie de Castilla al de Aragón, no tanto por no haber sido legítimo el casamiento con doña Urraca cuanto por no haber tenido sucesión, pues los demás que entraron en número con los reyes de Castilla, todos fueron padres de reyes, como don Alfonso de León y don Fernando de Aragón y lo mismo don Felipe I. No habiendo, pues, dejado sucesión el marido de doña Urraca, ni tenido derecho al reino por sí mismo, no debe ser contado entre los reyes de Castilla y lo mismo don Felipe I. No habiendo, pues, dejado sucesión el marido de doña Urraca, ni tenido derecho al reino por sí mismo, no debe ser contado entre los reyes de Castilla”.

No obstante algún historiador y genealogista todavía incluye al Batallador en la lista de los alfonsos castellanos, como puede verificarse en la Certificación de armas de la familia Bueno de las Herrerías (Madrid, 1729) donde cambian los numerales de los Sanchos:  “Resplandeció por los años de mili ciento y veinte Sancho Bueno, capitán de cien lanzas y gran servidor del señor rey don Alonso el Sétimo el Batallador. . . Hernando Bueno, que sirvió de alférez al señor rey don Sancho el Quarto llamado el Deseado por los años de 1090 y prosiguió, hauiendo muerto este príncipe, sirviendo al señor rey don Alonso el Noveno cognominado el Bueno, hijo del dicho señor rey don Sancho”.

 

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