Alfonso I rey de Soria

Collación de San Vicente y El Batallador

By  | 

La collación de San Vicente en la Soria medieval fundada por el Batallador corresponde en su hagiotopónimo al San Vicente de Huesca, esto es, a San Vicente, diácono y martir, de cuyo amplio culto exclamaba San Agustín de Hipona en su sermón 276: “¿Qué región, qué provincia del Imperio no celebra la gloria del Diácono Vicente? ¿Quién conocería el nombre de Daciano, si no hubiera leído la pasión del mártir?”. Así mismo los pontífices San León Magno y San Gregorio honraron la memoria de este mártir en sus panegíricos, y San Isidoro de Sevilla y San Bernardo lo hicieron en varios de sus escritos. Fue martirizado hacia el 305 en Valencia, ciudad de la que es patrón, así como de Zaragoza y de Huesca.

Ubicación probable de collaciones del entorno de San Pedro de Soria (revista de la Asociacion de Amigos del Museo Numantino): San Juan de Naharros (11), Santa Cruz (12), San Millán (13a y 13b primera y segunda ubicación probables), San Prudencio (15), San Vicente (16), Nuestra Señora del Puente (17), Santísima Trinidad (19), Nuestra Señora del Azogue (20), Concatedral de San Pedro (37).

La parroquia de San Vicente y su collación seguramente fue derruida tras el incendio pavoroso que sufrió la barriada de San Pedro en el siglo XIV. El templo, románico, se encontraba entre San Pedro y la parroquia-collación de Santa Cruz, bien detrás de la colegiata o en la inmediatez nordeste de la misma. Una corta calle dedicada a San Vicente –que enlaza la calle de Santa Cruz con el Camino a San Ginés- rememora a dicha iglesia y collación que, en el censo diezmero de 1270 cuenta con tres vecinos, un atemplante y nueve moradores y a la que pagaban diezmos ocho lugares: Almarza, Los Molinos de Tera, Pedraza, Ontalvilla de Trigo Cernido, Carrascosa, Las Luengas, Fuentetecha y Esteras (1).

Colonos “vicentinos” de Huesca

Si tenemos por cierto que esta collación se funda durante el reinado de Alfonso I el Batallador o el de su sucesor y hermano, Ramiro II el Monje, creemos justo aportar algunos datos que apuntalen como tesis central que sus primeros colonos eran aragoneses devotos de San Vicente, quizás provenientes de la diócesis oscense de Roda e incluso de esta misma población. También podrían provenir de Labuerda, en el valle del Cinca (Sobrarbe de Huesca), donde subsiste una iglesia del s. XII dedicada a San Vicente  de estilo románico lombardo.

Igualmente hay que tener en cuenta a la aldea de San Vicente de Arrés, cerca del Valle de Echo donde nació El Batallador  (Ramiro I, con fecha de 4 de mayo de 1055, otorga a San Juan de la Peña el monasterio de San Martín de Cercito con los lugares de Acumuer, Agurri y San Vicente de Arrés a cambio de la villa de Bailo, pasando a partir del siglo XIII a denominarse priorato de San Martín de Acumuer).

Y aún cabe incluir entre los hagiotopónimos vicentinos oscenses a la iglesia románica de San Vicente en Vio en la que se pinto un pantocrátor rodeado por el tetramorfos y del martirio del santo titular. Aunque también pudieran haber venido de la parroquia de San Vicente en Uncastillo de la comarca zaragozana de las Cinco Villas.

Y por cierto que este mismo origen aragonés colonizador que adscribo a la collación soriana de San Vicente cabe aplicarla a Almazán, donde aún subsiste la iglesia románica de San Vicente, reconvertida en Aula Cultural tras su rehabilitación en 1990. Cabe destacar de esta iglesia la arquería séptuple en su ábside y sus dos absidiolas. Así mismo cabe reseñar que, en la Tierra de Soria, hubo una aldea de San Vicente en el sexmo de Tera. Eleuterio Carracedo Arroyo ha identificado el término de San Vicente “que limita al norte con la villa de Lumbreras, al sur con la dehesa de Sotillo, al este con la dehesa de Valdeavellano y al poniente con la sierra Cebollera” (2).

San Vicente de Roda y el obispo San Raimundo Guillermo

Si hay alguna iglesia medieval contemporánea al Batallador dedicada a San Vicente y  que sea digna de destacar esta es, sin duda, la catedral oscense de Roda de Isábena (Sancto Vincentio de Roda en la diplomática).

El primitivo templo de Roda, consagrado en 957 por el arzobispo de Narbona y dedicado a San Vicente, es reedificado y vuelto a consagrar por el obispo Arnulfo en 1035 dedicándolo ahora a los santos Valero y Vicente. A su vez, el padre del Batallador, el rey Sancho Ramírez, restaura en 1068 la sede de San Vicente de Roda y la dota suficientemente, implantándose en ella la reforma gregoriana en 1092. Posteriormente el obispo Raimundo Guillermo y su sucesor culminarían la fábrica románica de la iglesia con su claustro románico.

Raimon Guillem (Raimundo Guillermo, san Ramón de Roda) nace en Durban, en la diócesis de Toulouse, ciudad en la que fue prior de Saint-Sernin, a donde fue llamado para que cogiese la mitra episcopal de la diócesis oscense de Roda-Barbastro, siendo consagrado en la catedral de Barbastro el 5 de octubre de 1104 con el beneplácito de Alfonso I el Batallador. Enemistado por rencillas diversas y territoriales el obispo Esteban de Huesca le expulsa de la sede episcopal de Barbastro, y una vez reconciliado con El Batallador en 1119 se instala como obispo en la catedral de San Vicente de Roda de Isábena, donde fue sepultado en junio de 1126.

Consagró diversas iglesias, entre las que destacan la iglesia de Aler (1105), capilla de enfermería de canónicos en San Vicente de Roda, iglesia d Fornillos (1109), , Santa María Magdalena de Fornillos (1108), el altar de la capilla de San Juan de la colegiata de Alquézar (1113), iglesia del castillo de Rutilans (1119), Iglesia de Merli (1122), la iglesia del monasterio de Santa María de Alaon y dos iglesias en Taull del Valle de Boí (1123) y la cripta central de San Vicente de Roda (1125). Así mismo participó militarmente tan sólo en la batalla de Cutanda (1120) y en la expedición del Batallador por al-Andalus, de la que regreso tan enfermo que moría poco después (3). Su canonización tuvo lugar en 1136, dos años después de fallecer El Batallador.

Pues bien, en la documentación de esta catedral ribagorzana aparecen dos tenentes de Soria. Íñigo López, primer tenente al frente de Soria, figura en el escatólogo de un documento de agosto de 1124. Su sucesor, Fortún López, lo hace en dos, fechadas ambas en agosto de 1130. La primera de ellas es una confirmación pro ánima del rey Batallador a San Vicente de Roda y su obispo Pedro de la iglesia de Santa María de Tolva que había otorgado su padre, Sancho Ramírez, al obispo rotense. Y la segunda se realiza durante el asedio de Lizana, consistente en la donación y confirmación del Batallador a Toda, esposa de Tizón, del castillo de Estiche del Cinca, una viña en Pomar, otra en Salas (cerca de Ólvega) y dos yugadas de tierra en Juslibol. Y en este segundo escatólogo aparece también como testigo Fortún Aznar (Fertung Azenarz), tenente en Berlanga de Duero (4).

A su vez, consta documentalmente que en abril de 1109 El Batallador dona a la iglesia de San Vicente de Roda y al obispo Raimundo el castillo de Cerced “pro salute eiusdem patris mei et matris mee et mea”, sito en el condado de Urgel; castillo que había obtenido por intercambio en 1107.

Otro apunte más: a mediados de julio de 1134 muere el obispo Pedro de Roda-Barbastro y el Batallador consiente en la elección de Ramiro, su hermano, que como tal dona a San Vicente de Roda la iglesia de Mir mayor el 8 de septiembre (se dice que el Batallador murió el día anterior).

Terminamos con esta cita referente a las motivaciones del gran culto a San Vicente en Aragón (5): “La gran devoción a San Vicente mártir en tierras altoaragonesas puede deberse a varias causas. Así, el hecho de que la tradición sitúe como posible lugar de nacimiento en tierras oscenses puede ser una de ellas, pero también hay otras posibilidades. Una de ellas es que fue un santo ligado a San Valero, obispo al que las tradiciones consideran que estuvo desterrado en las tierras de Roda, tras librarse de la muerte, cuando las persecuciones de principios del siglo IV; y que cuando falleció, su cuerpo se enterró en la zona, donde quedó oculto hasta que fue recuperado en el siglo XI e instalado en Roda de Isábena, hasta que una parte de sus restos fue trasladada a la Seo zaragozana. Y, como compañero de San Valero, está San Vicente. Fue su colaborador indispensable e inseparable ya que, por un defecto físico en la dicción, el obispo tuvo que delegar en Vicente para transmitir su mensaje”.

Notas

1.- María Asenjo González: Espacio y sociedad en la Soria medieval. Siglos XIII-XV, Diputación de Soria, 1999.

2.- Eleuterio Carracedo Arroyo: Toponimia de la Terra de Soria, Diputación de Soria, 1996, p. 229.

3.- España Sagrada, José de la Canal, España Sagrada, Tomo XLVI,  De las Santas Iglesias de Lérida, Roda y Barbastro en su estado antiguo, Madrid, 1836.

4.- Núria Grau Quiroga: Roda de Isábena en los siglos X-XIII. La documentación episcopal y del cabildo catedralicio, Institución Fernando el Católico, Zaragoza, 2010.

5.- Ana Isabel Lapeña Paúl: “Santos y devociones preferidas en Aragón en los siglos de esplendor del canto gregoriano”, en VV.AA,  X Jornadas de Canto Gregoriano: Antiphonarium de sanctis. X Jornadas de Canto Gregoriano: De nuevo con los mozárabes, 2006, Institución «Fernando el Católico»,  p. 19.

 

Autor: Ángel Almazán

Leave a Reply

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.