Sancho IV

Sancho IV y Soria según Nicolás Rabal

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Nota: Transcribimos de la sección “Introducción” del libro Historia de Soria (Nicolás Rabal, 1889) lo referente a Sancho IV “el Bravo”.

Con poca sabiduría obró el rey D. Alfonso al emprender el viaje de Alemania, desoyendo los consejos que le daban los sorianos, porque muerto en su ausencia su hijo D. Fernando de la Cerda, á quien dejó el gobierno, hubo de encargarse luego de él su segundo hijo D. Sancho quien, aficionándose al poder, concibió el proyecto de sucederle en el trono con perjuicio de los derechos de los hijos de su hermano mayor, los infantes de la Cerda, y por si muerto, la nación no aprobaba esta usurpación, se anticipó á destronarle, aprovechando el gran disgusto que á todos causaba el ver cómo gastaba en Alemania los recursos
de la nación. Soria, como era natural, se declaró por D. Sancho, resentida del poco efecto que había hecho en su padre su cariñosa y pública manifestación, pero la villa de Agreda permaneció fiel al legítimo rey. D. Sancho vino á Soria de donde tuvo que partir inmediatamente contra aquella plaza, porque le dieron noticia de que se habían alzado el Alcázar y la Morería, aclamando de nuevo al rey D. Alfonso el Sabio.

Resistiéronse los de Agreda firmes en su propósito de sostener al verdadero rey, pero D. Sancho les obligó á rendirse, desplegando en esta parte de la población el aparato de un riguroso cerco.

Comenzado así de nuevo el alzamiento de la población en favor de D. Alfonso, creció de día en día su partido hasta el punto de que D. Sancho quiso renunciar á sus pretensiones y aun pedirle perdón, lo que hiciera si no se lo estorbaran sus más interesados partidarios; pero muerto al poco tiempo su padre, la cuestión se resolvió inesperadamente, cambiando otra vez las cosas para él en sentido favorable.

Apenas supo D.Sancho la muerte de su padre, celebró con toda pompa sus exequias en Ávila, y partió sin perder tiempo á Toledo donde se hizo proclamar como heredero, consiguiendo que las cortes, al efecto convocadas, le reconocieran como rey legítimo. Asegurado en el trono con este público reconocimiento, desplegó su energía declarando abolidas todas las gracias y privilegios que había concedido en vida de su padre, obligado por la necesidad de granjearse amigos y partidarios que le ayudaran en su rebeldía. Manifestaron su disgusto, como era natural, los que por esta medida se veían perjudicados; mas él, viniendo á Soria, punto estratégico, hizo gran justicia, la cual, según la crónica, consistió en tomar las haciendas y extrañar de los reinos á sus dueños.

Desde Soria, D. Sancho pasó á Borobia, y de aquí á Ciria para avistarse con el rey D. Pedro III el Grande de Aragón y entablar relaciones, según éste proponía y era conveniente á los dos: á D. Sancho para robustecer su poder y prevenir toda sublevación de los nobles agraviados ó de los infantes de la Cerda; y á D. Pedro para hacer frente al rey de Francia, Felipe el Atrevido, su enemigo, y al pontífice Martino IV que le había excomulgado por no haber reconocido el feudo de su reino, concedido por su abuelo á la Santa Sede, y por haber ocupado la isla de Sicilia. Muerto D. Pedro III de Aragón, entabló don Sancho relaciones amistosas con Felipe el Hermoso, rey de Francia, por cuyo motivo y el apoyo prestado en su alzamiento á los Infantes de la Cerda, se entabló la guerra con Aragón.

Alzado en este país el infante D. Alfonso de la Cerda, penetró con el título de Alfonso el XIº en la provincia de Soria al frente de los descontentos castellanos y de tropas auxiliares aragonesas (1289).

Acudió luego D. Sancho á la defensa de sus fronteras, situando sus tropas en Almazán y en Monteagudo, y hecho esto, se fué á celebrar una entrevista, según tenía convenido, con el rey de Francia, con quien ahora estaba ya en estrecha relación.

Los aragoneses, avanzando hasta Fuentelmonje, parecían prepararse para atacar á los sitiados por P . Sancho en Monteagudo, esperándose de un momento á otro la batalla; mas de repente levantaron el campo y por la noche se dirigieron á Morón para desde allí caer de improviso sobre Almazán que tenía mucha menos gente y tomarla por sorpresa. Mas, informados de que el rey D. Sancho se hallaba en un castillo inmediato, se dirigieron á él, creyendo que podrían hacerle prisionero. E l golpe se dio en vago, porque el rey de Castilla estaba camino de Francia: en el castillo no había más que un caballero llamado Marti-Pérez Portocarrero, á quien dieron muerte de un saetazo en un ojo: los de D. Sancho acudieron entretanto á Almazán y guarnecieron la plaza antes que D. Alfonso se apoderara de ella.

Visto él atrevimiento de los aragoneses, se dividieron las tropas de D. Sancho en dos cuerpos, uno de los cuales se quedó para la defensa de Almazán, y el otro pasó á Soria á fin de no exponerse á perder estas dos importantes plazas. Vuelto á Almazán D. Sancho de su entrevista con el rey de Francia, reunió las tropas que pudo, y desde allí envió dos caballeros de su hueste al aragonés, diciéndole que allí estaba y seguidamente iría á darle la batalla, que le esperara, y si no tenía viandas, él se las daría para él y los suyos para quince días. Con tan atrevido reto, el de Aragón no se atrevió á esperar, y levantando el campo
se pasó á Villasayas, desde donde partió en retirada hasta internarse en su reino: en represalias, D. Sancho pasó con su ejército desde Almazán á Soria, se dirigió á Agreda y desde allí á Tarazona, desde donde hizo muy grande guerra al aragonés matando, cortando los olivos y árboles frutales, y poniendo fuego á toda la tierra. Satisfecho con esto, volvió á la villa de Agreda, dejó en ella las tropas fronterizas de observación, y licenciando las demás, se volvió á Burgos.

Muerto el rey de Aragón (i 291) le sucedió su hermano Jaime II que, no teniendo como aquél prevención ninguna contra D. Sancho, hizo amistad con él y le pidió la mano de su hija Isabel, niña de nueve años; y al efecto, tuvieron una entrevista en la tierra de Soria, quedando concertada la boda y la alianza entre los dos. La niña fué entregada al rey de Aragón para que la tuviera hasta que cumpliese los doce años .

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